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Interviú
nº 1301, 2 de abril de 2001
Gran Hermano | «El ojo clínico»
página 28

Barcarrota
Gustavo Bueno
 

Gustavo Bueno

El Gran Hermano, el Pueblo, ha elegido: ha salvado a Fran y ha eliminado a Marta. En el sistema de pactos, que rigió en Gran Hermano I, era la audiencia (el «pueblo», el «gran hermano») la que tenía que ir eliminando cada quince días a un candidato. En el sistema, más europeo, de ternas, el pueblo ya no elige (selecciona) directamente, sino que lo hace a través de una terna propuesta por el «interior» de la Casa. Esto es lo que aproxima las selecciones del Gran Hermano a las elecciones de una democracia partitocrática, en las que el pueblo debe votar sobre listas cerradas, bloqueadas y ordenadas, propuestas por las cúpulas de los partidos. Y estas cúpulas saben que «quien se mueve no sale en la foto».

En el sistema partitocrático la disociación entre las tablas de valores por las que se guía la cúpula y las tablas de valores por las que se guía el pueblo, puede ser total. Y así ha ocurrido en nuestro caso.

La terna propuesta por el «interior» fue esta: Fran (8 nominaciones), Fayna (5 nominaciones) y Marta (4 nominaciones). Pero el pueblo invirtió ruidosamente el orden de la terna: fue Marta la seleccionada negativamente, la expulsada por un 59% de los electores; a Fayna sólo le votaron en contra un 30%. Pero a Fran lo salvaron de su eliminación el 88% de los votos.

Los valores y contravalores que apreció en Fran el «pueblo» eran, sin duda, muy distintos de los valores y contravalores que apreciaron los del «interior» (al menos en el momento de proponer la terna). Y no sólo eso: la diferencia estuvo también en el modo de expresar esas valoraciones. Mientras el modo del «interior» fue tibio, silencioso, escéptico (como hecho en un confesionario), en el «exterior» el modo fue caluroso, ruidoso, apasionado y público. El pueblo de Barcarrota simbolizó, en un nuevo Fuenteovejuna, a una gran parte de la audiencia española: con su Ayuntamiento al frente, los paisanos de Fran demostraron haber visto en él los valores que, desde el interior, quedaban eclipsados y cegados por otras luces diferentes.

Poco después, los del interior, que habían nominado a Marta, se arrepintieron. Intentaron disculpar su error por motivos diversos, acaso sin atreverse a reconocer que su error de origen estaba en aceptar en nominar secretamente a alguien con quien se convive como uno más de la familia. Los que se arrepintieron cometieron, por tanto, dos errores éticos: el primero, el nominar; el segundo, el tratar de explicar el signo de su nominación por la manera superficial y venal como la decidieron. El Maestro de la Ética acaso lo diría de un modo más enérgico: «El que se arrepiente de lo que ha hecho es doblemente miserable.»

Lo que no cabe en la cabeza a las legiones de críticos que se empeñan en ver al Gran Hermano como un basurero en el que nada valioso puede encontrarse, es que el pueblo pueda ver algún valor. Pero es evidente que quienes votan salvando, no votan basura. El padre del Alonso ve en el Gran Hermano un ejemplo de convivencia para las generaciones del futuro y, en todo caso, quienes votan distinguirán en esa basura muchas clases y especies. Lo que ocurre es que el propio concepto de televisión basura es él mismo un concepto basura, que debe ser barrido (basura viene de versura, de verrere = barrer), porque es un concepto confuso y oscuro. Hasta en los basureros de las aldeas se distinguen hoy las basuras orgánicas, las plásticas y los vidrios. Los críticos del Gran Hermano deberían tener un poco más de cuidado al hablar, una y otra vez, de la basura en general, porque podría ocurrir que estuviera más sucia su escoba (su cabeza) que la basura que quitan.

En televisión hay muchas clases de basura: basura ética, basura estética, basura moral, basura política, basura científica... y hay muchos contenidos que no son basura en absoluto, incluso cuando aparecen envueltos por algunas formas de basura.

¿Qué apreció el pueblo al salvar a Fran y al eliminar a Marta? Sospecho que en Fran apreció los valores primarios de la «transparencia», del equilibrio, de la simpatía y hasta del buen gusto, frente a los valores que tendrían que ver con la opacidad, la inseguridad, el kitsch, y el mal gusto (en materia de chistes, desde luego) encarnados simbólicamente (y acaso injustamente: el pueblo también puede equivocarse) por Marta.

[ 29 marzo 2001 / se sigue el original del autor ]

 
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