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El Mundo
Domingo, 12 de noviembre de 2000
Televisión
Entrevista

Gustavo Bueno / Catedrático emérito de Filosofía
«Los intelectuales aborrecen la tele debido a su propia ignorancia»

ANGEL FERNANDEZ. MADRID
Gustavo Bueno, catedrático emérito de Filosofía de la Universidad de Oviedo, es algo más que un libre pensador, es un pensador que va por libre. Autor de obras tan importantes como Ensayos materialistas, El animal divino, España frente a Europa o El mito de la cultura, acaba de publicar Televisión: Apariencia y verdad (Gedisa Editorial), que traza un análisis general de las ideas de apariencia y verdad tal como ellas se abren camino en la pequeña pantalla. Es la primera vez que un intelectual, en su acepción más pura, explora los intrincados caminos de la televisión y toma muy en serio esta experiencia de la filosofía mundana, ya que, según él, «las ideas filosóficas siempre proceden de las experiencias prácticas, políticas o técnicas».

—¿Qué razón hay para que los intelectuales no se hayan interesado ni se interesen por la televisión?

—Siempre he opuesto la figura del filósofo y la del intelectual (escritor). Da vergüenza que algunos vayan de intelectuales. Son sólo escribas que no ejercen el entendimiento. Los intelectuales españoles son una peste. Es gente totalmente analfabeta, indocta, que saben unas cuantas cosillas, generalmente de historia reciente y, sin embargo, marcan y conducen la opinión pública con unos dogmas que son eternos, eso que se llama lo políticamente correcto.

—Pero, ¿por qué la aborrecen?

—La razón de por qué los intelectuales aborrecen la tele, se mantienen alejados de ella, es por una cuestión elitista debido a su propia ignorancia. Lo primero que deberían hacer para poder criticarla es verla. ¿Cómo pueden estar mirando para otro lado cuando hay 15 o 20 millones de españoles viendo la tele?

—Para algunos la consigna es: «Apague la tele y lea un libro.»

—¿Pero qué vas a leer? Cualquiera diría que lo que vas a leer es mejor que los que estás viendo. Analiza cuáles son los programas con más audiencia y cuáles los libros más vendidos. En esto no se distinguen mucho los telespectadores y los lectores. Ya dijo Lope de Vega: «Si el vulgo es necio, es justo hablarle en necio para darle gusto».

—Tenemos entonces la televisión que merecemos.

—Cada sociedad tiene la televisión que se merece o necesita. ¿Y quién es el responsable? Si viviéramos en una dictadura con una televisión única, controlada, el responsable sería el poder, pero en una sociedad democrática, en un régimen de televisión libre, de múltiples canales opcionales, la responsable es la audiencia. Sabemos que la televisión depende exclusivamente de la publicidad y el público es el que marca los baremos de la publicidad. Si en el poder feudal el poder lo tenía la espada, en televisión lo tiene el mando a distancia, el zapping. Y eso quiere decir que el público demanda los contenidos que más le gustan.

—Contenidos que se engloban en la llamada «telebasura».

—Efectivamente. Pero la basura es también un concepto relativo. Para mí, por ejemplo, es más basura la información sobre bolsa que Tómbola. Mi tabla de valores es diferente a la de otros.

—Y al fin y al cabo, la basura también se puede utilizar como abono.

—Por eso es necesario clasificar la basura en televisión, porque hay muchas clases de basura. Es lo menos que se puede hacer con un género tan grosero como éste. Porque, además, lo que llamamos basura es la realidad que nos rodea.

—No se niegan los efectos negativos de la tele, pero también los tiene positivos.

—Efectivamente. Y los efectos positivos son muchos. En las aldeas, por ejemplo, ha liberado a la gente de un tipo de vida aldeana: los ha espabilado, los ha cambiado la indumentaria, los ha servido para darles tema de conversación. Ha sacado a la gente del idiotismo propio de la aldea. Algo a lo que parece que quieren volver las televisiones autonómicas.

—¿Y en la ciudad?

—La televisión ha conseguido subir a los que están abajo y bajar a los que están arriba.

—¿Cómo ve el futuro de la televisión con tanta oferta?

—Al haber mayor oferta se diversificarán los contenidos y se fragmentarán las audiencias. Empezarán a determinarse cuáles son las verdaderas motivaciones del individuo para elegir este u otro contenido. Esa estratificación será interesante para que los sociólogos puedan valorar cuáles son las verdaderas pulsaciones sociales.

—¿No está excesivamente demonizada la televisión?

—Puede que sí. Quemar libros parece una cosa de nazis o de la Inquisición. Apagar la tele parece un acto heróico o de libertad, ¿por qué?

 


Fundación Gustavo Bueno
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