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ABC
Madrid, domingo 5 de marzo de 2000
12M Elecciones 2000
páginas 34-35

Entrevista con Gustavo Bueno, filósofo

«El pacto de la izquierda con el nacionalismo está determinado a desguazar España»

MADRID. José María Ortiz

Gustavo Bueno, marxista a su modo, lleva décadas refundando en Asturias el materialismo dialéctico. Descree de la filosofía como un conocimiento ensimismado que no se derive de otros saberes y, naturalmente, denuncia la ideología como tapadera del interés. Desde esa posición, pie a tierra, pero también desde el platonismo propio del filósofo-rey, desgrana en esta entrevista su visión de la derecha y la izquierda.

—Usted es materialista en un mundo que avanza sobre algunos mitos como la globalización o el crecimiento económico continuo. ¿Encuentra un sostén material para ellos?

—La globalización tiene como fundamento las nuevas tecnologías, que nos tienen conectados. Pero es algo especulativo, como se ve en Mozambique. Lo que se llama globalización es la estructura actual del panorama internacional, dominado por EE.UU. La globalización es lo mismo que cuando se habla de la unidad planetaria. Es algo muy teórico. Lo que vemos más son las distancias entre nosotros, las diferencias. Me pregunta usted por el sustrato material, y la idea del materialismo histórico está tan disuelta en todas las ideologías actuales que forma ya parte de ellas.

—¿Es ese el elemento del marxismo que perdura hoy en la izquierda?

—Realmente, creo que nadie lo sabe. El otro día iba a dar una conferencia en la cuenca minera sobre la izquierda y la derecha. Al empezar a hablar vinieron los policías y me dijeron: interrumpa usted ésto, que hay una amenaza de bomba. Pregunté por el que había llamado, y era un individuo que se despidió diciendo «Gora ETA». Aunque luego no fuera de ETA estaba en esa onda, ¿no?, porque aquí en Asturias hay algunos que han votado a HB, y se llaman de izquierdas.

—¿Y cómo se explica usted eso?

—Por el desconcierto de lo que es la izquierda. Muchos toman la palabra izquierda o derecha como si fueran concepciones generales del mundo, y dicen «yo soy de izquierdas» como otro diría «yo soy musulmán».

«Izquierda transformadora»

—De hecho se empiezan a observar elementos fascistas dentro de ese movimiento, ¿no?

—Ah, por supuesto, totalmente. Pero el fascismo es un concepto utilizado como insulto o calificativo, o como una metonimia: el fascista es el de un grupo político que tiene una estrategia de carácter violento. También sería fascista el estalinismo, y se confunde a Stalin con los nazis.

—Sin embargo, esa alianza que mantiene con una cierta burguesía sí es característica del fascismo.

—Sí, bueno, y los componentes racistas, por ejemplo, son una de las cosas más características. Pero yo a lo que me refería es a que la izquierda y la derecha juegan, sobre todo en época electoral, como conceptos ideológicos sin prácticamente contenido empírico. Cuando se dice «la izquierda transformadora», ¿cuál es su programa político concreto? Las referencias históricas de la izquierda han ido cambiando. No estoy diciendo que no haya diferencias entre izquierda y derecha, pero sí que la utilización que hacen de ellas los partidos políticos en liza, la partitocracia,es completamente gratuita, ideológica, propagandística. Sobre todo por los de izquierdas que llaman «derechona» a los otros. Se llama de izquierdas a un partido porque prefiere a Mahler o a Wagner, o porque dice que él es la cultura. Yo he escrito un libro sobre la cultura y no sé lo que se quiere decir con eso.

—El «progreso», ¿qué es?

—Hace tres o cuatro años di un curso sobre el progreso, que me está pidiendo ahora la editorial, y ahí intenté analizarlo desde sus orígenes. En aquéllo no quedaba títere con cabeza. Es una idea totalmente metafísica que no tiene ni pies ni cabeza. El marxismo tradicional se incorpora a esa idea, como todo el siglo pasado, pero es una de sus ideas más arcaicas. El propio Marx era cauto.

Ideologías

—Es decir, que la derecha y la izquierda se atacan mutuamente y se aplican etiquetas...

—No, la derecha no se la aplica a sí misma, porque dice que es el centro. La izquierda sí se reafirma como izquierda, y llama derecha al centro.

—Entonces sólo en la izquierda perdura una vocación de ideología.

—No, porque como es ideología es falsa conciencia.

—Exacto, sigue siendo el concepto marxista de la ideología como máscara de unos determinados intereses.

—Ahí está, es falsa conciencia. En España hay un punto central: antes del hundimiento de la URSS, cuando el PSOE empieza a desconectar del marxismo, del leninismo, etcétera. Pero mantuvo algunos símbolos externos, como la socialdemocracia alemana: la Internacional, o el puño en alto, que es un símbolo estoico. Claro, cuando se oye cantar la Internacional una vez desaparecido el proletariado... Es un concepto que no se puede utilizar hoy día. Cuando la izquierda empieza a llevar una política completamente alineada con el capitalismo, concretamente en España cuando empieza a defender la UE, la OTAN, pues ya no es izquierda en sus contenidos empíricos. Y cuando ves que las alianzas resultan ser con partidos nacionalistas que hablan de autodeterminación, como pasa en el País Vasco... Se puede decir: hombre, el centro, la derecha, también pacta con Pujol... Pero es muy distinto ese pacto que no compromete el futuro de España de los pactos con el Bloque Gallego y demás, que están deliberadamente determinados a desguazar España. Acabo de oír a una señora en la radio que, cuando le han preguntado si era española, ha dicho que no, que era catalana y andaluza. Claro, es un grado tal de necedad, que esa pobre señora es víctima de estos pactos y estas cosas.

—¿Y qué ha fallado ahí? ¿La filosofía, que no ha formado ciudadanos?

—Pues tiene mucho que ver, porque la Constitución estuvo asentada sobre filosofías que venían de otros lados, como Ortega, etcétera. Casi todos los ponentes eran profesores de Filosofía, de Filosofía del Derecho o de Derecho Constitucional. Eran gente en contacto con la literatura propia de la Revista de Occidente. Y ahí se hizo un consenso sin acuerdo, prudente, práctico, para ir tirando, para la realpolitik, y se pusieron una serie de conceptos totalmente contradictorios relativos a la identidad, la unidad, la cultura. El artículo 44, cuando dice que el Estado deberá garantizar el acceso de todos los españoles a la cultura, ¿a qué cultura se refiere? ¿La maya, la azteca? La idea de cultura que utilizaron era una mera ideología para salir del paso.

—¿Y cómo podríamos superar esta situación?

—Es muy difícil. Las encuestas del País Vasco, donde el 25 por ciento quiere la independencia, no coinciden con lo que dicen los políticos. Yo creo que aquí la clase política tiene una responsabilidad tremenda, en gran parte por su ignorancia supina.

«Los políticos han jugado con fuego, y se han creído una serie de ideas por falta de autocrítica. Yo me doy cuenta muchas veces: vas a una conferencia y te faltan los políticos. ¿Qué es lo que están haciendo? Nada. Pero es que no se quieren enterar»

—¿Han jugado con fuego?

—Sí, han jugado con fuego, y se han creído una serie de ideas por no haber tenido la suficiente autocrítica. Yo me doy cuenta muchas veces: tú vas a una conferencia y te faltan los políticos. ¿Qué es lo que están haciendo? Luego te enteras de que nada. Pero es que no se quieren enterar. Los políticos están al día a día urgentísimo, pero sus directrices generales son unos prejuicios sistemáticos que repiten porque no pueden improvisar. Se guían por analogías. Llamar a esto derecha e izquierda es completamente... Es vergonzoso decir que alguien es de izquierdas porque era amigo de Buñuel, de Alberti o de Lorca, o porque diga que se nos ha incoporado la «derechona». ¡Pero coño, si estamos hablando de hace cuarenta años! ¿A qué extremo de vacuidad llega el estar hablando de Mahler o de Lorca?

Problema ausente

[En este punto de la entrevista Gustavo Bueno ya ha tomado carrerilla más que sobrada. Así que continúa por sí sólo, sin necesidad de impulsarse sobre pregunta alguna:]

—Otro hecho que a mí me parece gravísimo en esta campaña es la ausencia prácticamente total del problema fundamental, que es el problema de España. Y en cambio se hace fuerza en la subida del PIB, muy importante, pero que es algo determinado por todos. La partitocracia constituye una deformación sistemática de la democracia. Cada partido tiene sistemáticamente que atacar al otro.

—¿Y qué fórmula política podría sustituir a esa partitocracia?

—Que la partitocracia no tuviese el control del Poder Ejecutivo.

—¿Y quién lo detentaría?

—A quien se eligiera en unas elecciones distintas de las del Legislativo. Sería un modo de evitar el control del partido dominante. Se aproximaría un poco a una democracia, no a una partitocracia.

—A lo mejor cuando se diseñó el sistema se creía que España estaba invertebraba, y es un error, quizá.

—Se pensaba ésto porque se temía el planteamiento del PCE de la lucha de clases. Aunque en un famoso informe de Dolores Ibárruri también se hablaba ya de la autodeterminación, del Estado federal.

Autodeterminación

—Es decir, que la responsabilidad de la izquierda al jugar con estos conceptos viene de largo.

—Es gravísima, gravísima. Sobre todo porque ahora el PSOE se ha incorporado a esta ideología, y esa es la responsabilidad que tiene si gana las elecciones. Pero no tiene sentido hablar de esa autodeterminación: ¿cuál es el sujeto de esa autodeterminación? ¿Quién se autodetermina? ¿El pueblo, el País Vasco, Cataluña?

[Y aquí Bueno remata su discurso con una sombría alusión a Europa:]

—La cuestión de Europa significa para muchos, para los vascos nacionalistas y los radicales catalanes y gallegos, no ser español. Es liberarse de España. He oído aplicar a España una frase de Marx sobre Rusia: «Prisión de naciones». Esa es la Europa de las naciones donde nos encontraremos todos. Y para otros, para muchos que se oponen a ésto, ser europeo no es dejar de ser español, pero sí tenerlo como el pelo de la dehesa. Ya somos europeos, y podemos olvidarnos de todo lo que ocurre aquí. El libro de Fusi sobre España, por ejemplo, está en esa línea, que ve a España dentro de lo occidental. Es la tesis de la homologación de Julián Marías, a quien Fusi no cita. Pero yo sí creo que España es diferente.

 

De psiquiatra a filósofo

—Le veo a usted en la posición platónica que demanda la pronta intervención del filósofo-rey.

—Por supuesto. Si la filosofía tiene algún sentido no es para resolver problemas individuales, que para eso están los masajistas o los psicólogos, sino problemas políticos, o relativos a la ciencia. Pero no, en absoluto, para resolver problemas de tipo existencial. Hoy día, el desarrollo de la fisiología o de la medicina para este tipo de problemas personales... Le digo ésto porque yo, durante muchos años, en Oviedo, realmente estaba haciendo de psiquiatra en la institución. Era la época del existencialismo, y a la institución le llamaban «el confesionario». Tenía allí un montón de jóvenes entonces, y muchos me decían que se querían suicidar porque tenían «angustia existencial». Yo les decía: pues nada, me parece muy bien, yo le doy la pistola. No venía ni uno. Y ésto se lo decían a un profesor de Filosofía porque creían que él era el que iba a resolver sus problemas existenciales. El papel de la filosofía no está ahí, precisamente, sino en problemas de tipo público y político.

 


Fundación Gustavo Bueno
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