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La Nueva España
Jueves, 4 de noviembre de 1999
Asturias
página 34

EL CATEDRÁTICO DE FILOSOFÍA ASTURIANO OFRECIÓ EN OVIEDO LA CONFERENCIA INAUGURAL DEL XXIII CONGRESO NACIONAL DE ASESORES FISCALES

El catedrático de Filosofía asturiano Gustavo Bueno abrió ayer el Congreso nacional de asesores fiscales, que se celebra en Oviedo. Los organizadores acudieron a un filósofo para inaugurar sus sesiones de trabajo, y Bueno, que durante meses se había documentado a fondo para la lección, no defraudó. Destacó el carácter político de los asesores por encima incluso de su naturaleza de técnicos muy cualificados, e indicó que los tributos son una crítica radical al derecho de propiedad. Concluyó que los asesores deben tomar partido.

Gustavo Bueno: «Los tributos son una crítica radical al sistema de propiedad»

Gustavo Bueno, durante la conferencia que ayer ofreció en el Auditorio de Oviedo a los asesores fiscales.
Oviedo, Javier NEIRA

El catedrático de Filosofía de la Universidad de Oviedo Gustavo Bueno abrió ayer con una conferencia magistral el XXIII Congreso nacional de la asociación española de asesores fiscales. La materia del congreso es muy técnica y específica sin embargo Bueno, yendo al fondo del asunto, se hizo con el público que celebró cada una de sus ironías y que al final le dedicó una ovación como casi nunca se produce en una conferencia.

La sesión se desarrolló en el Auditorio a partir de las ocho de la tarde. Oviedo fue presentada como una «ciudad imperial», en la línea de las tesis de Bueno que a su vez fue presentado como «un comedor de pan», término estoico que el filósofo asturiano suele utilizar para autodefinirse. Se notaba que los organizadores del congreso conocían bien sus planteamientos y que por eso le habían invitado a inaugurar las sesiones.

Bueno tomó la palabra después de varias intervenciones de bienvenida a los congresistas por parte de los organizadores y de reflexiones sobre la figura del asesor fiscal. De pie, citó en primer lugar al rey Lear al decir: «Me ocupo en ser lo que parezco». Así agradecía las palabras elogiosas que antes le habían dedicado. Después se preguntó para abrir la conferencia cuál era su papel allí, en el Auditorio, en el congreso de asesores: «¿Qué hace un profano como yo en este templo de un saber determinado?».

El filósofo encontró en seguida semejanzas entre los asesores fiscales y los planteamientos de la escolástica y hasta les sugirió que reeditasen un opúsculo del filósofo español del siglo XVI Francisco Suárez sobre la materia por su gran actualidad.

Indicó que en torno a los tributos hay varios principios y de diversa naturaleza como el artículo 32 de la Constitución española que habla de su exigencia y el artículo 12 que se refiere a la igualdad. Bueno destacó el relativismo del derecho tributario y dijo que de todos modos nunca se trataría de un postulado eterno que explicase todas las alternativas sino de un criterio más potente que los demás.

Bueno, citando a los clásicos, recordó que sobre el espacio sólo se podía hablar geométricamente. Y que lo mismo valía para el derecho tributario por lo que en ese punto debería terminar la conferencia, lo que provocó la hilaridad del público. Pero no, añadió, y puso otro ejemplo: el triángulo es una figura del espacio pero es anteriormente una forma que aparece en la Trinidad y en otras muchas configuraciones que le preceden. El filósofo negó el planteamiento reduccionista según el cual todo lo que se dice sobre tributos debe enunciase en términos jurídicos y para argumentar su tesis abordó la naturaleza del Estado de derecho afirmando que el tributo es una figura descolgada del derecho. De nuevo parafraseando a Shakespeare dijo: «Hay muchas cosas en el tributo que no caben en el derecho tributario». Y remató: la dialéctica del Estado de derecho no implica que el Estado se reduce a derecho.

Bueno afirmó que «la ideología del Estado de derecho es gremial, la defienden los juristas». Y puso el ejemplo paralelo de un relato en el que un médico quería medicalizar una villa francesa del siglo pasado para lo cual convirtió el hotel en hospital y logró incluso que todos los habitantes se pusiesen el termómetro a la misma hora todos los días. Una parodia que trasladada al Estado y a los juristas resultó tan ilustrativa como divertida para el público.

Después el filósofo planteó su tesis central: «El tributo hay que verlo desde una perspectiva política. Y eso incluye una teoría del Estado». Repasó a continuación diversas utopías. Citó, por ejemplo, ideas de Marx según las cuales en la sociedad avanzada desaparece el Estado y con el los tributos «y los asesores fiscales», añadió, lo que fue recibido con nuevas risas por el público.

Bueno indicó después que «la tributación se necesita para que funcione el sistema político» y supone el propietario. El tributo desconecta al contribuyente porque no sabe adónde va el dinero que da «y esa desconexión indica que la clave del tributo está en las obligaciones que impone y en la manera en que integra al individuo». Y llegó al sarcasmo: «Le quitan el dinero a la gente para la cultura, para poner la ópera "Turandot" en el Liceo, algo surrealista verdaderamente». La obligación de tributar «le indica al contribuyente que su propiedad no es realmente suya. En el fondo el mensaje es: trabajas y así ganas dinero pero sólo porque el sistema te lo permite. Los tributos son una crítica radical al sistema de propiedad».

Bueno pidió una moratoria parta completar su conferencia y se preguntó qué era un asesor fiscal en el amplio y complejo contexto que había dibujado. Respondió con otra paradoja: «Está fuera de contexto. Trabaja para un cliente particular pero asimismo ayuda a la agencia tributaria a hacer los papeles. No flota por encima del proceso político sin contaminarse. Toma partido en sus asesoramientos. O es un guerrillero que sabotea el sistema fiscal o es un colaborador de Hacienda, a la que ayuda a recaudar. Está dentro del sistema político aunque sea un técnico y por eso debe reflexionar a qué partido pertenece».


Tomado de la edición digital de La Nueva España (Oviedo)

 


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