Gustavo Bueno
Cuestiones cuodlibetales sobre Dios y la religión
Cuestión 12. El animal divino ante sus críticos
Mondadori, Madrid 1989, págs. 447-470
1. El animal divino apareció en el último trimestre de 1985. Los comentarios que el libro ha suscitado hasta la fecha (diciembre de 1988) han sido muy variados. Muchos de ellos se expresaron en forma de reseñas o de críticas, ya sea en la prensa diaria (nacional y regional), ya sea en revistas de Filosofía o «culturales». Tan sólo en tres o cuatro casos los comentarios son relativamente extensos; en general, las reseñas son muy breves, a veces hipercríticas, a veces elogiosas, otras veces de mero trámite informativo. Es cierto que una información puede, por sí misma, constituir ya toda una reexposición crítica, un comentario o exégesis. Así, la amplia información que Francesc Arroyo ofrecía de El animal divino en «El País» (20 de mayo de 1986). Información que, desde luego, aún manteniéndose en la perspectiva estrictamente neutral que aconseja el género, sin embargo, acierta con formulaciones expositivas que, aunque él no compartiera, son muy pregnantes. Incluso puede decirse de ellas que constituyen formulaciones de ciertas tesis de El animal divino más precisas y logradas que el propio original. Así, cuando reexpone la teoría zoomórfica de las tres fases como una «aplicación del evolucionismo darwiniano a los dioses»: no solamente los hombres proceden de los animales por evolución; también los dioses –dice Arroyo, exponiendo la tesis central de El animal divino.
Puede decirse, en general, que la reacción pública ante el libro, en estos sus tres primeros años de vida, ha sido discreta, pero en modo alguno espectacular. Suficiente, sin embargo, como para poder afirmar (teniendo en cuenta que la edición está ya prácticamente agotada) que el libro no ha pasado desapercibido. Se diría que ha sido recibido, acaso en general, de un modo distante y desde luego, todavía no ha sido explícitamente incorporado –ya sea con signo negativo o positivo– al «sistema de coordenadas» de los teólogos, historiadores de la religión, antropólogos, ni por supuesto, y salvo casos muy contados, a las de mis colegas los profesores de Filosofía. Desde luego, tres años son poco tiempo, y puede esperarse que el libro vaya haciendo todavía su obra en lo sucesivo. Pero los comentarios, críticas, objeciones, rechazos frontales, desarrollos, etc., que hasta la fecha han sido publicados y que yo conozca, constituyen ya un material suficiente para auscultar ciertas actitudes de los lectores españoles en torno a las cuestiones suscitadas por la Filosofía materialista de la religión.
Facsímil del original impreso de este capítulo en formato pdf