Escuela de Filosofía de Oviedo
Luis Carlos Martín Jiménez
Contra lo divino
20 de diciembre de 2021
¿Qué vamos a exponer? Se trataría de hacer una doctrina general sobre el fundamento sacro de ciertas configuraciones que se determinan desde relaciones trascendentales con los hombres. Una doctrina general sobre la influencia de las cosas (entes impersonales e inertes) en los sujetos, es decir, el tratamiento sistemático de una serie de fenómenos del campo sebasmático, no reducible al aspecto técnico (lo sorprendente, maravilloso, sublime, milagroso, que se vincula a ciertos objetos), que están involucradas con otras formas de devoción o sacralidad, pero que tienen una especificidad propia del eje radial.
¿Qué necesidad hay de este tratamiento filosófico? Como estos fenómenos tienen tratamientos muy distintos según sea la perspectiva desde la que se traten, ya sea mítica, categorial, histórica, antropológica, axiológica, política, &c, hay que determinar los quicios de sus planteamientos y los límites de sus tratamientos. Principalmente porque tienden a rebasar sus campos respectivos categoriales, y extenderse por todo el campo antropológico y la totalidad del campo histórico, extendiéndose al cosmológico.
Hablaremos de hierofanías para referirnos a fenómenos [del griego hieros (ἱερός) = sagrado y faneia (φαίνειν)= manifestar] como el acto de manifestación de lo sagrado, cuando se refiere a una toma de consciencia de su existencia, cuando éste se manifiesta a través de los objetos de nuestro cosmos habitual (un análogo a teofanía). Preferimos este término más neutro, a otros cargados de significación y más restringidos como iconodulia o idolatría.
El problema es que la fuerza o la influencia que ejercen estos objetos no es universal, sino que su dominio va vinculado a un significado cuya positividad, según sea su fuerza para desbordarse a otros grupos, es vista como negativa o amenazante por otros grupos, precisamente al reconocerle su fuerza, obligando a su destrucción o a su denigración. De modo que la koinonía o dialéctica en estos campos es obligada desde un principio. Ya sea entre los tratamientos, los antropológicos frente a los históricos, como entre fases históricas, o entre las propias categorías involucradas.
Se trata de la recuperación de toda la fenomenología esotérica (la pars pudenda) pero persistente y muy influyente, de tradición espiritual, secreta, que recorre toda la historia a través de ideas sobre el poder de los números, el poder de las estrellas, &c.
Pero la influencia o el poder que ejerce la cosa o el objeto sobre los sujetos tiene su inversa, que consiste en la influencia del sujeto sobre otros sujetos o la propia naturaleza a través del objeto sacro. Se trata de fenómenos relativos a los ritos mistéricos o ceremoniales en que se opera con estos objetos, en cuando obedecen a fines muy precisos, pero con pretensiones trascendentes.
Es obvio que el análisis gnoseológico de cuestiones como la causalidad o las nematologías que recubren estos procesos, dependerá del tipo de filosofía que se ejerce. Las posiciones sobre la ontología que se mantenga están influyendo en la verdad atribuida a los fenómenos de análisis y al alcance de las operaciones de los sujetos sobre los objetos, como al contrario.
Los análisis gnoseológicos son imprescindibles para abarcar en su conjunto el campo de fenómenos que aparecen en el eje radial, pues desde cada doctrina, sobre todo si se está sobre ella, aparecerán como verdaderos lo que desde otras son falsos casos del poder de la cosa en que se vehicula.
La evolución de estos procesos y los vínculos entre unos y otros será una cuestión esencial para medir las transformaciones morfológicas, por lo que será necesaria una concepción de la historia que incorpore los contextos nuevos y su influencia sobre los anteriores.