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Teselas

Reliquias y relatos (a)

Gustavo Bueno expone la distinción entre reliquias y relatos.


Gustavo Bueno, Reliquias y relatos (a)

Tesela nº 37 (Oviedo, 27 de abril de 2010)

Transcripción GTGB ⋅ t037
Reliquias y relatos (a)
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Vamos a hablar hoy de la distinción reliquias y relatos.

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Esta distinción fue presentada en el número uno de El Basilisco, allí por los años setenta y ocho. Que eran los años, por cierto, de lo que llaman la Transición en España pues en el setenta y cinco había muerto Franco, el setenta y ocho había sido la Constitución, y entonces aquellos años, yo lo he recordado muchas veces, eran los años en donde el protagonismo, diríamos, en las conferencias, en las librerías, &c., lo ocupaban los historiadores. Los historiadores abarrotaban las salas de conferencias en las facultades, en otros sitios, y cuando venían historiadores de nombre como, por ejemplo podría ser Tuñón de Lara, o demás, pues aquello era completamente pletórico, cualquier sala de conferencias.

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A mí siempre me llamó la atención de por qué suscitaban este interés los historiadores. Y seguramente, aparte de otras muchas cosas, es porque se sospechaba, se veía o se creía que la historia que ellos ofrecían, sobre todo una historia científica –por científica solía entenderse la historia movida por la lucha de clases, en el sentido marxista–, que era una historia científica y que era imprescindible para conocer el porvenir, para conocer el futuro. Es decir, la historia era la maestra de la vida de algún modo, la maestra de la vida y que únicamente los historiadores podrían realmente ofrecer la plataforma adecuada para ver qué hacer en el futuro. Y entonces, efectivamente, la concepción más o menos de la historia que se palpaba entonces, no ya entre los teóricos de la historia, los especialistas, sino entre el público en general es que era la historia la ciencia del pasado.

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Y el pasado formaba parte como una especie de estela del presente desde la cual teníamos que situarnos para conocer el porvenir. Y entonces, claro, esta idea de la historia como ciencia del pasado pues es la que había que someter a consideración y a crítica; por una razón, porque el pasado, entre otras cosas, el pretérito, pues no existía o tenía una existencia totalmente diferente de otras existencias, de otras cosas, ¿verdad? El pasado es una cosa tan lejana y tan metafísica en principio pues como podría serlo el Sol, cuando se había descubierto que el Sol que vemos ahora hace ocho minutos que no está allí. Esto obligaba enteramente a cambiar las referencias del tiempo y del espacio, e incluso cuando algunos teóricos de la historia, me acuerdo de un tal Marczewski, un libro que entonces se leía mucho, lo habían traducido del francés, pues precisaba más, decía, la historia es la ciencia del pasado, del pretérito, es decir del tiempo y del espacio. De la historia a la geografía y trata de situar los eventos, los acontecimientos, en el espacio y en el tiempo. Claro, se le olvidaba decir a Marczewski que tenía que haber añadido, la historia sitúa los acontecimientos en el espacio y en el tiempo, históricos, en cuyo caso estaba cometiendo una petición de principio, porque naturalmente esa definición valdría también para la física y para la geología, y para cualquier cosa que se quisiera hablar.

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Entonces la cuestión era principalmente que la historia se hacía desde el presente, otro tema que siempre se encarecía mucho como el máximo paso de la crítica y de la conciencia crítica histórica. La historia se hace desde el presente, era una idea de Croce además, producida por Croce y esto se entendía desde el punto de vista más bien epistemológico, es decir, la historia se hace desde los prejuicios del presente de algún modo, por tanto contenía un componente crítico y de ahí se eleva a la objetividad. Ahora, el pasado seguiría siendo una dimensión completamente metafísica que no estaba allí incorporado porque ¿cómo podíamos ver al pasado?

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Total que la primera tarea era entonces encontrar si la historia se hacía desde el presente, cosa que nadie negaba, en absoluto, pues, ¿qué quería decir ese presente en donde el pasado no se hacía sino que estaba en el presente?, es la cuestión, el pasado estaba en el presente, tenía que estar allí para poderlo analizar y tratar.

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Desde el punto de vista de la Teoría del Cierre Categorial que en aquellos años estaba más o menos desarrollándose distinguíamos en el campo semántico de cualquier ciencia, tres estratos, el estrato fisicalista, el estrato fenoménico y el estrato esencial, el de las estructuras que podían ser a su vez fenoménicas o esenciales. Aplicando estos conceptos, claro, la única forma de dar respuesta a la pregunta, ¿donde está el pasado en el presente?, era esta, era en las reliquias. Es decir, en una parte del presente constituido por objetos, por cuerpos, que estaban diferenciados de otras partes de ese presente, otras partes que se diferenciaban, por ejemplo, o suponían mejor dicho, que no había otros sujetos operatorios capaces de hacer esas reliquias, fueran demonios, fueran extraterrestres, &c., sino que aquellas reliquias que habían sido trabajadas por sujetos operatorios humanos o parecidos a los hombres, aquello eran las reliquias, que quedaban como residuos de un pasado desconocido.

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Y entonces estas reliquias serían el campo fisicalista de la historia, lo cual no quería decir que todas las reliquias estuvieran, como tales, aunque fueran humanas, estuviesen fabricadas por los hombres. El primer caso evidente eran los esqueletos humanos que estaban allí sepultados, pues qué sé yo, en los residuos de ciudades a varios metros bajo tierra, en Çatalhöyük, o lo que fuera, que entonces se había excavado por aquellos años o estaba excavándose, o bien en los residuos de las fosas de una guerra, &c. Y entonces, todo este tipo de reliquias eran reliquias en la medida en que mantuviesen signos o señales de intervención humana, pues por ejemplo, collares, anillos, heridas, huellas de arpones, &c. Pero, entonces, las reliquias era un concepto mucho más complicado de lo que parecía, y las reliquias, naturalmente, por sí mismas tampoco significaban nada. Estaban en el presente pero para que una reliquia fuese tal tenía que ir acompañada de una explicación de un modo externo a las reliquias, explicación que estaba dada en algún relato.

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¿Entonces estos relatos cómo podían conectarse con las reliquias en abstracto? La respuesta inmediata que suponíamos era la siguiente. Que el presente del que se hablaba, no era un presente global que se enfrentase al pasado, sino que el presente era en sí mismo anómalo, heterogéneo. Y que contenía entre otras cosas, pues diferentes clases por edad –al margen de otras clases–, viejos, jóvenes, niños, por ejemplo. Y que la relación de unas clases con otras, es decir, los relatos de los viejos a los jóvenes son los que constituirían la base prehistórica, diríamos, de reinterpretar como reliquias algo que realmente no habían visto construir las nuevas generaciones pero que sí las conocían las antiguas. Es decir, los viejos eran, por así decir, el eslabón entre el presente y el pasado.

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Entonces a partir de esta estructura, claro que habría que analizar mucho más en detalle, la historia empezaba a presentarse como una historia esencialmente orientada a las reliquias, a la construcción de ellas, y al construirlas habría que introducir “fantasmas”, por así decir. Es decir, sujetos operatorios que ya estaban fallecidos, que no se podían ver pero que, sin embargo, se representaban como viéndose; y después las esencias o estructuras que ligaban a todos estos sujetos y sus reliquias correspondientes. Y naturalmente la comparación inmediata se establecía pues con la espectroscopia por ejemplo en la física, cuando se decía, por ejemplo Ritz, que los espectroscopios eran el lenguaje jeroglífico en donde estaban escritas las leyes de los átomos, del átomo de hidrógeno. Y sobre todo cuando se llegó a descubrir ya el átomo de hidrógeno y se dijo que Balmer había descifrado el jeroglífico del átomo de hidrógeno. Naturalmente, esta idea de las reliquias pues nos llevaba inmediatamente a suponer que el concepto de una reliquia fenoménica, pues, se equiparaba al concepto de esa estructura fenoménica pero que no agotaba enteramente la cientificidad de la historia.

Final ❦ 09:47

GTGB

Reliquias y relatos (b) (Tesela nº 38.)

Reliquias y relatos (El Basilisco, 1978.)

Reliquias y relatos (Diccionario filosófico.)