Respuestas
No podría haber unidad en una multiplicidad infinita
Gustavo Bueno responde a una cuarta pregunta formulada por Javier Pérez Jara: ¿Cuál es principal argumento filosófico para demostrar apagógicamente que no podría haber unidad en una multiplicidad infinita, y que por tanto, si el Mundo, aunque no sea una totalidad, tiene unidad, es una multiplicidad material finita «desbordada» por la Materia ontológico general (M)?
Gustavo Bueno, No podría haber unidad en una multiplicidad infinita
Respuestas nº 8 (14 de noviembre de 2006, 6 m)
Texto íntegro de la pregunta: ¿Cuál es el principal argumento filosófico para demostrar apagógicamente que no podría haber unidad en una multiplicidad infinita, y que por tanto, si el Mundo, aunque no sea una totalidad, tiene unidad, es una multiplicidad material finita «desbordada» por la Materia ontológico general (M)? Esta pregunta busca una explicación más detallada, que a mi juicio no se encuentra de manera suficientemente extensa en las obras principales del materialismo filosófico que he tenido a mi alcance, relativa a uno de los argumentos principales sobre la «existencia» de la Materia ontológico general (M) que trasciende el Mundo (Mi): el argumento de que si el Mundo agotase la realidad, sería infinito; pero la infinitud del Mundo destruiría su unidad, y por tanto el Mundo se disolvería, como se «disuelve», para convertirse en otra cosa, la circunferencia cuando se hace a su radio infinito. Es también importante reparar en que este argumento, que es explícito en Anaxágoras, Aristóteles, o en el propio Einstein (que habla de un Mundo ilimitado pero finito), es lanzado muchas veces desde tribunas teológicas para demostrar la existencia de Dios, contra el materialismo mundanista reductor (aunque estas posiciones teológicas «no caigan» en que un Dios infinito anegaría el Mundo, destruyéndolo, dada su simplicidad, o que en el regressus a M, el Dios personal desaparece).
Textos de referencia sobre la pregunta:
«Partiendo de la ley de la gravitación F = G(m1×m2/d2) puedo formar una serie según que m1 y m2 se sitúen en función con un aumento de d, lo que determinará una disminución de F; si d tiende a infinito, F tiende a 0; por anástasis, detengo el crecimiento de d y declaro finito al mundo de la gravitación» (Gustavo Bueno, «Sobre la Idea de Dialéctica y sus figuras», El Basilisco, 2º, 19:41-50)
«Una vez establecida la «expansión del Universo» el regressus recurrente hacia las condiciones iniciales en el tiempo, nos llevará hasta la creación del Mundo, de donde habría de salir la Idea de un Dios creador. Asimismo, desde la Teoría de la expansión, podríamos llegar a diversos desarrollos dialécticos internos: en primer lugar, el desarrollo de la expansión, partiendo de una cantidad de masa fija en el universo; esto nos llevaría a tener que admitir un universo cada vez menos denso y con una fuerza gravitatoria cada vez menor (al crecer los cuadrados de sus distancias). En el límite, la metábasis nos conduciría a un universo difundido por el espacio infinito, es decir, a la desaparición del universo en el curso del tiempo.
Estas consecuencias sólo podrán evitarse deteniendo por anástasis el proceso de expansión, mediante postulados ad hoc (del mismo modo a como se evitó llegar, siguiendo los incrementos sucesivos de la velocidad de la luz, al límite, por metábasis, de la propagación instantánea, y deteniendo esos incrementos en el valor c).
Otro tanto ocurre cuando el proceso de desarrollo tiene lugar en dos líneas convergentes que se trazan en la inmanencia del campo gravitatorio: el incremento de acumulaciones, en el lugar que ocupa un «objeto astronómico de referencia», de masa gravitatoria determinante de una deformación del espacio que tiende a su «contracción» hacia un punto, así como el de la «lentificación» del tiempo: la catábasis lleva aquí a la identificación de ambos procesos en la singularidad dada en el fondo del «agujero negro». Singularidad que algunos físicos interpretan como el punto de fuga del universo físico, desde su inmanencia. Una «fuga» que comporta la aniquilación (a través de la llamada «espaguetización») de la materia atrapada en los sumideros cósmicos.
Algunos tratarán de llenar este no universo o vacío cósmico al que conduce la singularidad mediante especulaciones sobre una «espuma cuántica» capaz de ocupar el vacío cuántico (es decir, imaginando ese no universo desde categorías tomadas del universo real). Otros preferirán detener la aniquilación de materia, a la que lleva el proceso de catábasis, postulando por catástasis el proceso en el llamado «horizonte de los sucesos» del agujero negro.» (Gustavo Bueno, El mito de la felicidad, 2005, págs. 128-129)