Fundación Gustavo Bueno
La Nueva España Oviedo, sábado 13 de diciembre de 2008 | Sociedad y Cultura página 50 |
De izquierda a derecha, José Miguel Oriol, presidente de Ediciones Encuentro; Gustavo Bueno, Jon Juaristi, Guadalupe Arbona, catedrática de Literatura de la Facultad de Ciencias de la Información de la Complutense, y Javier Prades, catedrático de Teología Dogmática
Madrid, Modem Press
«Extiendes la vista por el mundo y ves que el papa Benedicto XVI es de lo poco aprovechable que anda por ahí». Cada intervención pública del filósofo Gustavo Bueno deja un puņado de sentencias como la reseņada, que en este caso sorprende quizás un poco más de lo habitual por el declarado ateísmo militante del catedrático de la Universidad de Oviedo. Gustavo Bueno hacía pública así su admiración por el pontífice en el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid durante la presentación en sociedad del libro Dios salve la razón (Ediciones Encuentro).
En esta obra, diversos intelectuales de primera línea, provenientes de diferentes países, tradiciones religiosas y posiciones culturales, se dan cita para recoger el desafío planteado por Benedicto XVI en su célebre lección magistral en la Universidad de Ratisbona en septiembre de 2006: Ampliar la razón. Así, Gustavo Bueno, Wael Farouq, André Gluksmann, Jon Juaristi, Sari Nusseibeh, Javier Prades, Robert Spaemann y Joseph Weiler coinciden, desde diferentes perspectivas, en proponer un nuevo humanismo que integre de manera renovadora la relación entre fe y razón. Recogen así el guante lanzado por Joseph Ratzinger quien afirmó aquel 12 de septiembre en el Aula Magna de la Universidad de Ratisbona: «En el diálogo de las culturas invitamos a nuestros interlocutores a esta amplitud de la razón».
Diferencias religiosas
Sin embargo, Gustavo Bueno no ve nada claro ese diálogo porque «entre las tres grandes religiones monoteístas (cristianismo, judaísmo e islamismo) no puede haber diálogo sin bronca». Así, el propio Bueno y el profesor vasco Jon Juaristi, que hace ya más de 25 aņos que se convirtió al judaísmo, coincidieron en que la razón sí está presente en el caminar religioso de judíos y cristianos, pero «en el islam hay una separación absoluta de las dos esferas: fe y razón».
Gustavo Bueno, cuyo comentario sobre la lección magistral de Benedicto XVI es el más extenso del libro y el que da título a la obra completa, fue quien más tiempo ocupó en su exposición, de las dos horas que duró la charla-coloquio de presentación de la obra. Comenzó su disertación con la teoría que desarrolla en el libro: «La mayor racionalidad del cristianismo está en los dogmas revelados: la reencarnación y la Santísima Trinidad».
A partir de ahí, tras dejar claro que «soy ateo y creo que Dios no existe», afirmó que para él la importancia del cristianismo «no es tanto Dios sino la Iglesia Católica» y que el «racionalismo del cristianismo proviene de la Iglesia Católica porque Dios no es racional». Hasta el punto de que «la Iglesia ha sido la salvación de la razón».
Bueno asegura que la importancia de la teología dogmática católica proveniente de la tradición escolástica, radica en que «utiliza la filosofía para demostrar que la teología dice lo mismo que la razón, para mostrar que es inteligible». Aquí engarzó la importancia del discurso del Papa en Ratisbona, cuya «lección de teología escolástica es admirable».
Juaristi explicó cómo durante su juventud tuvo «dificultades para encajar fe y razón» porque, a su entender, «el diálogo entre la fe y la razón científica lleva a callejones sin salida». Sin embargo, esta lucha, a su juicio, no se da en el judaísmo «que vive en torno a la ley y no a la fe». Explicaba el escritor vasco que en la religión judía «no hay teología, que es el intento de aplicar la razón a la fe, sino que hay una hermenéutica, una tradición rabínica porque es una religión en la que el centro no es Dios sino la Torah y ésta es una ley razonable».
Tras todas estas sesudas reflexiones y para finalizar, Gustavo Bueno, aprovechando la pregunta de uno de los asistentes a la presentación, dejó para el recuerdo otra de sus célebres sentencias: «La verdad del cristianismo no está en Dios, que no existe, está en la Iglesia».
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