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Joyce España enero-febrero 1996 |
Arte de vivir nº 34, páginas 46-49 |
Gustavo Bueno. Sabio y ajeno a cualquier tipo de ambigüedad moral, nada tiene que ver con los pensadores capaces de reducir la filosofía a un best-seller. ¿En qué piensa Gustavo Bueno, catedrático emérito de la Universidad de Oviedo? |
¿En qué está pensando? |
Una suficiencia snob y desganada ha usurpado el lugar de la filosofía. En París, Poulantzas, Debord y Deleuze se han quitado de en medio tirándose al vacío desde un piso alto; a Barthes lo atropelló un coche, a Foucault lo mató el sida y Althusser murió en un frenopático después de estrangular a su mujer. En Oxford, los filósofos han renunciado a cambiar el mundo, prefieren hacer crucigramas. En España, una lerda legión de trombones cultiva la obviedad como si fuera una virtud. Pero en las periferias aún resiste algún ágora que no tiene cuentas pendientes con su propia formación. Por las calles de Oviedo pasea Gustavo Bueno, una cabeza ajena al decadentismo, a la evasión o a la ambigüedad moral. No sé si es un legislador de la razón o un artista del concepto, pero me consta que busca aún las caras múltiples de algún dios desconocido. Desde luego, es un observador implacable del desolado hormiguero humano. Sin duda, es un sabio. En su casa de Niembro, en el oriente asturiano, se escucha la fatigosa respiración del mar. Allí tuvo JOYCE el privilegio de escuchar su voz: algo así como el canto del urogallo en medio de los graznidos de los gansos. |
Texto: Gonzalo Ugidos / Fotos: Jaime Villalba
— Es el emblema de la antigua dialéctica. Tritura con su mirada todo lo que tiene alrededor. Los filósofos tienen que triturar también para entender y poder convertir las cenizas de lo real en el humus de una floración nueva. JOYCE. Todos los optimismos históricos se han hundido. Parece que la única revolución que todavía tiene cuerda es la feminista. ¿Qué pasa con las mujeres? — Distingo entre dos conceptos de inteligencia, en el sentido psicológico-social y en el sentido histórico-cultural. Yo he pasado toda mi vida entre mujeres, mi familia, mi madre, mi tía, mi otra tía... Dirigí un instituto femenino y por mi experiencia aseguro que la inteligencia psicológico-social de las mujeres es mayor. La otra inteligencia es de segundo grado, el resultado del estudio, y las mujeres han estado muy ocupadas criando hijos. JOYCE. Por eso los grandes artistas son en su mayor parte hombres. — Hay quien dice que las obras culturales las hacen los hombres por envidia de las mujeres, porque las mujeres paren hijos. Los hombres hacen mentiras en lugar de realidades. Sombras en lugar de cuerpos. Pero el caso es que esas mentiras, esas sombras han mejorado el mundo, han creado la cultura. Hay quien dice, incluso, y pretende documentarlo, que todas las obras de matemática y física atribuidas a hombres las hicieron mujeres y fueron plagiadas por hombres. En fin, creo que esto es un delirio feminista. JOYCE. No crea usted. Algo de eso hay. Detrás del conocido dramaturgo Martínez Sierra estaba su mujer María de la O Lejárraga. Detrás de Brecht estaba, al parecer, también, su primera mujer. A Voltaire le enseñó matemáticas y física su amante. Hay, sin duda, más casos. — Sí, pero la anécdota no hace la categoría. «La abundancia de aprendizajes que necesitamos actualmente para vivir agota nuestra vida, quita tiempo para la reflexión crítica.» JOYCE. Vivimos tiempos antifilosóficos y cobardes. La cultura de la riqueza ha suplantado a la riqueza de la cultura. — Estamos tan llenos de ocupaciones que a veces queda la duda de si estamos desperdiciando la vida. La abundancia de procesos y de conceptos que necesitamos para vivir agota toda nuestra vida. Tengo que aprender a conducir un coche, a manejar un ordenador, hablar un idioma y asimilar una serie de funciones necesarias para desenvolverme que me quitan tiempo para todo lo demás. O sea, para mirar críticamente el mundo y mi propia vida. La sobresaturación anula la reflexión y el mundo se queda desprovisto de referencias. El desarrollo del concepto de democracia ha producido una perversión: como todas las opiniones valen igual, con independencia de que sean o no argumentadas, el mundo se convierte en una selva simbólica sin postes de orientación. «El llamado pensamiento débil es un error de diagnóstico garrafal que sólo responde a motivaciones comerciales de las editoriales.» JOYCE. Pensamiento débil. — Del llamado pensamiento débil enmiendo la totalidad porque es un error de diagnóstico garrafal que sólo responde a motivaciones comerciales de las editoriales. Al pensamiento fragmentario no se le puede llamar débil, sino todo lo contrario. No podemos llamar débil a una máquina que produce trabajo. El que es débil es el motor de primera instancia, el perpetuum mobile, porque no produce nada. Además, no es cierto que en nuestro tiempo no se totalice, no se piense en el Todo. Todo lo contrario. Las totalizaciones que hacen los físicos, las teorías del Todo, son grandes relatos que quieren dar cuenta del Todo. Estamos totalizando más que nunca, todo es global. Fíjese usted en el desarrollo planetario de los mass media, o en organizaciones como la OMS o la ONU que están totalizando continuamente. Jesucristo dijo: «ld y predicad a todos los hombres», pero todos los hombres eran entonces los del Mediterráneo. Ahora la voz del nuevo profeta es realmente ecuménica y planetaria. Nunca fue el pensamiento menos fragmentado. JOYCE. Pues ya me dirá usted cómo se explica el éxito de El mundo de Sofía, ese manual de filosofía para mentes sin dientes. — Se explica por las mismas razones que El nombre de la rosa de Umberto Eco. La gente viaja, ve las abadías, pero no se entera mucho. El nombre de la rosa sirvió como el manual de instrucciones de la lavadora, aplicado a las abadías. El mundo de Sofía es algo similar. Después de la tecnificación y de la desaparición de la filosofía en el bachillerato porque la gente decidió hacerse médico o ingeniero, la gente ha oído vagamente cosas. Un libro como éste es ideal para los hijos de los padres de los adosados. La filosofía crítica, la filosofía inmersa en el presente que no sea una colección de opiniones antiguas no vende. La gente lee novelas de Soledad Puértolas, que son en realidad culebrones. Refinados, pero culebrones. JOYCE. Pues algunos sostienen que la filosofía es también un género literario. — No lo creo. Si a la filosofía se le dota de un objetivo preciso de tratamiento de ideas, su necesidad es total porque todos los días tenemos necesidad de tratar ideas. Por eso ha surgido lo que yo llamo filosofía genitiva, por llamarla de alguna manera. Se dice, por ejemplo, «la filosofía de las tarjetas de crédito» o «la filosofía del tercer plan de laminación de Ensidesa». (En la época de Franco supongo que lo llamarían «teología del plan de Ensidesa», ja, ja.) ¿Por que se dice ahí filosofía? Porque hacen falta políticos, técnicos, sociólogos... La decisión última se toma entre otras posibles. Es una decisión nacional, no científica. 0 sea, que es filosofía. «Hay saberes firmes históricamente alcanzados que implican la crítica del relativismo cultural y piden una validez universal.» JOYCE. Dígame algo sobre su filosofía. — Hay una concepción de la filosofía como fuga saeculi según el prototipo neoplatónico: los asesinatos, las matanzas, el asalto y saqueo no deben preocupar al sabio que está por encima de esos accidentes. Es una filosofía exenta respecto al presente que nos sitúa en un mundo intemporal. Hay otros grupos de filosofías inmersas en el presente. Son evidencias, saberes firmes históricamente alcanzados que implican crítica del relativismo cultural y que piden una validez para todos los hombres y para todas las culturas. Por ejemplo, la virtud de la generosidad tal como la definió Espinosa. Ahí estoy yo. JOYCE. Hoy viven en el mundo tantas personas como las que han vivido en todas las épocas anteriores. Pero parece que hay ahora menos genios, menos héroes y menos santos. ¿Es un espejismo o la prueba de nuestra decadencia? — Quizá sea un espejismo. Nos falta perspectiva histórica para juzgar a la humanidad de hoy. Sólo la distancia nos permite valorar. La obra del genio, del santo o del héroe se mide por sus consecuencias. JOYCE. La vanguardia, la élite, «la crème»..., esa gente guapa y espiritual. — Es el territorio de los tejedores del traje invisible del Conde Lucanor. El territorio del misterio y de la impostura. Alguien da la voz de mando y decide que algo tiene prestigio y los demás entonan el mismo graznido de admiración simulando comprender el valor de algo que no lo tiene. El traje que dicen admirar no existe. El rey está desnudo. Y el niño que lo proclama es el filósofo. JOYCE. Ópera. — Fui una vez en Sevilla. Creo que la ópera italiana clásica es deleznable, es un signo de distinción burguesa. Aunque la ópera, como otros objetos de la cultura burguesa, la hizo en realidad el pueblo. Las mesas Luis XV no las hizo Luis XV, sino sus ebanistas. JOYCE. Cultura. — La idea de cultura objetiva es un mito de consecuencias políticas muy peligrosas. Nace de la distinción católica entre el reino de la Gracia y el de la Naturaleza. Los dones del Espíritu Santo se vierten sobre la naturaleza y la ensalzan. Cuando en el protestantismo el Espíritu Santo deja de soplar desde arriba y sopla a través del pueblo viene el volksgeist o el folklore. Volk y Folk vienen del latín vulgus. La cultura es profanación de la Gracia. Es el aparato ortopédico que embrida la naturaleza. Puro mito que da lugar al relativismo cultural y a las guerras étnicas. El disco botocudo del indio amazónico Rahoni tiene tanto derecho a existir como la ceremonia del sati en la India, por la que se quema a la viuda en la misma pira de su difunto marido. JOYCE. Lo dice con ironía, claro. — Sí. La ironía es la única defensa de la razón ante su propia impotencia. JOYCE. En realidad, aquí lo único realmente importante es el fútbol. — El fútbol es funcionalmente muy necesario, si no existiera habría que inventarlo. Forma parte de la cultura industrial que entretiene el ocio de los trabajadores y los relaciona con otros. Políticamente cohesiona, restablece los lazos comunitarios y de pertenencia gracias a los himnos y los colores. También educa. La gente sabe dónde está Dortmund por el Borussia. Además, para entender el fútbol se necesitan cientos de palabras como goal average, outside, o medio volante, que requieren un desarrollo intelectual considerable. JOYCE. Estamos llegando al final... — Pero no de la Historia. JOYCE. ¿No? — No. Fukuyama es ridículo. La Historia no se acaba por tener vídeo y votar cada cuatro años. «La moda es un fenómeno que me interesa. Contra lo que afirma Desmond Morris, el hombre no es el mono desnudo, es el mono vestido.» JOYCE. Moda. — Me interesa. Por qué cambia, cuáles son los flujos de su desarrollo. Contra lo que afirma Desmond Morris, el hombre no es el mono desnudo, es el mono vestido. Ir desnudo a la playa es ir vestido con el traje cero. JOYCE. Un deseo. — Déjeme que le enseñe la última novela de Pedro de Silva. (Me la enseña y la abre por la página 153. La acción se desarrolla en el año 2044 y habla del «cierre categorial del profesor Gustavo Bueno.») ¿Ve usted? Si esta prospectiva se cumpliera y se hablara de mí dentro de cincuenta años se habría cumplido mi deseo, que es el de Hesíodo: que mis palabras rebasen el arco de mis dientes. JOYCE. ¿Se arrepiente de algo? — Hay un teorema de Espinosa que postula que arrepentirse es ser dos veces miserable. Es apasionante conversar con el sabio de Niembro, pero es difícil entrevistarlo. Se le agolpan las ideas, se le bifurca el discurso, relaciona un concepto con su vecino y éste con su antecedente y sus respuestas se hacen exactas, pero largas. Podar la densa maraña de sus vislumbres acaso sea traicionar la meticulosa alquimia del filósofo. Pero yo, como el escribiente de Melville, no pude evitarlo. |
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