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La Idea de Causalidad en el materialismo filosófico

Gustavo Bueno ofrece una breve exposición del lugar que ocupa la Idea de Causalidad en el materialismo filosófico. → tesela nº 7


Gustavo Bueno, La Idea de Causalidad en el materialismo filosófico

Tesela nº 8 (Oviedo, 17 de diciembre de 2009)

Transcripción GTGB ⋅ t008
La Idea de Causalidad en el materialismo filosófico
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En otra tesela sobre la causalidad subrayamos precisamente el estado de la cuestión, debida al formalismo, según el cual el análisis de la causalidad había desembocado en la Época Moderna. Formalismo que consistía, o hacíamos consistir, en la eliminación de la causa material, de la causalidad por el ocasionalismo. Y este formalismo se mantiene en Kant y otros muchos pensadores. La conclusión que pretendíamos obtener de aquella exposición de los problemas de la causalidad era simplemente que el análisis formalista de la causalidad, y particularmente cuando se reaplica a la teoría de las cuatro causas de Aristóteles, formaba un embrollo en donde la idea de Causalidad, o bien quedaba totalmente eclipsada por las diferentes causas de Aristóteles. O bien quedaba anulada prácticamente, reducida a la idea de una sucesión donde la idea de causalidad ha desaparecido, como ocurre también con el positivismo clásico, en donde la idea de causalidad también desaparece.

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Entonces, de aquí que la reconstrucción que el materialismo filosófico ofrece de la Idea de Causalidad, apoyándose principalmente en las aplicaciones y las utilizaciones de la Idea de Causalidad de diferentes ciencias, [en las ciencias] más diversas. Quizá la Idea de Causalidad es porque forma parte de unos principios más amplios sin los cuales carecería de sentido, y que están implícitos en la Idea de Causalidad. Principalmente, diremos los siguientes:

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Primero, un principio que tiene que ver con la symploké platónica, es decir, con un principio de discontinuidad. Si todo estuviera relacionado con todo, que es una de las premisas que rechaza la teoría de la symploké ya platónica, entonces no habría causalidad, no se podría determinar una causa dada de algún efecto llamado “efecto”. Por ejemplo, si yo voy al médico diciendo que me duele el estómago y que busco que me dé algún remedio que actúe sobre la causa de mi dolor, pues entonces si el médico dice que todo está en todo, naturalmente podrá decirme que hay que mirar las conjunciones planetarias, o que hay que mirar las últimas cotizaciones de la Bolsa, porque todo está en todo, y entonces no podríamos saber absolutamente nada de mi dolor de estómago. Es decir, si queremos hablar de causa, hace falta suponer que no todo es causa de mi dolor, sino que lo que ha producido mi dolor, de algún modo, es en cierto modo independiente de terceras realidades. Es decir que la causalidad implica un principio de discontinuidad, de algún modo, entre las cosas del Universo.

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En la misma línea, y por la misma razón, o muy parecida razón, la Idea de Causa, como es recurrente, puesto que la causa a su vez puede ser considerada como efecto de otra tercera, si nosotros no cortamos este processus ad infinitum que se inaugura en el momento en que la causa la reaplicamos otra vez a la propia idea de Causa, entonces hay que suponer que el principio de recurrencia ad infinitum debe ser cortado. Y ésta es una de las cuestiones más difíciles de la causalidad. Una aplicación que, por ejemplo, Mario Bunge, en su conocido libro sobre la causalidad, no tiene en cuenta. Y, precisamente, como él rechaza la causa primera, que era la solución práctica de las cuestiones de paso al límite de las cuestiones de la causalidad, de las cinco vías de Santo Tomás, por ejemplo, donde todo lo que causa es causa por otro, y así llegar hasta la causa primera; negada la causa primera, que corta el paso al infinito, entonces la Idea de Causalidad sigue líneas totalmente indefinidas, en donde la Idea de Causalidad desaparece, aunque sea en una sola línea y no en múltiples.

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Y la razón que el materialismo filosófico subraya de que estos problemas se produzcan es que se considera la Idea de Causalidad como una especie de relación binaria entre la causa y el efecto; el famoso llamado principio de causalidad, “no hay efecto sin causa”. Claro, es un principio que supone dos términos, causa y efecto, y el efecto se relaciona con la causa; el efecto es algo porque ha sido causado. Se podría decir también, “no hay causa sin efecto”; claro, si no hay efecto tampoco hay causa. Entonces estamos en una situación parecida a la que dijera “no hay tío sin sobrino” y “no hay sobrino sin tío”; es una relación puramente lógica, o semántica, o léxica que no tiene más alcance. Habría que romper ese esquema de binarismo en la relación causa-efecto. Sencillamente desconectando que el efecto esté simplemente relacionado con la causa. Y más bien está relacionado con lo que llamamos un esquema procesual de identidad material (por lo tanto, que sucede en el tiempo), y este esquema procesual de identidad es el que experimentaría una ruptura. Y el efecto entonces se mide no con respecto a la nada, sino con respecto a un esquema procesual de identidad, cosa que no puede aplicarse, naturalmente, a la causalidad divina, porque se tomaría como esquema procesual de identidad a la nada, y la nada es precisamente la negación de ese esquema. Precisamente, este asunto fue discutido en Gijón hace muchos años con René Thom, precisamente que estuvo en Gijón y planteamos este asunto y él sugirió que el esquema podría ser la nada; pero claro, la nada no es un esquema de identidad, es simplemente una forma, a mi juicio, puramente retórica de salir al paso de la objeción.

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Y entonces, el esquema causal no sería binario, sino por lo menos sería una función, efectivamente, pero de dos variables; podríamos escribirlo no y = f(x), sino Y = f(H,X), siendo H el esquema material de identidad, que corresponde o recupera de algún modo la causa material de Aristóteles (por eso le ponemos el símbolo H de hylé, como recuerdo último de hylé); y después un determinante causal que tiene ver con la causa eficiente, pero que tampoco es la causa eficiente, porque no es siempre externa. El ejemplo más rápido para aplicar esta Idea de Causalidad no binaria, sino ternaria, sería el mismo ejemplo de la inercia que hemos puesto antes, en donde un cuerpo que se mueve inercialmente y que por sí mismo no tiene causa, sin embargo, cuando experimenta una aceleración (sea por el cambio de celeridad, sea por el cambio de dirección), entonces esta aceleración que experimenta supone una ruptura del esquema de identidad, que era el esquema de la inercia. Y en esta ruptura interviene un determinante causal X, que es el que es la razón y la causa de esa ruptura; y esta ruptura tiene que estar en función del efecto Y, que es la desviación. De manera que entonces los tres factores están totalmente entrelazados entre sí: la causa, el efecto y el determinante causal.

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Naturalmente, de aquí salen multitud de análisis necesarios. Por ejemplo, para abreviar, hasta qué punto la causa material (la H que llamamos; en este caso, el móvil moviéndose en línea recta) tiene un esquema de identidad (en el caso que hemos expuesto, era la inercia), que escribimos E(X) o E(H). Porque la causa al mismo tiempo, la causa Y, el determinante causal, tiene a su vez un efecto sobre H, y viceversa, lo cual complica extremadamente el análisis, que aquí no podemos naturalmente desarrollar en esta tesela.

8 ❦ 08:28

Pero lo importante es la necesidad de desconectar desde el principio el determinante causal X de cualquier proceso al infinito. Y esto exige la incorporación de una armadura –llamamos–, “armadura de X”, en donde de algún modo X quede desconectado desde el principio. El ejemplo más rápido que podíamos poner ahora sería el siguiente. Supongamos que voy a levantar con una palanca con mi brazo una piedra hacia arriba. La piedra, naturalmente, es el H, es el esquema de identidad, y el efecto es cuando la piedra la estoy levantando con la palanca (cambiando la energía potencial, &c.). ¿Cuál sería aquí la armadura? La armadura sería, por ejemplo, el momento de la fuerza que yo aplico a mi brazo, y que en cierto modo ejerce las funciones de una especie de alternador o de sustituidor. Porque la fuerza de mi brazo, que si yo sigo en esta línea causal me obligaría a recurrir al ATP de mi hígado o de mis células, después a la alimentación, después de la alimentación al sol que produce los alimentos, y así sucesivamente, volvería al infinito; y entonces, cada vez que muevo la piedra, estaría dentro de una cadena causal infinita. Pero si consideramos la armadura (en este caso, el momento de la fuerza), resulta que, cuando la fuerza llega a aplicarse a la piedra, que se va a levantar, entonces es indiferente que sea mi brazo o que sea cualquier otra fuerza que esté actuando en el momento de la fuerza. La armadura entonces desconecta, o tiene la función de desconectar, y está presente en los hechos causales, porque si no, no habría causalidad.

Final ❦ 10:28

GTGB

En torno a la doctrina filosófica de la causalidad (1989)

Causalidad y Filosofía (Diccionario filosófico)