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La Nueva España
Martes, 26 de agosto de 1997
Avilés
página 9

Los cursos de La Granda

Bueno: «Es imbécil quien diga que hay razones para mantener la edad penal»

«Los jóvenes llegan al entorno de ETA porque buscan una integración que la sociedad, carente de modelos, no les ofrece», dice el filósofo

Gustavo Bueno, ayer, tras su intervención en los cursos de La Granda.
S. ALVAREZ-RUEDA

El filósofo Gustavo Bueno aseguró ayer que no existe ninguna razón de peso para mantener la edad penal en los 18 años y no rebajarla hasta los 16. La polémica abierta después de que un dirigente del PP aludiera a esta posibilidad como alternativa al vandalismo en Euskadi no tiene fundamento, según el profesor, ya que en ambos casos es sólo una convención social.

La aparente contradicción entre que la mayoría política se adquiera a los 18 años y la penal a los 16 es fácilmente subsanable, dijo Bueno. «La desarmonía en estas instituciones se soluciona permitiendo que voten a los 16 años». A pesar de todo, el filósofo quiso matizar su postura: «No es que esté de acuerdo con la reducción de la edad penal, sino que no veo razones en contra. Fijar los 18 años como regla fija es un absurdo porque es una frontera ficticia, y el que diga lo contrario es un imbécil porque son convenciones».

La reducción de la edad penal sería, añadió, un elemento disuasorio que puede servir para suavizar los constantes enfrentamientos callejeros que se producen en el País Vasco. Bueno, que participaba en un curso sobre la «Sociopatología de la adolescencia» en La Granda, justificó su postura aludiendo a que las definiciones de cuándo una persona es adulta «civilmente» dependen de cada sociedad. Para el filósofo, es imprescindible diferenciar entre pubertad y adolescencia ya que cada término alude a realidades bien distintas. El primero es meramente biológico, mientras que en el segundo entran en juego las convenciones de cada sociedad.

Gustavo Bueno explicó que, a diferencia de la pubertad, que depende sólo de las leyes biológicas, la adolescencia viene marcada por el entorno. Así, en las sociedades primitivas cerradas, el paso de la pubertad a la madurez estaba claramente definido y constreñido a las leyes de cada grupo. Sin embargo, en las sociedades industrializadas modernas se da al joven una total libertad de elección. Esta situación es la que genera la aparición de los movimientos violentos, si no va acompañada por una instrucción adecuada y crítica sobre la realidad, algo –dijo– muy difícil y que muy pocos pueden dar. Según el profesor, los valores tradicionales se han perdido y, frente a ellos, el joven se encuentra en el caos. ETA renueva sus adeptos entre los jóvenes –añadió– «porque necesitan una salida, una integración que la sociedad no les ofrece, al haber desaparecido los modelos que había. Frente a valores típicos, surgen la insumisión al Ejercito o a la patria. Ante esto, se crea un nuevo ideal, que es Euskadi, y esto es exclusivamente efecto de la educación. Eso no va en la sangre. No hay glóbulos rojos que sepan hablar euskera o catalán».

La pérdida de los valores –insistió– explica el fenómeno nacionalista vasco ya que aparecen nuevos ideales «utópicos y basados en falsedades, pero que dan sentido a la vida, aunque sea meramente psicológico».

 


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