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Interviú
nº 1304, 23 de abril de 2001
Gran Hermano | «El ojo clínico»
página 32

Democracia pirática
Gustavo Bueno
 

Gustavo Bueno

A medida que avanza el programa las relaciones entre los inquilinos de la casa de Guadalix de la Sierra se hacen más complejas y su análisis, cada vez más rico en enseñanzas, se hace también más difícil.

Sobre todo, debido a que el conjunto de estos inquilinos no forma tanto un grupo (como ocurrió con Gran Hermano I, a consecuencia del «pacto»), cuanto un agregado de individuos movidos por intereses, aversiones o afinidades propias. Al conjunto actual sólo le corresponde la unidad que es característica de unos «compañeros de viaje», de un largo viaje en el que tienen que convivir, pero durante el cual cada uno ha de buscar su propio triunfo mediante la eliminación «democrática» (por votaciones secretas) de sus compañeros. Lo que no quiere decir que no existan semejanzas comunes a todos o a partes de ellos o incluso que no puedan formarse grupos o coaliciones en el seno del agregado, por ejemplo, la que parece se ha constituido entre las mujeres.

Ha sido el proceder de los inquilinos de Guadalix el que nos da pie para formular explícitamente una metáfora que ellos mismos ejercitaron con ocasión de las esperpéntica boda de Eva y Emilio, en la que Alonso, en su calidad de «capitán de barco», desempeñó el papel de juez o de sacerdote laico. El conjunto constituido por los protagonistas de Gran Hermano II se autodefinió así no sólo, en general como un conjunto de compañeros de viaje, sino como un conjunto de compañeros de un viaje en barco, reunidos «por aluvión» y programados para convivir, todos contra todos, durante cien días.

Y son las reglas de juego del programa las que nos permiten dar un paso más: son compañeros de viaje de un barco de piratas. Porque disponen de un botín, que puede llegar a ser de cualquiera, según su comportamiento. Cada cual ha de eliminar a los demás; su única arma interna es la nominación. Mediante ésta los «piratas» arrojan cada quince días a los tiburones a tres compañeros, aun sabiendo que no siempre serán devorados. El Gran Hermano (la audiencia) va salvando hasta ahora a Fran y sus compañeros se han dado cuenta: por eso le llaman «el comodín».

¿Cuáles son los motivos por los cuales unos nominan a otros? Son motivos deterministas. Cada cual busca eliminar no sólo al que considera más peligroso sino también al que considera menos afín a su condición pirática, es decir, al que representa «al exterior» del barco: a Fran, a Roberto, el nuevo («el nominado», considerado como un submarino del programa) y a Ángel (que, a fin de cuentas, va para criminólogo). La persona más neutra y anodina, Mari Carmen, acaso está siendo ahora preservada de las ternas, hasta que sus compañeros de viaje se den cuanta de que puede ser ella la que se alce con el botín.

En vísperas de las elecciones democráticas para lendakari, los partidos políticos, aunque suelen considerar al fenómeno televisivo «Gran Hermano», como «cantidad despreciable» podrían ver en él un contramodelo de sus propias estrategias y podrían sacar provechosas enseñanzas, precisamente porque la democracia política está programada para ser la exacta contrafigura de la democracia pirática. Sin embargo los partidos políticos partitocráticos nominan a sus candidatos, eliminando a otros competidores y también los lanzan a los tiburones, al Gran Hermano constituido por el electorado vasco. La diferencia es que ahora algunos tiburones están dentro del barco y tienen un nombre propio: Euskal Herritarrok, como agente de ETA, el verdadero Leviatán. Y que, por tanto, el candidato que se haga con la victoria sólo podrá poseerla realmente si logra despedazar al Leviatán, a ETA; si no lo consigue por vía pacífica o violenta, es lo mismo, el barco se hundirá junto con los programas teóricos de convivencia.

[ 19 abril 2001 / se sigue el original del autor ]

 
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