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El Comercio
Gijón, miércoles 4 de mayo de 2005
Sociedad y Cultura
 

«Don't worry, be happy!»
Gustavo Bueno vuelve a ser centro de la polémica con su nueva obra, 'El mito de la felicidad', en la que critica con dureza a los libros de autoayuda, a ciertos psiquiatras y al Estado de bienestar

Filósofo. Gustavo Bueno considera que la felicidad no es sólo una cuestión filosófica. / Pañeda

Rubén Espiniella / Oviedo.

Dice Gustavo Bueno que el objetivo de su nuevo y polémico libro, 'El mito de la felicidad (Autoayuda para desengaño de quienes buscan ser felices)', presentado ayer en LibrOviedo, es demostrar que la felicidad no puede seguir siendo considerada como una cuestión fundamental de la filosofía. «Quienes lo mantienen –subraya– son ideólogos, meros creyentes o impostores».

El varapalo de Bueno va dirigido sobre todo a los numerosísimos libros de autoayuda suscritos por «firmas eminentes» que están llenando las librerías de «literatura basura» dirigida a «débiles mentales». Asimismo, denuncia la usurpación de la idea de felicidad que ha hecho la sociedad de mercado basándose en el modelo norteamericano, donde todo está orientado hacia el llamado Estado de bienestar. «Ahora –apostilla– ser feliz es una obligación, y el que no quiere serlo es un degenerado a ojos de la sociedad. Es como lo del lema 'Don't worry, be happy!' ('¿No te preocupes, sé feliz!'), promovido por el avatar indio Meher Baba y popularizado por el cantante Boby McFerrin».

Arguye el prestigioso filósofo riojano –ovetense de adopción– que la importancia del tema de la felicidad «está en función de la manera según la cual se conciba el destino del hombre, el destino del género humano». La felicidad, como cuestión filosófica, no puede quedar reducida, según su criterio, «a la investigación de los procedimientos posibles para que los individuos controlen sus emociones o puedan pasar ratos agradables en el tanque de agua salina sobresaturada, entre los amigos o en un convento de geishas». Para él, todas esas cuestiones de carácter práctico «carecen de interés filosófico, sin perjuicio de que puedan alcanzar una gran importancia para la mayoría de las gentes que leen libros de autoayuda o que piden cita para la consulta del psiquiatra, del psicólogo, del masajista o del Dalai Lama».

Destino humano

En su tesis, la cuestión de la felicidad está únicamente entrelazada «con la cuestión del destino humano o, si se prefiere, con la cuestión del lugar que corresponde al hombre en la jerarquía del Universo».

Gustavo Bueno sostiene que el verdadero creador de la filosofía de la felicidad es Aristóteles, porque fue él quien estableció «las dimensiones propias de la idea de felicidad». Santo Tomás de Aquino fue quien construyó por primera vez la verdadera concepción positiva de la felicidad, «de un modo no limitativo, sino, por decirlo así, expansivo, 'faústico'». Los dos, junto a Plotino y Spinoza, «son los pensadores que han comprendido que la cuestión de la felicidad está vinculada a la cuestión del destino del hombre». De ahí que aquélla «no pueda ser reducida al campo de la psicología, ni de la sociología, ni al de la política. Ninguno de esos campos puede dejarse al margen, pero ninguno de ellos puede ser sustitutivo o sucedáneo de la concepción filosófica de la felicidad».

Según Bueno, «sólo podemos decir que nos ocupamos de la felicidad humana cuando nos enfrentamos con la metafísica o con la ontología de la felicidad». En su opinión, «lo que resulta intolerable es escuchar de la boca del pobre diablo que acaba de comprar una sesión de inmersión en cámara de agua salada que 'él ya ha resuelto el problema de la felicidad'. Este pobre diablo (que sin embargo ha dispuesto de dólares o de euros suficientes para pagar las sesiones) es el que nos recuerda la sentencia de Goethe: 'La felicidad es de plebeyos'».

Obra estructurada

La nueva obra de Gustavo Bueno está estructurada en tres fases. En la primera nos presenta la problemática de la felicidad humana en función de un principio orientado a establecer la conexión entre el hombre y la felicidad. La segunda estudia la felicidad como si fuera un 'tratado', teórico o doctrinal', lo más aproximado a una disciplina «no versada sobre letras o palabras, sino sobre realidades antropológicas o zoológicas». Y la tercera recoge los materiales dispersos tratando de reorganizarlos en función de los «principios de 'gestión de los destinos' que al hombre le puedan corresponder».

En su introducción, el profesor Bueno se adentra en lo que se ha dado en llamar 'literatura de la felicidad', en una clara alusión a ese gran número de libros de autoayuda que se han ido publicando durante siglos, pero también para lanzar la idea –apoyándose en la interpretación anglo-zen– de que «la felicidad no está en los libros, en la literatura, sino en la vida». Y añade lo siguiente: «¿Acaso Dios, que es feliz por esencia, necesita leer libros sobre la felicidad?». Y lo remata de forma harto irónica: «Los jóvenes españoles son los que mantienen el grado de felicidad más alto de Europa, según resultado del informe 'Juventud en España 2004' realizado por el INJUVE –Instituto de la Juventud– y el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. ¿Tendrá que ver este resultado con el bajo índice de lectura de los jóvenes españoles?».

De todos modos, no duda en afirmar que «la escritura nos ha ayudado a comprender». Y es que «escribir o leer les sirve a muchos para pasar ratos felices». Es un camino que dejó abierto Don Quijote, «a quien los libros le hicieron vivir mientras creyó en ellos, porque, cuando dejó de hacerlo, murió».

La literatura de la felicidad es, para Gustavo Bueno, el lugar donde nació la idea de la felicidad y la fuente en la que se realimenta. «La idea de felicidad es, ante todo, una figura literaria, puesto que sin ella, sin la escritura, no existiría el Estado; sólo mediante la escritura cabe establecer las leyes y la Historia».

 


Fundación Gustavo Bueno
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