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Teselas

Democracia ateniense

Gustavo Bueno trata sobre la democracia ateniense y su lugar en un panorama general de la democracia.


Gustavo Bueno, Democracia ateniense

Tesela nº 65 (Oviedo, 12 de enero de 2011)

Transcripción GTGB ⋅ t065
Democracia ateniense
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Vamos a hablar ahora de la famosísima democracia ateniense, «democracia de Pericles», suele decirse. Es de todos conocido que se ha convertido en un verdadero tópico la idea de que la democracia es una invención de los griegos de la época de Pericles. Y que los griegos inventaron la democracia (la propia palabra «democracia» es griega como todo el mundo sabe, demos - craos, es decir, el poder del pueblo), y por tanto que la democracia ateniense es el origen de todas las democracias actuales. Esta tesis está defendida casi unánimemente, pues por ejemplo en Estados Unidos, en donde se hacen constantemente alusiones, incluso estéticas, a Pericles (sale allí el Partenón, sale Pericles). Es decir, Pericles y la democracia ateniense confiere un prestigio a los sistemas democráticos que constituyen parte de toda su argumentación implícita. Y por supuesto, la idea de la democracia ateniense está también extendidísima por todas las ideologías europeas en general de la democracia. Es decir, la democracia en su origen griego (la democracia de la época de Pericles, en general) viene a representar algo así como lo que representa la geometría. Es decir, los griegos habrían descubierto la razón frente a las supersticiones de los pueblos circunvecinos (mediterráneos, asiáticos), y entonces la razón geométrica se manifestaría políticamente en la forma de la democracia. Es decir, los griegos representan una nueva forma de cultura. Esta es una tesis tan universal. Por ejemplo, por decir algo, es la que se mantiene constantemente desde el Renacimiento, el Renacimiento de los griegos después de la etapa de oscurecimiento de la Edad Media, y después, para citar los casos, entre mil, el caso de Hegel (Grecia y la Gracia), el caso de Husserl (en La crisis de las ciencias europeas, &c., en donde los griegos son los que han descubierto la razón, en una palabra, y la ciencia es griega, y la filosofía es griega y la democracia es griega). Entonces, nuestra cultura es una forma del área de difusión helénica, y somos demócratas con un pedigrí ya, de suficiente antigüedad (2.500 años, por ejemplo), donde unos pueblos han descubierto la democracia, en principio en condiciones muy reducidas a Atenas y algunos barrios de Atenas, y luego se ha ido extendiendo hasta que ha llegado a ser universal, o por lo menos ha sido incorporada por las grandes sociedades, sobre todo a partir de la Revolución francesa, en donde la democracia griega fue también constantemente recordada; y ulteriormente también.

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Pues bien, la democracia griega, la «democracia de Pericles», pues efectivamente se llama así –como es bien sabido– sobre todo por el relato que Tucídides hace de un discurso que Pericles habría pronunciado con motivo de las honras a los muertos en la batalla, en donde Pericles expresa con gran orgullo lo que los atenienses han logrado políticamente al instituir la democracia frente a la tiranía. La democracia griega, entonces, es un descubrimiento de los griegos en donde una asamblea (constituida por quinientos ciudadanos, por ejemplo, como representación general de todo el pueblo ateniense, los que acuden a la asamblea) mediante votación, una votación que ellos mismos han descubierto un procedimiento técnico de la votación, echando piedras blancas o negras a unos recipientes, a unos vasos. Lo cual permitía incluso que los que no sabían escribir pudieran votar, puesto que la piedra blanca y negra todo el mundo la distingue. Entonces, el procedimiento de echar bolas blancas o negras sería un procedimiento técnico que haría posible la consulta objetiva de una asamblea o de un grupo que eligen democráticamente por democracia procedimental. Y entonces, esta democracia procedimental sería un procedimiento totalmente opuesto a la imposición, a la tiranía, precisamente porque la democracia griega de Pericles -como es bien sabido- fue un desarrollo de una serie de reformas que en la historia de Atenas se produjeron (empezando por las reformas de Solón, sobre todo la tiranía de Pisístrato, y luego las reformas de Clístenes, que habrían madurado precisamente en la democracia de Pericles). Entonces, de lo que estaban orgullosos los atenienses es precisamente de estos proyectos democráticos frente a los espartanos, por ejemplo, o lacedemonios, o cualquier otro pueblo circunvecino, o no digamos los persas (los bárbaros), en donde los procedimientos de decisión al parecer son tiránicos, es la imposición de alguien, de un grupo que manda (una élite) o de un individuo (un tirano, un rey, &c.; un soberano que manda y por imposición establece las normas).

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Claro, esta idea es muy bonita. Sobre todo la tradición la ha magnificado, pero ha quedado siempre una sombra que es ésta –también muy conocida–, la sombra de que la democracia ateniense era una democracia esclavista, es decir, es la democracia donde los resultados (los procedimientos de decisión) eran democráticos procedimentalmente, pero era una democracia que se establecía entre una selección de los ciudadanos, puesto que en Atenas no solamente vivían los que tenían derecho a votar, sino que también vivían los metecos, que no tenían derecho a voto (que eran extranjeros asentados en Atenas, Aristóteles nada menos, por ejemplo, o los estoicos, que no tenían derecho a voto pero vivían en Atenas), y sobre todo los esclavos (que, en algunas circunstancias históricas, llegaron a representar el 20 o el 30% de la población) o las mujeres (que tampoco tenían derecho al voto). De manera que entonces la democracia de Atenas, se dice, era una democracia muy restringida, pero ya era democracia; simplemente era una democracia, si se quiere, de laboratorio, pero que era suficiente para haber establecido e instaurado el principio democrático, que simplemente esperaba a desarrollarse, a extenderse, pero la democracia estaba ya descubierta.

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Bien, ésta es la explicación que suele darse de por qué la democracia ateniense, aunque sea esclavista y más que esclavista (aunque sea una democracia de una selección de hombres libres, en ese sentido), sin embargo, ya es democracia, y que simplemente es democracia para unos pocos que bastaba extenderse. Sin embargo, esta explicación es insuficiente porque, a mi juicio, esta sombra de la democracia es más que sombra, es decir, pone en peligro la idea de democracia. En la democracia ateniense no elige en absoluto el pueblo, sino que elige una selección del pueblo, los hombres libres, que ciertamente son de lo más variado que pueda haber. Basta que recordemos, pues, aquel famoso texto del Protágoras de Platón, en donde Platón subraya cómo en la democracia no solamente están los zapateros, los herreros, los aguadores, también los geómetras, es decir, los pobres, los ricos, &c.; cualquiera con estas distinciones puede entrar en la asamblea, y entonces allí cada cual tiene su opinión, votan y se atienen a la democracia procedimental. Entonces, se suele decir, «bueno, pero mayor democracia. Allí no hay una democracia de clase, o una aristocracia de clase, sino que entran, ya digo, los pobres y los ricos en la asamblea de Atenas. Por tanto, aquello es democrático; es una democracia incluso social, porque todos tienen derecho al voto». Bien, menos los esclavos, los metecos, las mujeres.

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¿Entonces qué ocurre? ¿Por qué esta exclusión? Pues, sencillamente porque la democracia ateniense tal como se invoca es una democracia procedimental (la «democracia del autobús» de la que hemos hablado en otras ocasiones [tesela 64]), sino que es una democracia que está seleccionada entre aquellos hombres que son solidarios. ¿Solidarios contra quién? Puesto que la solidaridad, que es una idea que ya hemos dicho otras veces que fue inventada en el siglo XIX por un tal Pierre Leroux. Esta democracia solidaria es solidaria contra terceros, es decir, la solidaridad de los cuarenta ladrones contra los guardias o los robados. La solidaridad de los atenienses es una solidaridad que va agrupando a todas aquellas profesiones tan diversas y situaciones sociales, ¿contra quién? Pues yo creo que, principalmente, primero contra la aristocracia (de antes de la reforma de Clístenes), sobre todo contra los esclavos y por último contra los persas. Es decir, la democracia ateniense sería una coalición de aquellas personas que son ciudadanos de Atenas, que viven en Atenas, en los demos de Atenas, en las circunscripciones que se habían hecho en la reforma de Clístenes (se llamaban demos, precisamente, cuando Atenas se divide en cien lotes. Cada uno de los demos tiene su votación, y entonces esos demos de la democracia pues son, sencillamente, unos criterios de selección de aquellos que quieren defender precisamente su territorio y sus riquezas, y sus bienes, y sus barcos, y sus astilleros, &c.). Es decir, la razón de que todos estos ciudadanos tan diversos en oficios, riquezas, en estatus, en cultura &c., tengan un voto común no es que sean hombres, como la interpretación humanista de la democracia ateniense sostiene; no es que todos coincidan en ser hombres, y por tanto están razonando como hombres, aunque sea un grupo de hombres, pequeño en relación con todos los bárbaros y esclavos. La razón que une –que ecualiza, diríamos–, que establece una ecualización entre zapateros, aguadores, geómetras, ricos y pobres. La ecualización de todos estos en la asamblea no consiste en ser hombres, sino en ser atenienses, precisamente, y están defendiendo la sociedad ateniense frente a los persas, frente a los espartanos y &c.

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Y ésta es la razón por la cual todo el mundo puede entender, en principio, qué es lo que interesa a Atenas en un momento u otro (si se declara la guerra o no, si se hacen tales sembrados u otros, si se dan tales privilegios, si se hace un edificio o un monumento u otro, &c.). Estas cuestiones de la vida ciudadana, de la polis, del «animal político» que decía Aristóteles. Que aquí tiene una explicación o una justificación clarísima. El zoon politikón de Aristóteles quiere decir «el hombre es animal político», pero político en el sentido de que vive en una ciudad (como Atenas), es decir, no es el zoon koinonikón de los estoicos, de Panecio, &c., en donde se define al hombre como animal social en general; pero Aristóteles mismo ya subraya que también las abejas y las hormigas, &c., son animales sociales, y no por ello son hombres. Aristóteles define al hombre como animal político, es decir, como animal que vive en ciudades. Y las ciudades no es el hombre. Es decir, las ciudades de Atenas están enemistadas a las persas y a las propias griegas, como puedan ser Lacedemonia, Esparta, Tebas, o lo que fuera, o Creta. Es decir, que la democracia ateniense no es tal democracia. Y los principales críticos de la democracia ateniense –cosa que se olvida casi totalmente– fueron Platón y Aristóteles, fueron precisamente Platón y Aristóteles, de un modo muy sutil. En el caso de Platón clarísimamente, puesto que Platón estaba respirando porque la democracia había decidido la muerte de Sócrates, nada menos (que fue el fracaso total de la democracia, según Platón). Es decir, si una democracia, la Asamblea, decide, después de consultas varias, mandar a la muerte a Sócrates; esto desprestigia completamente la democracia. Pero, a mi juicio, la crítica más sutil a la democracia fue la de Aristóteles, porque Aristóteles habría descubierto que la idea de Pericles de la democracia se basa en unos supuestos completamente gratuitos, ideológicos, como son suponer que la oligarquía o la tiranía van siempre en contra del bien común, y que la democracia, cuando votan todos, que va a favor del bien común; supuestos de la democracia de Pericles. Es decir, Pericles habla como si los atenienses, precisamente por votar en asamblea, la votación siempre es correcta, va a favor del bien común, mientras que la tiranía va en contra del bien común (cosa que no es verdad, porque precisamente las tiranías griegas, la de Pisístrato, &c., fueron precisamente las que hicieron posible la transformación del sistema antiguo de la democracia ateniense en un sistema procedimental democrático).

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Aristóteles lo que viene a decir, es simplemente, la crítica consiste en una clasificación. Es en clasificar, la democracia puede ser correcta o incorrecta, puede ser buena o mala. Entonces, la democracia, por tanto, por sí misma no garantiza la bondad de la democracia. Puede ser demagogia o puede ser república, y por consiguiente no hay nada que decir. Lo mismo pasa con la aristocracia. La aristocracia puede ser o bien oligarquía o bien puede ser aristocracia, es decir, la que mandan los mejores, y lo mismo pasa con la monarquía. La monarquía puede ser o bien mala (tiranía), o bien buena (monarquía), si el monarca obra con el bien común. De manera que entonces la clasificación de Aristóteles es, para decirlo rápidamente, el mejor instrumento de la crítica que Aristóteles hizo a la democracia ateniense. Es decir, no es suficiente que una sociedad política disponga de un procedimiento de democracia procedimental para asegurar y justificar la democracia frente a la aristocracia, la oligarquía, o la plutocracia, o la monarquía, y la tiranía. Hacen falta otras cosas, y ésta es la crítica al concepto de democracia procedimental aplicada a la política.

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GTGB

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