La Nueva España Martes, 31 de octubre de 2000 |
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EL FILÓSOFO PRESENTÓ AYER EN OVIEDO UN ENSAYO QUE FORMULA LA PRIMERA TEORÍA GENERAL DEL MEDIO Y QUE NIEGA LA «CAJA TONTA» Y LA «TELEBASURA» |
Gustavo Bueno: «Cada pueblo tiene la televisión que merece» |
«Cada pueblo tiene la televisión que se merece». Con esta frase lapidaria, Gustavo Bueno, catedrático de Filosofía y uno de los intelectuales más destacados de este siglo, concluyó la presentación de su libro «Televisión: apariencia y verdad», celebrada ayer en la librería Cervantes de Oviedo. Un libro que propone la primera teoría general de la televisión, desarrollada a partir de la contraposición enunciada en el título y que le lleva a determinar el poder decisorio del público tanto como la influencia social del medio. «La televisión reforzó la estructura de la familia», dice. Bueno negó la «caja tonta» y la idea del «espectador pasivo» y afirmó que la televisión formal –en directo, frente a la televisión material, de imágenes grabadas– «no es simplemente mímesis o reproducción: es la propia realidad». Una idea que había subrayado anteriormente Javier Neira, periodista de LA NUEVA ESPAñA y «deudor» del filósofo, en sus palabras de introducción al acto. Jugando con uno de los conceptos sobre los que descansa el pensamiento de Bueno, la «symploké» –todo está relacionado con todo, pero en determinada manera–, y con la actualidad: Ana Rosa Quintana, su libro plagiario y su «negro» plagiador y traidor, Neira resolvió que Bueno «es el “negro”, o el “contranegro” de Platón, de Aristóteles o de Kant, que nunca pensaron ni siquiera en que pudiese existir algo como la televisión». Bueno, con este nuevo libro, consideró, «está haciendo historia». La basura como reflexión El «padre» del cierre categorial rechazó la tan traída y llevada etiqueta de «televisión basura»: una definición de uso diario en los medios y que Sartori consagró en su libro «Homo videns», donde el pensador italiano viene a decir que el hombre se ha degenerado desde que, con la televisión, dejó de ser «Homo locuens», hablador, y empezó a ver. «La basura televisiva está en función de la basura del televidente, dice Sartori, y a quien lo lee le pasa como uno de los secretos del éxito de “La rebelión de las masas” de Ortega, que el que lo leía inmediatamente se sentía minoría selecta». Según el filósofo, «el que dice “la caja tonta” sugiere que es tan inteligente que no le interesa aquello». A propósito de la «telebasura», Bueno trajo a colación una anécdota surgida en una de sus comparecencias en los medios para analizar el fenómeno «Gran hermano»: un sesudo programa intrigado por las razones que llevaban a tan alto pensador a ocuparse de tan bajo asunto. La respuesta la tomó del «Parménides» de Platón, donde, en una conversación entre el joven Sócrates y el viejo Parménides, se concluye que «la idea de basura merece una meditación profunda». Con esta anécdota enlazó Bueno sus cuitas con los profesores espantados por su presencia frecuente en los papeles. «Fue una de las razones de mis enemistades con mis colegas de la Universidad, que veían eso como una indignidad; no estaba a la altura de la pureza académica de aquellos señores». La caverna catódica Uno de los tópicos más frecuentados por los teóricos del cine es el de su asimilación al mito platónico de la caverna. No hay tal, afirma Bueno. «La televisión permite deshacer esa analogía. El cine no tiene nada o poco que ver con la caverna. La caverna es la televisión formal. La sesión de cine, topográficamente, es una esfera, una burbuja: estamos dentro de una habitación y dentro de ella hay una máquina que proyecta una película sobre una pantalla. En la televisión formal estás viendo una imagen que procede de fuera y que no se proyecta en nada, las imágenes van directamente a los ojos». Es la noción de clarividencia, uno de los pilares de su libro. «La televisión pone a nuestro alcance la clarividencia reservada a los magos o los brujos de ver a través de cuerpos opacos. Altera nuestra conducta de primates. Permite ver no una reproducción, sino la realidad misma. Nos pone en presencia de realidades dramáticas, en el sentido de lo que transcurre en tiempo presente, que no es el instante, el ahora, la línea del tiempo que corre, sino una situación producida por un conjunto de personas susceptibles de influirse recíprocamente. ¿Televisión pasiva? Quien ve televisión está activo, si no, se dormiría. La televisión ofrece la propia realidad a sujetos activos, una especie de colegio invisible en situación de interactividad...». |
Fundación Gustavo Bueno www.fgbueno.es |