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La Gaceta de los Negocios Madrid, martes 7 de noviembre de 2000 |
Civilización página 51 |
Gustavo Bueno / Filósofo |
«La televisión promueve la comunicación no verbal» |
«Deberán elegir muy bien a los concursantes de la segunda parte de Gran Hermano para que no fracase» |
Carlos Bueno Madrid. Un auténtico tratado filosófico en torno a la caja tonta. Ése ha sido el último trabajo del filósofo Gustavo Bueno, que ve la luz bajo el título Televisión: apariencia y verdad, en la editorial Gedisa. El profesor, que presentó el libro ayer en Madrid, considera el invento uno de los grandes ingenios del hombre. Y lo defiende de cualquier crítica. «¿Quién habla de telebasura? La basura apesta y el televisor no emite olores de ningún tipo, que yo sepa. Además, cada vez hay más formas distintas de basura», dice. ¿Será reciclable, al menos? —¿Cuánto tiempo ve usted la televisión? —Entre dos y tres horas diarias. —¿Eso es poco o mucho? —Para ser teleadicto, hay que verla más de cinco horas y de forma ininterrumpida. Yo no llego a ese nivel. —Y ¿qué puntuación le merece la televisión en España? —Habría que definir con respecto a qué criterios, pero, creo que, en cuanto a contenidos, tenemos una de las mejores ofertas de Europa. —¿Se merece este invento un estudio tan sesudo como el que ha desarrollado? —Desde luego que sí. Desde su invención, las influencias en el ámbito de la comunicación humana han sido tremendas. Recuerdo cuando compré mi primer televisor, que mis compañeros en el claustro de la universidad me lo echaron en cara. ¿Cómo podía perder el tiempo en eso? No podemos vivir de espaldas al progreso. Ahora, cuando me llaman para participar en algún debate en la televisión, de vuelta a la universidad me siguen poniendo caras raras. Allá ellos. —¿Y cómo mira un filósofo la televisión? —Yo, al menos, la veo como un naturalista, digamos. Es como el que va al zoológico, que ve seres antropomorfos, gallináceas, y cada uno hace lo que le parece. Yo pienso que hay que tener un enorme respeto hacia cada diferente modo de pensar. —Usted la sigue viendo como un elemento socializador. —De esto ya hablaba Leo Bogart, de cómo la televisión había contribuido a unir a las familias en el hogar. —Las une, pero las mantiene en silencio. ¿No cree que con la televisión, siempre se hacen más complicadas las tertulias familiares? —La televisión promueve la comunicación no verbal, silenciosa. No es necesario hablar para estar comunicados, pues cada uno va haciendo gestos y reacciona de una forma u otra ante una imagen o una escena determinada en la televisión. Es una nueva forma de comunicarse. —¿Cree que se ha idolatrado demasiado la televisión? —Ha habido de todo, pero creo que sí. Los primeros teorizadores del invento, como McLuhan con La aldea global, donde todos nos íbamos a poder conocer, ya vieron un poco la repercusión que aquello tendría en el futuro. Tiempo después, la Escuela de Frankfurt renegó de ella y empezó entonces a hablar de la telebasura y de efectos perniciosos, dentro de la teoría crítica. —Entonces, ¿con la televisión nace una nueva sociedad? —Continuamente se está regenerando la sociedad. No sólo la televisión hizo surgir unos nuevos modos de entender las relaciones humanas, sino que se plasmó en cosas dispares como el fútbol mismo. Creo que el fútbol es una de las instituciones de la sociedad post-industrial que ha permitido que la televisión siga adelante. La mitad de la población o más, cuando ve el fútbol, no sólo está viendo el fútbol, sino que está repartiendo el tiempo en forma de fútbol. No se mide ya el tiempo por las fiestas, sino con respecto al siguiente partido. Y tener el tiempo organizado es fundamental para cualquier sociedad. —Tampoco habrá que olvidar el papel de la televisión como negocio. —Desde luego que no. Ya no sólo en cuanto al fútbol, sino que son las audiencias las que fijan los contenidos. —¿Está bien que el único criterio sea la masa que sigue tal o cual moda? —Cuando había una única televisión estatal, sólo se veía ese canal. Con la multiplicación de la oferta, el público es mucho más libre de decidir y entonces llega la guerra. Yo creo que aquello que decían Hegel y Hobbes de que el estado natural del hombre es la guerra se refleja a la perfección en la evolución de la televisión. Las cadenas públicas no han tenido más remedio que seguir las mismas reglas del juego, que son las de la selección natural y la lucha por la supervivencia de Darwin. —¿No hay otras reglas entonces, aparte de las leyes de oferta y demanda? —En una sociedad de mercado, parece que no. —¿Tenemos la televisión que merecemos? —Hay una realimentación completa entre la televisión y la vida de cada individuo. No sólo decide el programa que triunfará o no, sino que, a través de los spots publicitarios, recibe información de productos o servicios que luego disfrutará... Está totalmente integrada en la sociedad. La audiencia es responsable de lo que tenemos. —¿Van los programadores por delante de los gustos de los telespectadores? —No lo creo. Ellos van probando y, de hecho, se equivocan a menudo. También triunfan, como fue el caso de Gran Hermano, donde consiguieron las mayores cotas de audiencias. —En cambio, parece que la moda ha terminado. El experimento de Antena 3 con «El Bus» no ha sido del todo bien recibido. —Sí, porque han elegido mal a los concursantes y se les nota que imitan a los de Gran Hermano. —¿Ve entonces que la segunda parte de «Gran Hermano» que prepara Telecinco fracasará? —Es muy posible, a menos que elijan muy bien a los protagonistas. —La apariencia y la verdad juegan a confundir en la pantalla. —Incluso cuesta distinguir la verdad de la apariencia. Y hay gente que aún no se termina de creer que el hombre haya pisado la Luna. Yo sí me lo creo, pero no tengo argumentos hacia quienes piensan que el alunizaje del Apolo XI pudo haber sido un montaje de la NASA. Perfil El catedrático de Filosofía Gustavo Bueno abandona de vez en cuando las aulas de la Universidad de Oviedo para participar en debates televisivos. Su último trabajo, Televisión: Apariencia y Verdad (editorial Gedisa) tiene por protagonista al medio de masas. Director de la revista El Basilisco y autor de obras como Ensayos materialistas o El mito de la cultura, no se siente intelectual. «Me dan vergüenza ajena los que se autoproclaman intelectuales. ¿Qué pasa? ¿Acaso tienen más intelecto que el resto?» |
Fundación Gustavo Bueno www.fgbueno.es |