![]() |
![]() |
La Nueva España Jueves, 30 de noviembre de 2000 |
Sociedad y cultura páginas 58-59 |
«Es uno de los libros más importantes que se han escrito sobre la esencia de nuestra patria.» Esta es la primera conclusión del autor al leer el libro «España frente a Europa», de Gustavo Bueno, al tiempo que proclama que ha llegado el momento de que «los economistas entremos en liza» para contribuir a analizar una obra que, en su opinión, «constituye la primera respuesta seria a muchas interrogaciones que comienzan a abrumar a los españoles». |
El profesor Bueno, sobre España |
Juan Velarde Fuertes ¿Un libro más sobre el problema de España este del profesor Bueno,{1} a cuya primera edición, de octubre de 1999, ha seguido una segunda en marzo de 2000? Después de leerlo la respuesta es inmediata: se trata de uno de los libros más importantes que se han escrito sobre la esencia de nuestra patria. Tras su lectura, creo que es preciso que los economistas entremos en liza. Los grandes pensadores, como es el caso de Popper o el de Francisco de Vitoria, y ahora el de Gustavo Bueno, ayudan al economista. Éste encuentra más claras cosas que antes contemplaba con confusión y comprende que sus ideas, sazonadas con las de estos maestros del espíritu, se hacen más nítidas. Pero también existen los pensadores ramplones, quienes, además, se dedican a pontificar sobre economía, exponiendo últimos ecos de campanas cuya procedencia desconocen y sobre las que nos desorientan, confundiendo las de las catedrales con las esquilas de las cabras. Véanse, por ejemplo, en este sentido, sin salir de este libro de Gustavo Bueno (páginas 251 y 252), las sandeces de Toynbee sobre el impacto de la plata americana en Europa. Demasiados de estos engreídos no tienen en cuenta aquello de Max Planck, quien le confesó a Keynes que había abandonado el estudio de la economía porque le parecía muy difícil. Keynes, en su biografía de su maestro Marshall, ofrece una explicación que, además, se liga con su postura de que encontrar a un buen economista es tan difícil como topar un «pájaro raro», pero esas cosas a los engreídos Toynbee les traen sin cuidado. En cambio, repito, del libro de Gustavo Bueno un economista no se cansa de recibir sugerencias, de ver aclarados caminos. Me ha acompañado desde finales del mes de agosto de este año. Me asombró que de sus relecturas todavía conseguía sacar un abundante y nuevo fruto. Debe agregarse que el libro llega, además, en el momento oportuno. Conviene explicarlo. Éxito económico, agobio político Para entender a España, la economía no había tenido parte notable. Sólo con un empleo muy ramplón del «hismat» se podían intentar comprender hechos tan esenciales para conformar nuestra nación como la conversión de Recaredo, la larga Reconquista, la colonización de América y del Pacífico, las luchas en el ámbito europeo de los Habsburgo primero y, con un cambio radical de alianzas, de los Borbones después, o incluso la guerra civil. Los españoles, en la gran cita de la Revolución Industrial, a caballo de los siglos XVIII y XIX, estuvieron ausentes, como habían estado ausentes en la gran cita de la ciencia de los siglos XVII y XVIII. Automáticamente, por ese papel central que esta Revolución Industrial pasó a tener en la vida de la Humanidad desde ese siglo XIX, todo se alteró. Las diferencias de niveles de consumo de los españoles y de los habitantes de otros pueblos se ampliaron notablemente en contra nuestra, en un proceso que está perfectamente cuantificado por los trabajos de Angus Maddison, Leandro Prados de la Escosura, P. Bairoch y Julio Alcaide Inchausti. Este proceso de apertura del abanico de las rentas en disfavor de España transcurre, y los datos que existen son muy plausibles, de 1820 a 1960. Al llegar España a este último año, emprende dos grandes transformaciones entrelazadas. Comprende que, como se había explicado en 1928 por Allyn Young en «The Economic Journal», en el artículo «Increasing returns and economic progress», no es posible un fuerte desarrollo sin el despliegue en un gran mercado y que el único ámbito en que esto puede darse es el comunitario. De ahí la Carta de Castiella de 9 de febrero de 1962, que muestra que España se apresta a aceptar los retos derivados de la integración europea. Todo lo demás que sucedió después –Acuerdo Preferencial Ullastres, de 1970; firma del Tratado de Integración en la Comunidad Económica Europea, en 1985; ingreso en el sistema monetario europeo, en 1989, y fundación de la Unión Monetaria, en 1999, con otros diez países– es un largo corolario de aquella Carta. La ruta seguida para esta gran transformación exigió, de paso, el abandono de la política nacional de neutralidad, que había sido el eje de nuestra diplomacia desde la Restauración –con textos del profesor Javier Rubio en la mano, habría que decir que desde que Prim no quiere participar en la acción de Bismarck contra Francia, que se va a cerrar con Sedán– y que llega hasta la II Guerra Mundial. En ésta, Serrano Súñer inició la que había de ser una tímida aproximación al Eje, pronto sustituida por nuevas declaraciones de neutralidad. Pero con el inicio de la guerra fría, en 1947, todo se iba a alterar. Los acuerdos con Norteamérica de 1953 van a significar, como la Carta de Castiella, el inicio de una etapa nueva que, con nuestra activa incorporación a la OTAN y a las alianzas de la Unión Europea, hasta llegar a las intervenciones bélicas contra Serbia con motivo del conflicto de Kosovo, muestra con claridad que el panorama es otro.{2} Sencillamente, imaginar en tiempos de Clarín que las fábricas de armas ovetenses de La Vega y de Trubia pasarían a disputarse entre la norteamericana General Dynamics y las alemanas Krauss Maffei y Rheinmetall parecería algo inconcebible. La alternativa, sin embargo, a todo esto sería una extrema pobreza y una absoluta indefensión frente a cualquier ataque externo. Lo confirmó la soledad en el largo choque con Marruecos que se inició con el conflicto de lfni y del Sahara, que únicamente se atenuó porque hería intereses franceses que facilitaron una solución inicial, que se rompió de nuevo con la Marcha Verde. El hambre y la humillación eran, pues, repitámoslo, las salidas únicas que se ofrecían al mantenimiento de un statu quo heredado de la realidad anterior, proteccionista y neutral. Todo esto sitúa a España en unas nuevas coordenadas que jamás podía imaginar. Automáticamente, tanto lo uno como lo otro alteran radicalmente aquello que Gustavo Bueno sitúa como centro de lo español: «Si España alcanza un significado característico en la Historia Universal es en su condición de Imperio civil no depredador» (página 16). Pero la realidad que convierte, como ya sabe el último paisanín asturiano, nuestra economía nacional en una comunitaria, y nuestra beligerancia en las filas del llamado mundo occidental, es posible, a priori, que transforme esta realidad. Si es así, cabe la posibilidad de que se altere la esencia de España. Contra separatistas Precisamente, toda una serie de derivados del Romanticismo, defensores de nacionalismos y separatismos de toda laya, acechan, con singular deleite, este choque con Europa. Consideran que eso de la Europa de los pueblos, o de las regiones, puede ser la ocasión para sacar adelante ideologías y posibilidades que, aunque nacidas en el siglo XIX, y aun más atrás, no parecía que tenían posibilidades reales en un régimen de nacionalismo económico y de neutralidad. La conversión de Cambó en Gijón, el 8 de septiembre de 1918, duodécimo centenario de la batalla de Covadonga, es una muestra clara de que, en aquella España, estas ideas no podían prosperar gran cosa a poco que existiesen unos políticos mínimamente hábiles. La nueva coyuntura histórica, sin embargo, daría la impresión de ofrecer nuevas posibilidades para el auge de separatismos. Henos, pues, ante una cuestión de filosofía de la Historia de mucho calado, porque, aunque hemos resuelto de modo espléndido la cuestión económica, he ahí que no sucede lo mismo con la política. Este libro del profesor Bueno constituye por eso, a mi juicio, la primera respuesta seria a muchas interrogaciones que comienzan a abrumar a los españoles. Porque de lo que se ocupa este libro es de si la liquidación en 1898 y 1899 del Imperio real en el Caribe, Oceanía y Asia –habría que añadir las fechas de la retirada de Marruecos, la cesión de Ifni, la concesión de la independencia a Guinea Ecuatorial, la retirada del Sahara, e incluso la apertura de la verja de Gibraltar o el silencio ante la ocupación marroquí de la isla de Perejil–, al combinarse con el peso creciente de lo comunitario, supone una ascensión de la idea de que la identidad histórica universal de España puede ya ser sólo «simplemente asunto propio de los arqueólogos o historiadores profesionales, de los científicos del pretérito» (página 19). Al abandonar tal identidad histórica universal, automáticamente se aúpan los separatismos, y el proceso de la subdivisión puede tender casi al infinito. Lo que inmediatamente sucede es que si eso se acepta así, los fragmentos ya tienen otro juego en lo económico. Su decadencia no sólo en el ámbito comunitario, sino sencillamente por la existencia del sistema globalizado, no tiene duda para todo economista que haya leído, enlazándolo, el mencionado artículo de Allyn A. Young y el principio de la causación circular o acumulativa de Gunnar Myrdal, con sus círculos viciosos y virtuosos en el libro de éste «An american dilemma: the negro problem and modern democracy» (Harper, 1944); con antecedentes en la otra de Knut Wickssell, de 1898, «Geldzins und Güterpreise bestimmenden Ursuchen» (Gustav Fischer, Jena), o más aún, en el posterior libro de Myrdal «Economic theory and undendeveloped regions» (Harper, 1957). Para escapar de un forzoso hundimiento, los separatistas habrán de buscar otros yugos que serán mucho menos llevaderos que el que consideran que tienen que soportar hoy, pero la cosa no tendría ya remedio. El caso actual de Cuba, y su oscilación entre la sumisión al imperialismo norteamericano o una decadencia económica que conduce a la degradación, lo prueba. Tampoco han resultado famosos los resultados movidos por los escritos de Rizal en Filipinas y de Betances en Puerto Rico, y no digamos lo sucedido en Guinea Ecuatorial, fruto de las ideas radicalmente separatistas de MONALIGE, y en el Sahara, tras la equivocación garrafal del Frente Polisario, alzándose contra España, lo que le condujo a tener que combatir, al poco tiempo, contra un durísimo imperialismo marroquí, quien de paso no ha tratado con suavidad a los políticos que combatieron a España en el Rif, esa región habitada hoy por un pueblo depauperado que sólo halla una solución para sus problemas económicos en el cultivo de la droga o en la emigración masiva. Pero estos castigos inexorables resultan chico consuelo si se da un paso más allá de lo que Bueno dice en la página 367: «La pérdida de la identidad imperial –en 1898- determinó, pasada su primera fase, la debilitación de la unidad nacional. No se trata, por tanto, de repetir la idea de que "Castilla hizo a España y Castilla la deshizo". Más bien diríamos que el Imperio hizo a España y que su caída, si no ha deshecho su unidad, al menos la está haciendo retemblar.» Europa, América, el Islam Es preciso seguir reflexionando. Debemos recapitular que sin Europa es imposible un fuerte desarrollo económico español. Pero, al mismo tiempo, éste puede reforzarse si se atina con una nueva inserción con Iberoamérica. El primer paso ya se ha dado, sustituyendo la emigración de mano de obra por emigración de capitales. De nuevo, al analizar despacio lo que sucede, y lo que puede acabar sucediendo en esta emigración –repasemos las tesis del profesor Bueno de la página 380 y aprovechemos su entramado– es que esta llegada de inversiones directas «se estructura a partir de las cadenas de relaciones, punto a punto (de lo que emigra con emigraciones preexistentes o con empresas amigas)... que ya residían en el Nuevo Mundo. La estructura aplicativa (funcional) de ese flujo se aprecia más claramente a medida que haya (inversiones) más frecuentes... En cambio, la emigración (de capitales anglosajones o del resto de Europa) no fue aplicativa, sino de aluvión» y, al revés de lo que puede suceder en la América hispana, crea unas condiciones absolutamente diferentes. Iberoamérica, de momento –veamos lo sucedido con el Tratado de Libre Comercio de México–, tiene tan escasa renta que sólo puede optar entre un enlace con la Unión Europea o con Norteamérica. Sola va camino del desastre. Aquí es donde se encuentra la raíz de un papel clave para España. Y he de añadir que la propia dinámica de la Organización Mundial de Comercio y lo que amenaza a la política agrícola común en el seno de la Unión Europea van a ayudar a lo que Bueno indica como gran objetivo en la página 388, insistiendo en la 389: «La única manera de que las organizaciones de agricultores españoles dejen de formar frente con los franceses en su oposición al Mercosur reside en su confederación con la América hispánica.» Todo esto es muy complejo, va a requerir una creación colosal de un sector industrial agroalimentario en España, como indica Jaime Lamo de Espinosa, y, de momento, sólo se puede soñar con ello. Para convertir eso en realidad confortable y no pesadilla es necesario estudiarlo muy a fondo. En Europa también se observa un incremento notable de la influencia del Mediterráneo. Por su conexión con los crecientes mercados del Asia del Pacífico a través de Suez, los puertos de este mar comienzan a desempeñar un papel parecido al de los de América del Norte, desde San Francisco a Vancouver. Inmediatamente surge la posibilidad de una nueva confrontación con el Islam que puede hacer añicos todas estas realidades positivísimas. Una combinación de las aportaciones de Ibn Jaldún y de lo que sobre el imperialismo islámico señala Bueno en las páginas 279-284 aclararía mucho del nuevo papel de España, no en balde físicamente fronteriza con esa oleada creciente, demográfica e ideológica, que vemos que comienza a intentar anegar a Ceuta y Melilla. Puntualizar esto en Europa y conseguir su firme respaldo militar es algo que no se puede hacer al margen de la Unión Europea. Es necesario seguir. La obra de Gustavo Bueno, sobre todo, es una formidable llamada de atención para iniciar una acción. Es preciso, por ello, discutirla y puntualizarla, porque, si no, el sueño que de ella se desprende puede convertirse en nada. Costa, ante el encogimiento de hombros colectivo por parte de los políticos de la Restauración cuando se planteó la cuestión de la Micronesia, que se saldará en 1899 con su venta a Alemania, tras hacer unos análisis de prospectiva económica del Pacífico que se han mostrado acertados un siglo después, pronunció esta amarguísima frase dirigida a los españoles de aquella época: «¡No tienen valor ni para soñar!». Esperemos que en una segunda parte de este ensayo, el profesor Bueno no tenga que repetir el apóstrofe. {1} Gustavo Bueno, «España frente a Europa», Alba Editorial, Barcelona 2000, 2ª edición, 477 págs. {2} Sin ir más lejos, en este momento, en Europa, con participación española, existen las siguientes fuerzas multinacionales: el Eurocuerpo, compuesto por cuatro divisiones blindadas y mecanizadas proporcionadas por Alemania, Bélgica, Luxemburgo, España y Francia, con el puesto de mando en Estrasburgo y que tiene el deseo de adquirir la capacidad de cuerpo europeo de reacción rápida; el Eurofor una fuerza operacional rápida europea que tiene el puesto de mando en Florencia y que agrupa, desde 1995, destacamentos españoles, franceses, italianos y portugueses; el Euromarfor, con la participación, también, de españoles, franceses, italianos y portugueses, para operaciones marítimas y anfibias, aunque sin estructura permanente; la FAMI, o Fuerza Anfibia Hispano-Italiana, que es una realidad desde 1997; finalmente, el GAE, o Grupo Aéreo Europeo, con su puesto de mando en High Wycombe, en Gran Bretaña, para operaciones aéreas conjuntas con medios facilitados por Alemania, España, Francia, Italia, Holanda y Reino Unido. Por supuesto, aparte está nuestra participación en la OTAN, así como el Centro de Interceptación de Satélites de Torrejón de Ardoz, vinculado a la UEO, o Unión de Europa Occidental. |
Fundación Gustavo Bueno www.fgbueno.es |