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Interviú nº 1303, 16 de abril de 2001 |
Gran Hermano | «El ojo clínico» página 22 |
Eva «la mala» |
Gustavo Bueno |
Carlos fue ex-comulgado de la Casa porque sus modales violentos y sus opiniones «filo franquistas» hicieron de él un símbolo fácil de todo aquello que debe ser reprobado por quienes custodian lo que es políticamente correcto, lo que subvierte los valores más profundos de una democracia que se encuentra en el seguro camino hacia la paz perpetua. Consecuencia colateral de aquella excomunión ha sido la previsible salida de Fayna. Pero lo extraño es que los «modales (incluyendo los masajes) de Eva» no hayan suscitado reprobación alguna. La conducta de Eva constituye, por su obscenidad específica, una subversión de los valores éticos (individuales) y morales (del grupo) que están a la base de las normas por las que se rigen todas las sociedades humanas, desde el momento en el que, a diferencia de las sociedades animales, se definen por sus relaciones de parentesco. No se trata de atacar a la obscenidad en nombre de una defensa genérica de la intimidad; se trata de reconocer la necesidad, o la funcionalidad, de la intimidad cuando ella va referida a contenidos específicos. Ni la intimidad, en general, ni menos aún sus contenidos, son algo «sagrado», los contenidos de lo que llamamos intimidad suelen ser los menos valiosos de nuestra personalidad. Sin embargo es necesario preservar algunos en privado, por el funcionalismo de esta privacidad en la lucha por la vida. Si estoy en posesión de documentos comprometedores o simplemente de una suma importante de dinero, es lógico que la mantenga «en mi intimidad» para evitar que otras personas pueda arrebatármela. Muchos animales también reservan para su intimidad las fuentes de su alimento, y otros evitan la «obscenidad» de devorar a su presa en presencia de sus congéneres. El mismo programa Gran Hermano mantiene también la reserva de la intimidad en todo cuanto concierne a la llamada «intimidad de la cloaca». Pero la intimidad funcional más propia de los miembros del grupo humano, en tanto están siempre vinculados por relaciones de parentesco, está constituida principalmente por los contenidos de la conducta sexual de los padres ante los hijos (o recíprocamente), o de los parientes entre sí: todo esto tiene que ver con el tabú del incesto. Incluso algunas especies de primates (colobos, por ejemplo) se distancian del grupo en el momento de llevar a cabo sus relaciones sexuales. Las normas que prescriben la necesidad de mantener en privado la vida sexual íntima son tanto normas morales (por cuanto su funcionalismo tiene que ver con la estructura parental del grupo) cuanto normas éticas (por cuanto su violación puede lesionar la sensibilidad propia de los afectados, principalmente de los hijos). Eva ha mantenido relaciones sexuales mayores con Emilio, en presencia de las cámaras de una televisión formal, y ella es consciente de su obscenidad («acaso dirán fuera que yo soy la mala de España»). Ambos, es cierto, han buscado la complicidad del grupo (que no es, sin embargo, un grupo de parentesco) invitando a sus compañeros a una simulación esperpéntica de boda; pero Eva no ha tenido en cuenta ni a sus padres ni menos aún a su hijo, Abraham, que habrá visto a su madre realmente, o podrá verla en cualquier momento, en la cama con Emilio. Parece como si la Casa hubiera paralizado la «capacidad sintáctica» de Eva para imaginar los efectos que su entrega obscena a su Emilio puedan tener sobre Abraham. ¿Cómo se explica el consenso universal de partidos e instituciones reprobando los supuestos malos tratos de Carlos, y su silencio ante los derechos de los hijos, del menor, y en particular los de Abraham? [ 9 abril 2001 / se sigue el original del autor ] |
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