Teselas
El mito de la Cultura
Gustavo Bueno trata sobre el mito de la Cultura como correlato del mito de la Naturaleza.
Gustavo Bueno, El mito de la Cultura
Tesela nº 110 (Oviedo, 30 de mayo de 2012)
Transcripción GTGB ⋅ t110
El mito de la Cultura
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Hoy nos toca hablar, para conseguir la simetría con la tesela del último día, que fue sobre el mito de la naturaleza, hoy vamos a hablar del mito de la cultura. Que son dos mitos correlativos, en cierto modo, aunque no sea más que porque la oposición Naturaleza / Cultura es una oposición ya tradicional.{1}
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El mito de la cultura, llamamos así a partir de un libro que apareció en los años noventa y cinco o noventa y seis, titulado El mito de la cultura que tuvo, por cierto, varias ediciones (incluso se tradujo al alemán), pero que tuvo muy poco influjo, es una de las paradojas.{2} No es posible decir que fuera un libro desconocido, todo lo contrario, pero sin embargo se ve que las ideologías dominantes son tan potentes que resisten a cualquier crítica. Lo esencial de El mito de la cultura era tratar de demostrar que lo que entendemos por cultura como término que está en ascenso desde hace ya muchos años, hasta el punto que ha escalado ya hace muchos años las Constituciones políticas de diferentes países, pues por ejemplo de Francia, de Alemania, de la Unión Soviética, de España, del Brasil; la cultura aparece en prácticamente todas las Constituciones como un contenido y un objetivo principal de los Estados. No tiene parangón con otro, ni con la religión, ni con la familia. Por ejemplo, en la Constitución española vigente, me parece que es el artículo 44, se dice algo así como esto: El Estado deberá propiciar el acceso a la cultura de todos los ciudadanos. Yo algunas veces he preguntado, el acceso a la cultura, ¿a qué cultura?{3} La gracia consiste en que no han querido decir ninguna, es la cultura. ¿Pero, será la cultura cretense o la cultura maya? No, no, es la cultura. Y con esto ya se les llena la boca. No digamos ya los Ministerios de Cultura, la cultura de un pueblo. Y esta idea fue tomando incremento cada vez más. Hubo, por ejemplo, para referirnos a España, hubo un cierto recelo en la época del franquismo por parte de la Iglesia, que era muy curioso. La Iglesia católica veía con cierto recelo (y otros sectores que no eran la Iglesia), y la llamaban la “kultura” con “k”, en plan despectivo. Kultura con “k” , que era el origen germánico de la palabra, del Kulturkampf de Bismarck. El Kulturkampf de Bismark, “la lucha por la cultura”, 1870, era una lucha contra la Iglesia católica principalmente. O sea que tenían un fundamento histórico. Pero inmediatamente esto se disolvió. Muchas veces hemos citado un discurso famoso de Girón, el ministro de Trabajo famoso de la época de Franco, un discurso que pronunció en Sevilla y que se difundió muchísimo, en donde prácticamente enarbolaba la bandera de la cultura como el objetivo del Estado de entonces, y de todos los Estados. Y decía: La lucha por la cultura es la lucha de todos los trabajadores y de todos los ciudadanos, mucho más que la lucha de clases. La diferencia entre los hombres no es diferencia de clases sino luchas por la cultura. Era una defensa de la cultura que daba ciento y raya a los discursos de Trotsky, o de Goebbels. Y digo de Goebbels porque, aun cuando se le atribuye la famosa frase: Cuando escucho la palabra cultura echo mano a la pistola, que decía Goebbels, sobrentendía la cultura judía, no la cultura en general. Pero en fin, aquí de lo que se trata es de la cultura.
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La cuestión es amplísima y vamos a hacer simplemente un esquema muy rápido. Partimos de la distinción fundamental entre cultura subjetiva y cultura objetiva. La cultura subjetiva yo creo que es la primera acepción de cultura tradicional. Es, por ejemplo, en la frase famosa de Cicerón la cultura animi, la “cultura del alma”, y la cultura animi es una metáfora de la agricultura, precisamente, en donde está el campo virgen, que el arado lo cultiva, y el cultivo del arado produce los frutos. De manera que la metáfora consiste en comparar el alma, el cerebro, con el campo virgen, y el arado con la pluma o con el instrumento que sea. Y entonces, mediante el cultivo del cerebro, o del alma, o de lo que sea, fructifica esa alma y produce unos frutos que es lo que se llama la cultura, donde aparece en contextos tales como: “este es un hombre culto”, “una mujer culta”, “está muy cultivado”. Son los conceptos clásicos de la cultura que llamamos subjetiva. ¿Por qué? Porque la cultura estaría en el sujeto, está en los sujetos; en principio los hombres. Los etólogos luego han demostrado, hace relativamente muy poco tiempo, que también los animales tienen cultura, como es natural. La etología en cierto modo es la disciplina que estudia la cultura de los animales. En España uno de los pioneros de estos estudios fue Sabater Pi, el que fue director del zoo de Barcelona durante muchos años, y que teníamos mucha relación con él.{4}
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La idea de cultura subjetiva es una idea que prácticamente ha sido heredada por la etología contemporánea y por la psicología, y por la pedagogía: la cultura. Cuando se distingue actualmente, para decirlo rápidamente, entre aprendizaje y genética, entre herencia genética y herencia de aprendizaje, se define a la cultura en general por el aprendizaje. Es decir, todo aquello que nosotros tenemos y que no procede de la herencia genética, todo esto procede por aprendizaje. El color del pelo, de los ojos, de la forma de la nariz, todo esto es herencia genética, esto no es cultura sino naturaleza. Mientras que el idioma, el hablar, incluso el andar de un modo u otro, el gesticular, y por supuesto el leer, poner la televisión, todo eso son actividades culturales porque no se transmiten por herencia sino por aprendizaje. Este concepto de cultura de los etólogos, psicólogos, &c., prácticamente es esto, es cultura subjetiva.
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Este concepto de cultura en español no se daba, era un concepto latino que no se da. El equivalente solía ser “educación” o “crianza”, “tenía buena crianza” (buena educación, en el fondo). Un individuo cultivado es el que tenía buena crianza, o buena educación. Y realmente, incluso en el siglo XVI, la palabra cultura en el sentido subjetivo, que fue recibida ya en el siglo XVII con mucho recelo, como se demuestra por ejemplo en aquellos versos de Quevedo sobre “la culta latiniparla”, es decir, una de estas mujeres que hablaban el latín en los siglos XVI-XVII, tipo Beatriz Galindo o Lucía de Medrano, y demás. Pues a estas mujeres les llamaba Quevedo “las cultas latiniparlas”. E incluso la palabra “culterano”, que aparece como una clasificación de las corrientes literarias de aquella época, según algunos filólogos parece que es una palabra inventada en el siglo XVII español con intención maligna, para aludir a que el hombre culto en el fondo era un luterano (culterano - luterano). Aquellos versos de Quevedo, el quiera ser culto en un solo día, / la jeri aprenderá, gonza siguiente: / fulgores, navegar, joven, presente / candor, construye, métrica, armonía. Unos versos de Quevedo famosos en donde está Quevedo exponiendo aquellos neologismos de entonces, como “fulgor” en lugar de “resplandor”, “armonía”, &c., que tenían otros equivalentes; “edificar” por “construir”, cosas de éstas. Quevedo lo que viene a decir es: los que llamamos “cultos” son simplemente unos esnobistas que están tomando del francés. Quiero decir que la palabra “cultura” en español prácticamente no existe, ni subjetiva ni objetivamente.
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Pero es que la cultura objetiva es un concepto muy posterior. Esto es una cuestión muy debatida, por supuesto, por razones que aquí no hay tiempo de explicar. Yo he aceptado la tesis de quienes sostienen que la palabra “cultura” en el sentido objetivo aparece ya muy tardíamente a finales del siglo XVIII y por obra, sobre todo, de Herder, no de Kant (otros dicen de Kant), sino de Herder. Aunque estos son detalles importantísimos que no tenemos tiempo de hablar aquí.{5} La diferencia esencial de la cultura subjetiva y objetiva se puede exponer esquemáticamente de la siguiente manera. Que mientras que la cultura subjetiva se supone que reside, o se apoya, en los sujetos, en el sujeto operatorio, humano, o animal. La cultura objetiva es al revés, envuelve al sujeto, está fuera del sujeto y es el sujeto el que se apoya en ella. El ejemplo más rápido que se puede dar yo creo es lo que ocurre con la lengua. La lengua en cuanto contradistinta al habla (la famosa distinción de Saussure). La lengua española, por ejemplo. Los que estamos en España hablamos español, y entonces, el hablar español, el español, nos antecede, nos envuelve; no es que el español, que luego es una parte de la cultura española, de la cultura hispánica, claro; el español nos envuelve. No está dentro de nosotros, estamos en él (estamos en ella). La cuestión es saber qué es este tipo de entidad que nos envuelve. Porque lo que pasa con la lengua pasa con el arte, pasa con la religión, pasa prácticamente con todo lo que llamamos cultura. Entonces, ¿qué es esta entidad? Lo cierto es que esta entidad no fue delimitada y localizada más que en el siglo XVIII, por obra sobre todo de Herder, que llamó precisamente “cultura” a esto, la cultura objetiva. Y que entonces, esta cultura objetiva fue entendiéndose de maneras muy diferentes. Tomó su principal incremento -yo creo- con la obra de Fichte, de Juan Teófilo Fichte, cuando interpretó esa cultura como la cultura de un pueblo, concretamente el pueblo alemán. Y un pueblo que tenía cultura propia tenía la posibilidad de convertirse en Estado; es decir, la transformación de la idea de cultura objetiva en un concepto político de una importancia decisiva, como se vio sobre todo en el siglo XIX y sigue ahora viéndose todavía en todos los países, sobre todo en España, donde los movimientos secesionistas de ciertas regiones como catalanes, vascos, gallegos, &c., y, por supuesto, los habitantes de El Bierzo y de donde sea, reivindican su propia cultura y, por consiguiente, su derecho a tener un Estado propio. Esto es el mito de la cultura. Porque la cultura, al parecer, se considera la expresión más potente de cada pueblo, y por supuesto, en otros, de la humanidad: la cultura universal. La idea de cultura, políticamente, fue una obra, a mi juicio, de la filosofía alemana, típicamente. Se presentó en público con Bismark, precisamente, la lucha por la cultura (expresión que fue debida a Virchow, el famoso fisiólogo). Y entonces, esta lucha por la cultura se convirtió en el objetivo del Estado, el Estado de cultura, que se llamaba. Un Estado es un Estado de cultura. Se suponía, todavía Cassirer en los años 45, inmediatamente después de la guerra, en su famosa Antropología filosófica, define al hombre como “animal cultural”, el hombre es animal cultural; entonces la cultura define al hombre frente a los animales. Definición que la etología ha derrumbado cuando ha demostrado que los animales también tienen cultura, distinta, pero que es una forma de cultura (es decir, que no se transmite por herencia sino por aprendizaje, para utilizar el propio criterio de los etólogos).
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Entre los miles de problemas que suscita la nueva aparición de la palabra “cultura”, que según algunos es la propia esencia del hombre. Aunque hay otras formas de entender la idea de cultura. Esta es una forma del humanismo de la cultura, el humanismo cultural, el hombre es lo mismo que la cultura. Hay otras posiciones totalmente distintas que aquí no tenemos tiempo, ya dedicaremos otras teselas a ellas. Pero uno de los problemas principales, y con esto vamos a agotarnos aquí, es el problema del origen de la idea de cultura objetiva; es decir, ¿cómo se pasa de la cultura subjetiva tradicional y que al parecer no plantea problemas filosóficos esenciales, sino más bien fisiológicos o psicológicos, al problema de la cultura objetiva? ¿De dónde procede esta idea tan importante, como vemos? El problema del origen entonces no es simplemente una curiosidad académica o personal, sino que el problema de la génesis aquí está en la estructura primera.
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Aquí partimos de la hipótesis, del supuesto, desde luego, de que una idea importante no sale de la nada jamás, siempre sale de otras ideas. La idea de Dios sale de otras ideas previas, no es una idea originaria ni primitiva. Y así sucesivamente. La idea de cultura moderna no brota de una evidencia axiomática, sino que brota de otras ideas. La pregunta la formulamos de este modo. ¿Qué ideas había en el Antiguo Régimen prácticamente, en la Edad Media (toda la época del cristianismo, la que va desde San Agustín hasta Kant, por poner dos cotos), qué ideas había entonces que fueran homólogas a la idea de cultura de ahora, que desempeñasen una función parecida? Discutiendo las posibilidades que pueda haber, creímos haber determinado que la idea homóloga a la idea de cultura moderna u objetiva es la Idea de la Gracia, el reino de la Gracia.{6} La Gracia, el reino de la Gracia, como es sabido fue la gran revolución del cristianismo, porque la naturaleza (que es un concepto que en las teselas anteriores esbozamos), la idea de naturaleza es una idea griega y que naturalmente en principio agota en muchas escuelas antiguas, sobre todo los estoicos y Aristóteles prácticamente, aunque Aristóteles no se agota en la naturaleza puesto que Aristóteles además admite el Primer motor, que está fuera de la naturaleza pero, en fin, su función es mover a la naturaleza. Pero los estoicos no, prácticamente identifican la naturaleza con la realidad. Y entonces, la gran novedad del cristianismo, dejamos de lado la verdad o la falsedad de estas afirmaciones, pero lo cierto es que en nuestra historia, en la arqueología de nuestro saber por así decir, la idea del reino de la Gracia constituye un reino sobreañadido a la naturaleza; lo sobrenatural, precisamente. La Gracia es sobrenatural. Todo el mundo recuerda del catecismo que Dios creó a Adán y Eva, pero luego les añadió la ciencia infusa, la Gracia, los dones del Espíritu Santo, que luego perdieron por el pecado, por eso fueron expulsados del Paraíso y por eso vino la redención de Cristo, &c. Es decir, que toda la tradición cristiana, que es prácticamente la tradición occidental, está fundada en la idea del reino de la Gracia. El reino de la Gracia resulta de la inspiración del Espíritu Santo, de los dones del Espíritu Santo, que desciende e inhabita en el alma de los hombres y allí les eleva; ahí está la cuestión. La Gracia tiene la función, primero, elevante -que llaman-, los eleva sobre los animales. Los redime, la gracia medicinal, los cura del pecado. Y luego les pone en un nivel mucho más alto, que es el nivel más alto que cabe imaginar, puesto que les pone en presencia de Dios mismo.
9 ❦ 18:03
El reino de la Gracia, se puede decir esquematizando mucho, como es natural, que se eclipsa cuando, a partir de la Reforma protestante sobre todo, y de la Ilustración, comienza a eclipsarse el Espíritu Santo, y entonces el Espíritu ya no sopla sobre el hombre sino que lo que sopla es el Espíritu del Pueblo, el Volkgeist de Fichte. El Espíritu del Pueblo (que no sabemos muy bien lo que es; pero al parecer es un espíritu que está latiendo en naciones como Alemania, o como Francia, ahora parece que como España, &c. Está latiendo, entonces, sopla, y allí lo que sopla es la cultura de ese pueblo. Entonces la cultura del pueblo es la base de toda la vida política, la que organiza absolutamente todo en la vida política). Entonces, la cuestión es la siguiente: que todas las críticas que podamos hacer sobre la idea del reino de la Gracia se transfieren a la Cultura; es decir, aquí vemos claramente, según esto, cómo la tesis sobre la genealogía de la idea de cultura objetiva no es puramente una curiosidad erudita, sino que tiene un componente crítico, porque todo lo que se critica de la Gracia se critica de la Cultura. De hecho, la cultura ha sido objeto de unas nuevas disciplinas, las llamadas ciencias culturales, precisamente, para no llamarlas ciencias del espíritu, curiosamente, porque la expresión “ciencias del espíritu” frente a las “ciencias de la naturaleza” fue una expresión que circuló en ambientes hegelianos sobre todo, kantianos y hegelianos. Kant había contrapuesto Naturaleza / Libertad. Hegel contrapuso Naturaleza a Espíritu, y entonces las ciencias del espíritu se contraponían a las ciencias de la naturaleza. Claro, el Espíritu a lo largo del siglo XIX, sobre todo con la eclosión del positivismo y del materialismo del siglo XIX, pues naturalmente el Espíritu no se sabía lo que era, y entonces es cuando surgió la ocurrencia (debida sobre todo a Rickert){7} de denominar al objetivo, al campo de esas ciencias del espíritu como ciencias de la cultura; es decir, a identificar Cultura con Espíritu, lo que estaba enteramente dentro del orden de cosas que hemos diseñado al hablar de que la Cultura es una hijuela de la Gracia, es una transformación de la Gracia.
10 ❦ 20:34
Esta serie de estructuras, que no se sabe lo que es precisamente, suponemos que está dicho todo, pero no se dice nada. Que tenemos una cultura, y los conflictos que hay entre si hay una cultura universal, si la cultura no es universal (el relativismo cultural), si cada cultura es equiparable a otras, si todas las culturas son equivalentes, si todas son distintas, si no hay posibilidad entonces de una cultura universal, &c. El humanismo cultural, los derechos humanos, por ejemplo, pues suelen ser vinculados a la cultura, a una cultura universal, lo cual es totalmente discutible, como es natural. Todos estos problemas, son los problemas que se planteaban en el reino de la Gracia. La equivalencia se confirma o se reafirma si tenemos en cuenta que los grandes teóricos del reino de la Gracia, como puedan ser Pelagio, San Agustín, Santo Tomás, &c., encuentran sus equivalentes en los teóricos de la cultura. Por ejemplo, la disputa entre los teóricos que sostienen que la cultura humana no es más que una derivación de la naturaleza, es decir, que todo lo que llamamos “cultural” tiene ya sus precedentes etológicos y animales, y que la expresión “animal cultural” se aplica también a los animales, esto viene a ser un pelagianismo; porque Pelagio, la herejía de Pelagio consistió principalmente en sostener que la Gracia santificante era realmente algo que ya está dado en la Naturaleza, y por tanto que no es un acto especial de Dios que se subraya en la Naturaleza, sino que es la propia Naturaleza. Es decir, que hay unas homologías impresionantes.
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Total, que adonde vamos a parar es que la idea de Cultura y toda la teoría de la cultura y de las ciencias culturales, &c., la definición de cultura como un “todo complejo” que decía Tylor, el descubrimiento o la pretensión de que la cultura abre un campo nuevo a multitud de disciplinas que se llaman las ciencias de la cultura (como las llamó White principalmente), que no tienen nada que ver con la Psicología, por ejemplo, como además es verdad, porque hay una serie de ciencias (como pueda ser la Lingüística, como pueda ser la Etnografía, como pueda ser la Arqueología) que, naturalmente, no son disciplinas psicológicas, sino que tienen otros métodos y otras perspectivas totalmente diferentes, y por consiguiente la cultura parece que está a la base de esas ciencias. Es más, hay toda una corriente prácticamente hegemónica en Francia, en España, &c., según la cual las llamadas ciencias humanas, una terminología sobre todo los franceses y que tiene, como su propio nombre indica, un carácter humanístico, pues las ciencias humanas que son ciencias culturales. Hay que sustituir las ciencias culturales por las ciencias humanas, porque precisamente los problemas de la relación del hombre y la cultura son unos de los problemas centrales, como lo eran en la Edad Media los problemas del hombre y la Gracia (un hombre que no está en estado de gracia, ¿es hombre, o no es hombre?). Son los problemas que se aparecieron en la época del protestantismo sobre todo, pero antes aún, en la época de las herejías de San Agustín, &c.
12 ❦ 23:59
Entonces, para terminar, lo que llamamos “mito de la Cultura” podría quizás reducirse a la misma fórmula de lo que llamamos “mito de la Naturaleza”. Mito, en el sentido que solemos dar, pero en este caso mito oscurantista completamente. Yo me atrevería a decir que el mito de la Cultura es un mito oscurantista. ¿Por qué? Porque oscurece realmente la realidad y parece que está destinado a que la realidad se oscurezca. Simplemente, cuando meditamos qué pueda querer decir un Ministro de Cultura cuando dice que él va a llevar las riendas de la cultura (además sin determinación, porque la cultura está por encima de todo), realmente no sabemos lo que dice. Lo que llamamos “cultura circunscrita” es el uso de la palabra “cultura” como fuente de todos los valores. Es lo que pasa con la Naturaleza: se justifica muchas veces cualquier cosa, cualquier contenido, por el hecho de ser cultural, se dice es que “esto es cultural”. Si es importante una sinfonía de Mozart es porque es cultura. Y además así muchas veces se dice en los prospectos. Por ejemplo, en un libro publicado aquí en Oviedo (que es muy filarmónico como es bien sabido; las temporadas de ópera), Sobre la historia de la ópera en Oviedo, ya no se dice así, se dice Historia de la cultura operística en Oviedo, porque si no es cultura no tiene valor. La palabra “cultura” está por delante de todo. Es un poco como la palabra “democrático”: si no es democrático esto no vale, tiene que ser la cultura. Bueno, la cultura tiene que ser democrática, sino no sería cultura. Es tal abuso -yo creo- de los términos que la palabra “cultura” está oscureciendo y suponiendo que es la fuente de valor, cuando es al revés. Puesto que, si la cultura (por ejemplo, para seguir el ejemplo de la sinfonía de Mozart que hemos dicho antes), si la sinfonía de Mozart tiene valor no es por ser cultural, la cultura tiene valor porque tiene la sinfonía de Mozart. Porque también es cultura el disco botocudo o yo qué sé, o la silla eléctrica; tan cultura es una cosa como la otra. De manera que entonces lo que yo creo que se puede decir es que el mito de la Cultura consistiría fundamentalmente en aludir a cosas distintas de la propia idea, como cuando decimos Naturaleza. Cuando decimos Naturaleza no decimos absolutamente nada. Naturaleza con mayúscula, la madre Naturaleza, es un puro poema de Lucrecio. Eso no es nada, la Naturaleza no es nada. Y la Cultura, lo mismo, la cultura no es nada. Estamos diciendo cosas que son cosas distintas, que se les envuelve en un concepto, en un paquete llamado “Cultura” frente a la “Naturaleza”. La contraposición no tiene sentido, además establece una dicotomía donde no la hay. Muchas veces hemos puesto el problema siguiente: el teorema de Pitágoras, ¿es natural o cultural?, ¿es Naturaleza o es Cultura? Hombre, no es Naturaleza. ¿Entonces Cultura? La Cultura es la mente. ¿Entonces solamente está en Pitágoras? Ahí se demuestra claramente que tenemos nuestro sistema del mundo completamente hecho trizas, no hay la menor posibilidad de entenderse. Otra cosa es que taxonómicamente siga siendo útil para entendernos, pero nos entendemos dentro de un mito oscurantista.{8}
Final ❦ 27:43
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{1} Véase, Gustavo Bueno: “La Doctrina de los Tres géneros de materialidad y la oposición entre Naturaleza/Cultura”, Ensayos materialistas, Taurus, Madrid 1972, págs. 463-470. “El materialismo histórico de Gramsci como teoría del Espíritu objetivo”, prólogo a José María Laso, El pensamiento político de Gramsci, Centro de Publicaciones, Facultad de Filosofía, Oviedo 1973. “Las fuerzas del trabajo y las fuerzas de la Cultura”, Argumentos, núm. 8, Madrid 1978, págs. 29-40. “Determinismo cultural y materialismo histórico” y “Cultura”, El Basilisco, núm. 4, Oviedo 1978, págs. 4-28 y 64-67 respectivamente. “Sobre el concepto de Espacio Antropológico” (1978), El sentido de la vida. Seis lecturas de filosofía moral, Pentalfa Ediciones, Oviedo 1996, págs. 89-114. “Ensayo de una Teoría antropológica de las instituciones”, El Basilisco, núm. 37, 2007, págs. 3-52.
{2} Gustavo Bueno, El mito de la cultura. Ensayo de una filosofía materialista de la cultura (1996), Pentalfa Ediciones, Oviedo 2016, 353 págs.
{3} Gustavo Bueno, “¿Existe, en el presente, una cultura española?”, en España no es un mito. Claves para una defensa razonada, Temas de Hoy, Madrid 2005, págs. 155-203.
{4} Véase, Gustavo Bueno: “La Etología como ciencia de la Cultura” (El Basilisco, núm. 9, 1991), artículo que amplía las lecciones que Bueno impartió en el curso Etología y Cultura, dirigido por J. Sabater Pi, en la Universidad Menéndez Pelayo (Barcelona, julio de 1991).
{5} “Es cierto que Kant (en escritos como Comienzo probable de la historia del hombre o Ideas para una historia universal en sentido cosmopolita, de 1784, así como en el §83 de la Crítica del Juicio teleológico) también se enfrenta con la necesidad de ofrecer una alternativa a la idea de Naturaleza de Rousseau y la encuentra en la idea de Hombre en tanto que es poseedor de “disposiciones naturales”, sin duda, pero características, y que requieren ser desarrolladas históricamente. Será la cultura que se desarrolle mediante los antagonismos sociales lo que permita salir al hombre de su estado de rudeza primitiva, a fin de entrar en su genuina naturaleza. Pero no puede olvidarse que Kant ve a esta naturaleza del género humano como el conjunto de disposiciones que definen a un género moral. Por otra parte, la ley moral es la condición de la libertad humana. Con esto podría concluirse que Kant se mantiene todavía en la órbita de la cultura subjetiva, interpretada, eso sí, como cultura moral en su fundamento. Pero el hombre es el fin de la Naturaleza (considerada como sistema teleológico); en la medida en que no busca únicamente la felicidad, en la medida en que el hombre es libre, entonces es la cultura humana la que puede conducirlo a su fin, que consiste en librar a la voluntad del despotismo de las pasiones. Nos parece, por tanto, puro confusionismo considerar a Kant, como tantas veces se hace, como el fundador o uno de los fundadores de la idea de cultura objetiva (en el sentido de la filosofía de la cultura), metiéndolo en el mismo saco que Herder, aun reconociendo discrepancias”. Gustavo Bueno, El mito de la cultura (1996), págs. 55-56.
{6} Gustavo Bueno, El reino de la Cultura y el reino de la Gracia”, El Basilisco, núm. 7, Oviedo 1991.
{7} Véase: Gustavo Bueno, El individuo en la Historia, Universidad de Oviedo (Discurso inaugural del Curso 1980-81), Oviedo 1980, 112 págs. “Espiritualismo y materialismo en filosofía de la cultura. Ciencia de la cultura y filosofía de la cultura”. El Catoblepas, núm. 4, julio 2002.
{8} “Cuando hablamos, en este libro, del “mito de la cultura” queremos significar este hecho concreto: la confusión y oscuridad (o inadecuación interna) que acompaña siempre a las componentes, capas, aspectos o esferas de la cultura y al prestigio que resulta necesariamente de la oscuridad y confusión en que se toman todas esas partes, gracias a lo cual puede tener lugar el trasvase del prestigio de unas partes a otras. Desmitificar aquí es, ante todo, tratar de resolver la confusión y la oscuridad del mito oscurantista de la cultura, analizar y distinguir. Acaso con ello, colaborar a desactivar la Idea de cultura en cuanto Idea-fuerza. […] Al clasificar la Idea de cultura como mito oscurantista queremos decir también que sus funciones pragmáticas, como Idea-fuerza, han de ser tanto más eficaces cuanto mayor potencia reconozcamos a la fuerza, de esa Idea. Estas funciones son, por lo demás, múltiples […]; pero, acaso, la función más importante de la Idea de Cultura sea la de servir de objeto, no tanto, o no solo, de unir a unos hombres con otros en el ámbito de un grupo social dado (tribu, naciones, etnias), sino sobre todo y correlativamente, la de separar a unos grupos dados a cierta escala (naciones, etnias, clases sociales) respecto de otros de su misma escala o de otra superior”. Gustavo Bueno, El mito de la cultura (1996), pág. 27. Véase, asimismo: “Cultura y contracultura”, El Catoblepas, núm. 150, agosto 2014.
✉ GTGB
• Gustavo Bueno, El mito de la cultura (1996)
• Gustavo Bueno, Sobre el prestigio creciente de la cultura (El Catoblepas, nº 37, marzo 2005)
• Cultura universal como mito (Diccionario filosófico)
• Cultura (Tesela 4, 2009)
• El mito de la cultura de vegetal a digital (Teatro Crítico, MR 28, 2012)
• El mito de la Naturaleza (Tesela 109, 2012)