Escuela de Filosofía de Oviedo
Carmen Baños Pino
Función y porvenir de la Filosofía
30 noviembre 2020
Preguntarse por la función y el porvenir de la filosofía pertenece a ese tipo de cuestiones preambulares que el materialismo filosófico viene tratando de manera recurrente desde la famosa polémica entre Manuel Sacristán y Gustavo Bueno.
El propósito de esta lección es ofrecer una reclasificación de las múltiples funciones que suelen asignarse a la filosofía, que nos permita apreciar qué tienen en común las distintas alternativas filosóficas al insertarse en el “todo complejo” de nuestro presente.
Tras la crítica a cada uno de los tipos de funciones genéricas, pasaremos a precisar las funciones específicas que tiene la filosofía del materialismo filosófico en relación a otras instituciones. Una vez que hayamos determinado esa coexistencia estaremos en condiciones de poder entrever el alcance de la filosofía crítica en un futuro, en un porvenir conformado y delineado desde las circunstancias actuales.
Carmen Baños Pino forma parte del Consejo Asesor de la Fundación Gustavo Bueno.
Cartel: pintura-tapiz de Ada Pérez.
Carmen Baños Pino, Función y porvenir de la Filosofía (1h 32m)
Oviedo, 30 de noviembre de 2020
Función y porvenir de la Filosofía
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1. Proemio
El tema que vamos a tratar, “función y porvenir de la filosofía”, entra dentro de ese tipo de cuestiones que tienen que ver con la reflexión sobre el objeto de la filosofía, sobre su significado, su vigencia, su finalidad, su relación con otras disciplinas. Es, por tanto una cuestión proemial de la que se han ocupado casi todos los filósofos y de la cual da cuenta una nutrida bibliografía que suele llevar títulos como principios de filosofía, fundamentos de filosofía, introducción a la filosofía, curso de filosofía, lecciones de filosofía, el concepto de filosofía, la muerte de la filosofía, ¿para qué la filosofía?, ¿qué es filosofía, filosofía hoy, el porvenir de la filosofía.
Dentro del panorama español estas cuestiones en torno a la filosofía comenzaron a tener especial importancia tras la conocida polémica entre Manuel Sacristán (Sobre el lugar de la filosofía en los estudios superiores, Barcelona, 1968) y Gustavo Bueno (El papel de la filosofía en el conjunto del saber, Madrid, 1970) sobre la situación de la filosofía en la enseñanza universitaria.
La importancia que estos asuntos preambulares tienen para el MF se aprecia en el número de veces que han sido tratados y debatidos aquí:
Los décimo cuartos Encuentros de Filosofía, celebrados el 13 y 14 de abril del 2009 en Oviedo, estuvieron dedicados al porvenir de la filosofía y la actividad pública de la Escuela de filosofía de Oviedo, dio comienzo el lunes 19 de abril del 2010 con una primera conferencia de don Gustavo Bueno titulada El porvenir de la filosofía en la sociedad democrática, que se continuó en las sesiones del 26 de abril y el 10 de mayo. Estas tres conferencias inaugurales fueron reexpuestas en cuatro entregas sucesivas de la revista El Catoblepas (“El porvenir de la filosofía en las sociedades democráticas”, números 100, 101, 102 y 103, correspondientes a junio, julio, agosto y septiembre del 2010).
En el 2018, al cumplirse cincuenta años de la polémica Sacristán-Bueno, los vigésimo terceros Encuentros de Filosofía tuvieron como tema El papel de la filosofía en el conjunto del saber. Diez años antes, el 26 de marzo de 2008, coincidiendo con la reedición (facsímil en pdf del original impreso) del libro de Bueno, el programa Teatro Crítico presentado por Sharon Calderón Gordo dedicaba su Debate nº 24 a este mismo asunto (Se reedita El papel de la filosofía en el conjunto del saber). En él intervinieron Gustavo Bueno, Marcelino Suárez Ardura y Tomás García López. El mismo año, el 8 de abril, como clausura del Primer encuentro de profesores de filosofía (organizado por la SAF) Gustavo Bueno dio la conferencia El papel de la filosofía en el conjunto del hacer, en el salón de actos de la Escuela de Hostelería de Gijón.
Años atrás, en 1990, tras la propuesta definitiva del Ministerio de Educación y Ciencia para reformar la Educación Secundaria, se suscitaron una serie de debates sobre la función que cabría otorgar a la filosofía en la educación y en septiembre de 1995 se celebró en Granada el Congreso ¿Para qué Filosofía?, en el que Bueno intervino con la Ponencia de El lugar de los filosofía en la educación, de la que saldrá, ese mismo año, el conocido opúsculo ¿Qué es la filosofía?
Con anterioridad, las reflexiones de Bueno sobre el estado de la filosofía en España y su función en la sociedad y en la educación, habían quedado recogidas en una serie de artículos:
1949 “Consideraciones sobre la educación”. Comunicación enviada al Primer Congreso Interiberoamericano de Educación, celebrado en Madrid en 1949.
1970 “Pensamiento español de 1970. Crónica de un inmenso vacío”. Triunfo, 26 de dic.
1974 “El lugar de la filosofía en el saber actual”. Intervención inaugural de las primeras Jornadas Filosóficas celebradas en Zaragoza.
1979 “Reflexiones sobre la función de la filosofía moral en el bachillerato”. El Basilisco, 14
1985 “El papel de la filosofía”, entrevista a Gustavo Bueno por Gracia Noriega, Asturias, nº 7 (octubre).
1986 “El papel de la filosofía en una sociedad democrática”, Diálogo filosófico, 6 (sep/dic).
1988 “La filosofía en el BUP”, El País, 12 de abril de 1988.
1991 “Sobre la filosofía del presente en España”, El Basilisco, 8 (2ª ep.).
En el año 2012, con motivo de la jubilación de Tomás García López. Gustavo Bueno ofrece en el IES Doctor Fleming, de Oviedo, la conferencia El papel de la filosofía en el bachillerato, en la que vuelve sobre estos temas preliminares que tienen que ver con la función y el futuro que cabe esperar para la filosofía. Las posiciones básicas sobre cómo se entiende la filosofía desde el MF han quedado recogidas, además, en las siguientes teselas:
113 La necesidad de la filosofía en la educación (18 de diciembre de 2012)
127 Filosofía crítica (20 de enero de 2016)
128 Filosofía oracular (28 de enero 2016)
130 Filosofía mundana, académica y sistemática (13 de abril de 2016)
131 Filosofía paradigmática (21 de abril de 2016).
Con todos estos precedentes, parece oportuno que volvamos a plantearnos hoy el asunto de la función y porvenir de la filosofía.
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En primer lugar, tenemos que decir que cuando hablamos de “filosofía”, en singular, estamos ante algo completamente indeterminado. Aunque se diga “la filosofía”, la realidad es que hay muchas filosofías, muy diversas y contrapuestas entre sí (la filosofía es estoica, o pluralista, o idealista o materialista…). Y si hay muchas filosofías, tampoco cabe hablar de una función de la filosofía, sino de múltiples funciones. Por eso, hablar de la función de la filosofía, así en singular, parece que es utilizar un lenguaje vago y confuso.
Esto nos obliga a precisar el enunciado titular, pues esa función (en singular) que buscamos se da en el contexto de otras funciones. La función de la filosofía que estamos suponiendo en el título vendría a ser una función común a las diversas filosofías, definida no sólo en relación a esas filosofías, consideradas en sí mismas, sino también en las relaciones que esas filosofías mantienen con otras instituciones (religiosas políticas, artísticas, ideológicas…). Si tenemos en cuenta esta perspectiva el uso que hacemos del singular cuando decimos “la función de la filosofía” cobra un significado más preciso.
Visto así, lo que exige el enunciado titular es buscar unas coordenadas (regressus) desde las cuales podamos entender lo que tienen de común las distintas filosofías al insertarse en el “todo complejo” de nuestro presente. Estas coordenadas, aunque son múltiples, se pueden clasificar en dos tipos diferentes: genéricas (o externas) y específicas (o internas).
Las genéricas son aquellas que definen la función de la filosofía por analogía con otras funciones que no son específicamente filosóficas, sino que se pueden atribuir a otras instituciones, es decir son funciones “externas” a la filosofía. Por ejemplo cuando se habla de las funciones antropológicas, culturales, sociales o políticas de la filosofía.
Las específicas, en cambio, son las que definen esa función a partir de unas características entendidas precisamente como especiales de la filosofía, es decir son “internas” a una determinada filosofía, en nuestro caso la del MF.
Pues bien, las funciones genéricas que encontramos están asociadas a ideas expresadas por los verbos (1) saber, (2) hacer, (3) educar, (4) criticar y (5) unificar. Vamos a servirnos de ellas como coordenadas que nos permitirán organizar la disparidad de sentidos que el término “filosofía” engloba. Así, trataré en primer lugar de las funciones externas, viendo los ejemplos más representativos de cada una de ellas; luego llevaré a cabo la crítica que desde el MF cabe hacer de cada una de esas funciones. En un segundo apartado veremos las funciones internas de la filosofía, es decir, las funciones específicas de la filosofía del MF y ya, por último, me ocuparé de la cuestión acerca del porvenir de la filosofía.
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2. Funciones genéricas o externas a la filosofía
2.1 La función expresada por el SABER y por el SABER/HACER
Un primer tipo de concepciones genéricas son las que se apoyan en la propia etimología de “amor al saber” y que atribuyen a la filosofía una función totalizadora asociada con la sabiduría en general. Esta función es la que se aplica cuando desde la metafísica se considera que la filosofía es el único saber posible: la filosofía como la ciencia de las ciencias, aquella función que Aristóteles consideraba “connatural” a la esencia humana: “todos los hombres tienden por naturaleza al saber”. Definida como ciencia de los primeros principios y de las primeras causas, la función de la filosofía no sería otra que la de alcanzar un saber total, universal.
Ejemplos de esta primera función genérica los encontramos en Leibniz (quien define a la filosofía como studium sapientia), en Fichte (filosofía como “doctrina de la ciencia”), en Hegel (filosofía como pura actividad del pensamiento conceptual), en Comte (filosofía como “madre de las ciencias”).
Cuando se identifica a la filosofía con el conocimiento en general se suele considerar la función de la filosofía como teórica. Pero ya, desde muy antiguo, una segunda serie de opiniones dieron a la filosofía un sentido práctico que pone su función no sólo en el mundo del saber, sino también en el del hacer. En la filosofía inglesa de la experiencia, encontramos ejemplos de esta función, en tanto se concibe a la filosofía orientada hacia los fines del hacer humano. Así, para Locke y para Hume la función de la filosofía debería estar orientada a la práctica moral.
Tenemos así, una función de la filosofía expresada por el saber y otra expresada por el hacer.
Y aquí hemos de advertir que aunque en la filosofía de cuño platónico no hay oposición entre lo teórico y lo práctico: en el Eutidemo (288b), dice Platón “Necesitamos un conocimiento en el que estén reunidos, a la vez, tanto el producir (es decir, el hacer en el sentido del facere) como el saber usar eso que se produce”, en la tradición escolástica, derivada del aristotelismo, saber y hacer se oponen. De aquí ha derivado la tendencia sustancialista metafísica que supone el saber como previo al hacer. Y de ahí, la oposición entre una filosofía especulativa y una filosofía práctica, según la cual, la función de la filosofía en el mundo del saber sería distinta a la que le correspondería en el mundo del hacer. En este sentido suele interpretarse la famosa onceava tesis de Marx sobre Feuerbach, “los filósofos no han hecho más que interpretar el mundo de distintos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
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2.2 La función expresada por el EDUCAR
La función genérica expresada por el educar, cubre los sentidos del “educar” como “ducere” (“guiar”, “conducir”) y “educere”, “sacar afuera”.
Según el primer sentido la filosofía vendría a ser una especie de guía moral, con la función de dotar al hombre de un conocimiento o sabiduría para la vida. La función de la filosofía consistiría en ofrecer unas reglas de vida del tipo de las sentencias que se atribuyen a los Siete Sabios que sirvan para hacer meritoria nuestra existencia.
En el sentido de “educere”, la función educativa de la filosofía tomaría la forma de la mayeútica, es decir, el método socrático expresado en el famoso pasaje del Teeteto platónico (150b-151c) donde se nos explica cómo Sócrates ayuda a engendrar los pensamientos en el alma de sus interlocutores.
La filosofía como guía, es lo que en la tradición socrática se entiende como paideia. Cicerón y Varrón expresarán esta función como humanitas, educación del hombre en las “buenas artes” que le son propias. La filosofía es considerada como esencial para eso que se llama la “formación humana integral”.
La tradición socrático-platónica definió estas funciones como “medicina del alma. El período helenístico-romano las valoró como normas para la realización de la verdadera naturaleza humana. Epicuro verá la filosofía como terapia contra las enfermedades provocadas por las pasiones. Cicerón la define (Tusculanas, 3, 6) como la medicina del alma, cuyos auxilios no nos vienen de fuera, sino que ella misma nos ayuda a elaborarlos en nosotros mismos. Marco Aurelio (Meditaciones, Lib II, 17) al comparar la vida del hombre a un combate perpetuo, dice de la filosofía que es la única cosa que puede guiarnos en este mundo. El subjetivismo que se aprecia en estas funciones “salvíficas” de la filosofía degenerará hasta la “medicina del alma” de nuestros días, condensada en toda esa literatura y técnicas de autoayuda que prometen ser guías para encontrar la felicidad. Es la función de la filosofía como logoterapia.
En nuestros días, las funciones ligadas a la educación son las que corresponden a la “filosofía administrada” por distintas instituciones, como en nuestro caso son la Universidades o los Institutos de Enseñanza Secundaria. La filosofía será materia cuya función es educar a lo ciudadanos según los programas de una Administración que se plasman en las diferentes leyes orgánicas que regulan el Sistema Educativo. (En el Proyecto de Filosofía en español se recogen una serie de documentos significativos muy útiles para estudiar con detalle los planes y programas de la institucionalización académica de la filosofía española. Y en la conferencia inaugural de los Encuentros de 2018, Gustavo Bueno Sánchez trató sobre La filosofía administrada” durante la Guerra Fría. Pues bien, a través de estos dossieres puede seguirse la pista de las funciones educativas que la filosofía ha tenido en los distintos planes de estudios).
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2.3. Función expresada por el CRITICAR
El tercer tipo de definiciones de “filosofía” agrupa a todas aquellas que ponen su principal característica en la función genérica de criticar, identificando a la filosofía con un saber crítico, cuya función sería la erística, la polémica, el pensar contra otros, el confrontar, el problematizar.
La tradición crítica de la filosofía, por antonomasia, suele llamarse “filosofía crítica” o “filosofía trascendental”. La crítica se entiende aquí en un sentido epistemológico como juicio acerca del saber; como valoración de las posibilidades y límites del conocimiento. El Ensayo sobre el entendimiento humano de Locke inicia esta concepción que es continuada por Hume y que tiene en las tres “críticas” de Kant el mayor exponente. La referencia a esta filosofía crítica la podemos comprobar en toda un tradición posterior que ha subrayado con la palabra “crítica” el titulo de sus obras más representativas (Fichte: Ensayo de una crítica de toda revelación, 1792; Marx y Engels: La “Sagrada Familia o crítica de la “crítica crítica”, 1845; Marx: Una contribución a la crítica de la economía política, 1859; la Escuela de Frankfurt (con Adorno: Crítica de la cultura y sociedad; Sobre la metacrítica de la teoría del conocimiento y Horkheimer: Crítica de la razón instrumental) también es ejemplo de esta tradición.
También el “análisis del lenguaje” que Wittgenstein propone en el Tractatus logicophilosophicus, 1922, vendría a ser otro modo de referirse a la función crítica de la filosofía, consistente en la aclaración, precisión y delimitación de las ideas.
Cuando la crítica se entiende como instrumento para la transformación del mundo (Marx), se habla de las funciones sociales y culturales de la filosofía.
En nuestro ámbito educativo a la filosofía se le atribuye como principal función la de desarrollar actitudes críticas en los individuos. La pedagogía orientada a formar adolescentes en la “autoestima” de su ego psicológico, entiende que la filosofía tiene la función de dotarlos de una “capacidad crítica para formar opiniones” y para que tomen decisiones desde ese ego psicológico.
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2.4. Función expresada por el UNIFICAR
Un cuarto grupo de definiciones de filosofía tienen en común el atribuirle la función genérica de unificar.
La filosofía tendría la función de unificar las ciencias mismas o de recoger sus resultados en una “visión del mundo”. Esta concepción tiene su origen en el De Dignitate et augmentis scientiarum, 1623, de Francis Bacon: la “filosofía primera”, que consideraba como “ciencia universal y madre de las otras ciencias”, debe ocuparse de los axiomas que no son propios de las ciencias particulares, pero que son comunes a varias ciencias (III, 1).
La función de unificar es consustancial a la idea de una filosofía científica, como la que orientó el proyecto de la mathesis universalis de Descartes y a Leibniz, que perdura todavía en Hegel o en Husserl (filosofía como ciencia rigurosa). En este sentido Nicolai Hartmannveía en la “ciencia rigurosa” una renovación de la idea cartesiana de mathesis universalis.
Wilhem Wundt (1832-1920) en Principios de filosofía (trad. al español de 1911;1922) dice que la función de la filosofía es unificar en un sistema armónico los conocimientos obtenidos por la variedad de ciencias especiales y reducir a sus primeros principios los supuestos y métodos generales de la ciencia. Y Ernst Mach en Conocimiento y error (trad. española de 1948) dice que el filósofo busca orientarse en el conjunto de los hechos, de manera universal y lo más completa posible.
También es ejemplo de función unificadora el neopositivismo de Hans Reichenbach (1891- 1953) en tanto ve a la filosofía como análisis lógico de todas las formas de pensamiento.
Otra función unificadora que se le da a la filosofía es la de concepción o visión general del mundo, filosofía como weltanschauung o cosmovisión.
Estas funciones externas, aunque las hayamos visto por separado, aparecen interrelacionadas unas con otras. Así, por ejemplo, las funciones que tienen que ver con el EDUCAR y con el HACER muchas veces las encontramos juntas.
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3. Crítica que desde el MF le podemos hacer a cada una de las funciones genéricas anteriores
3.1. Crítica a la función de la filosofía que se corresponde con el SABER y con el HACER
Frente a quienes se acogen a fórmulas metafísicas según las cuales la función de la filosofía sería alcanzar un conocimiento general, el MF comienza distinguiendo entre un nivel conceptual que comprende conceptos tecnológicos y científicos, y otro nivel en el que esos conceptos se comparan, se confrontan. Este nivel es el que recogiendo la tradición que va de Platón a Kant llamamos Ideas, pero ahora con el sentido preciso de unas Ideas objetivas que resultan de la confluencia de conceptos que previamente se han conformado en el terreno de las categorías científicas (matemáticas, físicas, biológicas...) o tecnológicas (políticas, empresariales, artísticas…). Así, la definición rápida que el MF da a la pregunta ¿de qué se ocupa la filosofía? es que, si las ciencias y las tecnologías tratan con conceptos que no agotan la realidad, la filosofía trata con otro campo que corresponde a las Ideas que brotan de la confrontación de esos conceptos (de sus analogías, o de sus contradicciones). Por ejemplo, la Idea de Libertad saldrá de la confrontación de conceptos categoriales de libertad que se han tallado en el terrenos de la política, del derecho, de la sociología, de la moral o de la psicología; como también en la estadística, en la mecánica (“grados de libertad”), en la física o en la etología: cada una de estas disciplinas puede ofrecer conceptos categoriales precisos de la libertad, pero la confrontación de todos estos conceptos, corresponde a la filosofía. La función de la filosofía será el análisis de las Ideas.
Las acepciones de filosofía que antes hemos clasificado bajo la rúbrica del saber, coinciden en presentarla como un “saber de primer grado”, referido a una sustancialidad absoluta que ve en la filosofía un saber previo y por tanto exento respecto de un presente social, científico, tecnológico, &c. Por el contario, la función que nosotros atribuimos a la filosofía, la del análisis de las Ideas, supone una concepción de la filosofía como “saber de segundo grado”, que necesita de saberes previos y que, por tanto, ha de estar inmersa en un presente (político, social, científico, tecnológico…) respecto del cual decimos que brotan las ideas y cuestiones filosóficas. Así pues, este saber de segundo grado no es un saber sustantivo, en el sentido metafísico que entiende la sustantividad como algo previo a los accidentes, sino un saber cuya sustantividad se da en el curso mismo de la realización de estos accidentes, es decir, en el proceso mismo de desarrollo de todos esos saberes diversos.
Esta función de análisis de Ideas que atribuimos a la filosofía supone una trituración de las mismas, no para aniquilarlas, sino para distinguirlas, para entenderlas. En este sentido la función de la filosofía en relación al hacer es precisamente el deshacer, el triturar, el demoler (que por supuesto no es argumentar ad hominen, sino clasificar y distinguir, por ejemplo, en taxonomías). Un buen ejemplo de “trituración” es el que Gustavo Bueno hace del Principio de Felicidad: triturar es ir deslindando el plano de los fenómenos felicitarios, del de los conceptos y del de las teorías y doctrinas acerca de la felicidad, para después clasificar los diferentes modelos de felicidad y ofrecer una tipología de teorías de la felicidad. Sólo tras todos esos minuciosos procedimientos de reclasificación se pueden ir poniendo al descubierto los componentes ideológicos y míticos envueltos en la idea de Felicidad.
La función de la filosofía sería deshacer muchos de los saberes que van ligados a otros haceres. La función de la filosofía es la de saber deshacer mitos, ideologías o ideas mal fundamentadas para después reconstruirlas.
Desde el MF también rechazamos la oposición entre el saber y el hacer, que supone que el saber (lo especulativo) es previo al hacer (lo práctico) y que el saber y el hacer son cosas distintas. La tesis central que en este sentido mantiene el MF es que el saber y el hacer no son dos cosas distintas, sino que son la misma cosa. El saber es un hacer y el hacer es un saber. Así, en la célebre expresión primum vivere, deinde philosophari, el “filosofar” no es disociable del vivir activamente (cuando de manera racional elegimos una estrategia de actuación frente a otras posibles, el “vivir” y el “filosofar” son una misma cosa).
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3.2. Crítica a la función de la filosofía expresada por el EDUCAR
La función de la filosofía como mayéutica expresada en el Teeteto platónico la podemos reinterpretar desde la distinción que hemos hecho entre conceptos e Ideas, así diremos que los conceptos “preñados de Ideas” necesitan de la ayuda de un arte característico que los de a la luz, y este arte es la filosofía, cuya función es separar las Ideas de los conceptos.
Respecto a las supuestas funciones edificantes, formativas y curativas de la filosofía, reconocemos que la filosofía si las cumple, pero de inmediato tenemos que advertir que no entendemos esas funciones de “medicina del alma” ni como ayuda psicológica, ni como prédica moral, ni como meditaciones o ejercicios mentales, ni como técnicas de relajación destinadas a conseguir un bienestar, ni tampoco como consejos orientados a instaurar virtudes. Si la filosofía ha de ser edificante, lo será a través de un sistema de Ideas, y a través de sus métodos propios, es decir, de los métodos lógicos ligados a la argumentación, a la discusión y al debate. Estos métodos implican, como hemos dicho antes, la destrucción o trituración de todo aquello que pueda ser demolido, no para destruirlo sin más, sino con vistas a determinar aquellos principios que tras la crítica parezcan ser los más firmes.
Así, contra las actuales funciones de la filosofía administrada que en su empeño por educar en valores democráticos llevan muchas veces al adoctrinamiento ideológico, la función de la filosofía ha de ser un cauce sistemático que permita enjuiciar problemas y situaciones de nuestro presente, es decir, un procedimiento de crítica de las instituciones políticas, jurídicas o religiosas y no la de un instrumento de propaganda, ideologización o mentalización.
La función educativa de la filosofía, no la ponemos en la aplicación de métodos pedagógicos aplicados al aprendizaje, sino en una paideia entendida como educación filosófica general que pueda aportar al individuo unos esquemas generales (que incluyan entre otras cosas las reglas de la lógica) que le permitan razonar y juzgar desde criterios definidos; es decir dotarlo de los necesarios instrumentos del análisis, de la clasificación, p.ej., que sepa distinguir entre lo contrario y lo contradictorio.
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3.3. Crítica a las funciones de la filosofía expresadas por el CRITICAR
Sobre las concepciones que atribuyen a la filosofía la función genérica de la crítica, diremos que en ninguna de ellas se define qué entienden por “crítica”. Remiten sin más a la expresión “filosofía crítica”, que dicha así, en general, es totalmente redundante. La filosofía en sentido estricto comienza siendo crítica de las religiones secundarias; comienza por tanto, como asebeia, como impiedad.
Es necesario, por tanto, redefinir la “crítica” en otros términos, que no sean erísticos, ni psicológicos, ni epistemológicos. Desde el MF redefinimos la crítica en un sentido gnoseológico, desde una teoría de la ciencia, concretamente desde la TCC. Desde ella consideramos que la crítica no es criticar a la Razón Pura, sino criticar algo que la Razón hace en unas situaciones muy determinadas. Y estas situaciones son las que desde la Teoría del Cierre, siguiendo la tradición escolástica, llamamos los modi sciendi, es decir, los modos de organizar, los modos de saber los científicos. Estos modos son la definición, la clasificación y la demostración. Pues bien, dentro de estos modos, es la clasificación la que nos sirve para redefinir la crítica como procedimiento que utiliza las operaciones de clasificar, discriminar, comparar, distinguir. Entender la crítica como clasificación nos acerca a la etimología de la palabra “crítica”, que no se inicia con Kant (1724-1804), sino que aparece ya antes, en obras de autores españoles como El criticón de Baltasar Gracián (1609-1658) y el Teatro crítico universal del padre Feijoo (1676-1764). Efectivamente la operación de clasificar tiene que ver con “criticus”, del griego “kritikós”, capaz de discernir; proveniente de los verbos “krínein”, “separar, decidir, juzgar, y emparentado con el latín “cerno”, separar, discernir. La crítica la entendemos como clasificación, como criba que separa una cosa de otra, como filtro. Y según esto una “filosofía crítica” es la que, p. ej., distingue individuos, especies, géneros atributivos, géneros distributivos), &c.
La crítica filosófica ha de contener siempre unos determinados criterios, unos parámetros que han de confrontarse con los criterios opuestos. Esto se hace posible mediante tablas de clasificación de teorías, es decir, mediante “teoría de teorías”. Es en este sentido en el que decimos que la crítica filosófica implica ante todo una clasificación. Y con esta característica recogemos un rasgo fundamental vinculado a la filosofía platónica, y ejercitado magistralmente en El sofista: la enumeración de opiniones, el método dialéctico del sic et non (Pedro Abelardo), las cuestiones del método escolástico, es decir, lo que en sentido dialógico se llamó dialéctica. Por tanto, la función crítica de la filosofía consiste en un ejercicio de dialéctica polémica que ha de incluir necesariamente la dialéctica de la clasificación de las doctrinas enfrentadas y la reexposición de los respectivos argumentos. Contra la pedagogía que pone la función crítica en la exaltación del individualismo subjetivo, la paideia filosófica a la que me he referido antes, consistiría en la enseñanza de los métodos de análisis y división para el ejercicio de esa dialéctica polémica.
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3.4. Función expresada por el UNIFICAR
A quienes atribuyen a la filosofía la función de unificar les diremos que la situación que tenemos hoy es la de una multiplicidad creciente de disciplinas científicas, que procedentes de tecnologías diversas, se organizan con entera independencia respecto a la filosofía.
La filosofía no es madre de las ciencias sino “reflexión crítica de segundo grado”. Ahora bien, la reflexión de segundo grado que la filosofía hace sobre las ciencias no significa, ni mucho menos un saber unificado. El ideal de una función unificadora de la filosofía de la que resulte algo así como una “ciencia de la ciencia” es puro espejismo. Ni hay una “ciencia de la ciencia”, ni la función de la filosofía respecto a las ciencias es la de unificarlas en una especie de “ciencia formalizada”. El ideal de aquella mathesis universalis que consideraba a las ciencias desde una perspectiva unitaria y universal se ha desvanecido por completo.
Cabe recordar cómo el objetivo “filosófico” de la TCC se desdobla en tres direcciones: 1) dar cuenta de la unidad interna de cada ciencia, 2) establecer criterios de demarcación y 3) dar cuenta de las conexiones entre lo que es científico y lo que no lo es. La función de la filosofía aplicada a la ciencia, la función de la Gnoseología, no es “unificar” en una metodología común, sino ofrecer unas directrices metodológicas para orientar el análisis comparativo de las diferentes ciencias y, en particular, para establecer el estatuto gnoseológico de las diferentes ciencias humanas.
Respecto a las concepciones que defienden una función unificadora de la filosofía como visión unitaria o totalizadora del mundo, diremos que éstas son una manera sociológica de entender la filosofía, muy del gusto de etnólogos y antropólogos cuando nos hablan de la filosofía de un determinado pueblo, entendiendo por “filosofía” el conjunto de “relatos emic“ a través de los cuales ese pueblo ha conformado una particular cosmovisión, por ejemplo, “la filosofía de los dogón” de la que habla Marcel Griaule. Desde el MF esta representación que se tiene del mundo según un “mapa” particular es lo que llamamos filosofía en sentido lato, en sentido amplio, para distinguirla de la filosofía como institución cultural de tradición helénica o filosofía en sentido estricto.
En este sentido, la función que la filosofía estricta, como saber de segundo grado, que trata con Ideas, ha tenido respecto a la filosofía en sentido lato, ha sido no sólo la de confrontar y triturar las diferentes visiones metafísicas que sobre el mundo han tenido otras culturas, sino sobre todo la de transformarlas, la de “reconstruirlas” a partir de la Geometría y de Geografía (p. ej., del mapamundi atribuido a Anaximandro). Esta transformación que la filosofía realiza sobre otras cosmovisiones implica que la filosofía estricta es un producto histórico que se implanta en un momento “presente”. Y esta es la razón que explicaría porqué la filosofía nace en la antigua Grecia: porque allí se dieron las condiciones necesarias para que esto sucediera. Allí se alcanzó el nivel histórico definido por la Ciudad- Estado, y es en esta escala histórica, “filogenética” donde cobra sentido la confluencia entre diversas concepciones del mundo (y no en la individual, “ontogénetica”). Las Ciudades- Estado, por su condición de colonias de una ciudad fundadora (de un polis), en parte desarraigadas de su origen, y a la vez enfrentadas a las culturas orientales, ante las cuales tenían que definirse de modo global (totalizador), fueron la plataforma histórica en la que se pudo desarrollar un género de logos crítico (filosofía estricta) que conducirá a la metafísica presocrática, precisamente cuando se hace la “reconstrucción geométrica” de los grandes mitos cosmogónicos mediterráneos.
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4. Desde el MF, ¿qué función específica (interna) cabe atribuir a la filosofía crítica?
Recapitulando sobre lo dicho hasta ahora, la filosofía no es un saber que tenga una sustantividad hipostasiada, sino que su sustantividad es actualista: se manifiesta en el proceso mismo de desarrollo de otros saberes muy diversos (artísticos, políticos, científicos, empresariales…). Y así, la función específica (interna) que cabe atribuir a la filosofía crítica equivale a establecer la relación que tiene con el conjunto de esos saberes diversos que se configuran como un todo complejo.
Las coordenadas específicas que nos van a permitir definir la función de la filosofía crítica dentro de ese todo complejo de distintos saberes sobre los que se aplica son las que nos remiten a las de los tres ejes constitutivos del “espacio antropológico”. Desde estas coordenadas “internas” el todo complejo puede considerarse agrupado en torno a tres núcleos que aunque profundamente interrelacionados los podemos disociar en el eje circular, el eje radial y el eje angular. El primer núcleo, próximo al “eje circular”, polariza al saber político; el segundo, cercano al “eje radial” polariza al saber científico; y el tercero, fronterizo con el “eje angular”, polarizaría el “saber religioso”.
La función de la filosofía crítica ( clasificar: analizar, dividir, deshacer) vendría determinada por el papel característico que le corresponde en relación a cada uno de los saberes:
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1) Función en relación al “saber político”:
Respecto a los “saberes políticos”, la función esencial de la filosofía crítica es desenmascarar las filosofías mundanas (ideologías) constitutivas de las sociedades actuales. Estas filosofías mundanas o filosofías adjetivas son construcciones ideológicas, son “falsa filosofía”. Y aquí es muy importante no confundir lo que estamos llamando “filosofía crítica” con la filosofía mundana (o adjetiva) realizada en las democracias. Desde las instituciones democráticas se identifica a la filosofía mundana como la que se ha conseguido con el socialismo, como filosofía que ya está realizada en la sociedad, que está realizada, p. ej., en la Constitución. Se supone que los ciudadanos de la sociedad democrática tienen ya esa filosofía incorporada, que se manifiesta en esas opiniones que “hay que respetar”. Por eso enseñarles “filosofía” es algo redundante. Y este es el motivo por el cual durante los gobiernos del PSOE la presencia de la filosofía como materia en los planes de estudio se vea reducida. No es que los gobiernos socialistas le tengan especial inquina a la filosofía, es sencillamente que no hace falta porque ya está incorporada en la práctica democrática que incluye virtudes como la tolerancia, la solidaridad, la igualdad, la convivencia, el diálogo, el multiculturalismo, la individualidad, la racionalidad, el humanismo, los derechos de los animales… Todas estas ideas se consideran valores que deben practicarse porque son esenciales para la democracia y evidentes por sí mismas.
Pues bien, la filosofía crítica, tal como la concebimos desde el MF, como filosofía académica de tradición platónica, tiene la función de deshacer todo esta filosofía mundana que expresa opiniones propias exigiendo respeto por el mero hecho de haberlas manifestado. Frente al panfilismo de esa educación en valores, que en el fondo es adoctrinamiento ideológico, la función de la filosofía crítica es deshacer, triturar todo ese dogmatismo; desenmascarar las confusiones a las que conduce.
En este sentido una labor del MF ha sido el análisis crítico de ideas políticas como las de Estado, Nación, Imperio, Igualdad, Libertad, Fraternidad, Identidad, Tolerancia, Derechos humanos, Democracia, Paz, Guerra, Globalización, Sociedad civil, Sociedad política, Poder, &c.
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2) Función en relación al “saber científico”:
El principal compromiso de la filosofía crítica en relación al “saber científico” ha sido desde siempre disponer de un esquema global a fin de determinar las relaciones complejas entre filosofía y ciencias. La función principal de la filosofía aquí es la definición de la Idea misma de ciencia y de verdad científica, asuntos que, como saben muy bien, han quedado establecidos por la TCC. Desde esta teoría son funciones de la filosofía crítica triturar ideas como la de Cosmos, Universo, Naturaleza, así como frenar la deriva de los científicos hacia el fundamentalismo que hace de la ciencia el único patrón de racionalidad.
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3) Función en relación al “saber religioso”:
De las funciones que la filosofía crítica tiene en relación al “saber religioso” se ha dado sobrada cuenta en libros canónicos para el MF como son, El animal divino, las Cuestiones quodlibetales y La fe del ateo.
La función que la filosofía tiene respecto a los saberes religiosos es desbloquear la esencia o idea de religión de ideas metafísicas como p.ej., las teológicas que la definen en relación con Dios, las psicológicas, que ponen el temor como origen de la religión, o las sociológicas, cuando p. ej., se define a la religión como opio del pueblo. La idea de religión que el MF ofrece pone su esencia, no en ideas metafísicas de ese tipo, sino en algo positivo, en los númenes, identificados con los animales del paleolítico representados en las cuevas. El númen vendría a ser el núcleo de la religión, que estaría envuelto en un cuerpo (que tiene que ver con los contextos de la religión en los que intervienen los templos, las liturgias, los sacerdotes…) y que va desenvolviéndose en un curso (la historia de las religiones según tres fases: religiones primarias, secundarias y terciarias (dios impersonal).
La filosofía crítica, según lo que acabamos de repasar, tendría como función deshacer los espiritualismos: por ejemplo, los que se encuentran disueltos en el actual “ecologismo trascendental” tras el cual se esconde una idea cósmica de la religión como sentimiento de reconciliación del hombre con la Naturaleza, con el Planeta. La función demoledora que la filosofía ha de ejercer contra las filosofías adjetivas no es el ateísmo sino la asebeia: la crítica a todo supuesto “revelado” o considerado como “sagrado”, (y carácter de revelación sagrada tienen hoy los discursos de Greta Thunberg, la niña que lucha por salvar el clima, por salvar el Planeta).
En definitiva, la función de la filosofía en el conjunto de los saberes de primer grado podría definirse como orientada a la tarea de levantar un mapamundi de esos saberes, que no son fijos, sino cambiantes; un mapamundi en el que esos saberes puedan ser clasificados (criticados), jerarquizados y limitados en sus pretensiones.
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5. El porvenir de la filosofía
Una vez que hemos delineado las notas esenciales de la filosofía crítica del MF y que tenemos organizadas ya las funciones que cabe atribuirle, cabe plantear el alcance de éstas en un porvenir, en un futuro. Desde luego, las tareas que la filosofía tiene encomendadas son enormes. A medida que las ciencias y las tecnologías adquieren un mayor desarrollo, y a medida que los campos científicos y tecnológicos intersectan entre sí, mayores son las funciones de la filosofía, que tendrá que abordar nuevos problemas. Un listado de temas que en este sentido ha de abordar la filosofía nos lo ofrece Carlos Madrid en ese artículo de El Basilisco, nº 50, que he recordado al inicio de esta conferencia. En ese inventario de problemas pendientes se incluyen cuestiones como las de la infinitud del Universo, la inflación cósmica; el caos determinista, el principio antrópico, el animalismo y la bioética, el mito de la Naturaleza, &c. Cabe añadir, otro listado de temas urgentes en los que intersecta la ética, la moral, el derecho y la política, como son los que serán tratados dentro de unos días en los vigésimo quintos Encuentros de Filosofía dedicados al infanticidio, suicidio y eutanasia.
Ahora bien, las tareas de trituración, de clarificación, de entendimiento, de delimitación que la filosofía estricta tiene respecto de las ideologías que se engloban en lo que hemos llamado “filosofía adjetiva” son las que entrañan mayores dificultades, porque esa trituración crítica necesita de un caldo de cultivo, necesita de un porcentaje de individuos entrenados e interesados en la crítica sistemática de una metodología filosófica (que entiendan por ejemplo, la necesidad de hacer una “teoría de teorías”) y que no se dejen llevar, sin más, por la aplicación de las tecnologías, por las opiniones de los científicos o por las ideologías.
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Antes de entrar en materia, convendría clarificar que entendemos por “porvenir”. Porque cuando me estoy refiriendo al “porvenir de la filosofía”, no me estoy refiriendo a un futuro amorfo en el que, al azar, pueda ocurrir cualquier cosa, sino que estoy pensando en un “porvenir” que de alguna manera se está delineando y conformando desde nuestro “presente”.
Conviene recordar aquí cómo el “porvenir”, al igual que el “presente” son categorías que tienen que ver con la historia. Las conferencias de Gustavo Bueno sobre el porvenir de la filosofía en la sociedad democrática, redactadas más tarde en los artículos de El Catoblepas a los que me he referido al comienzo de esta lección son un magistral comentario crítico a la conferencia que Franz Brentano (1838-1917) publicó, en 1893, con el título que Zubiri tradujo como El porvenir de la filosofía, (Revista de Occidente, 1931). En la introducción Bueno da cuenta de cómo el Presente y el Porvenir son, al igual que el Pasado, categorías historiológicas.
La importancia que esta introducción tiene para la Filosofía de la Historia, es determinar las conexiones dialécticas que Pretérito, Presente y Porvenir tienen: el Pretérito existe en el Presente en aquello que llamamos reliquias y relatos (Cf., G. Bueno: “Reliquias y Relatos”, El Basilisco, 1, 1ª época, 1978) y la idea de Pretérito implica por sinexión (vínculo entre términos que siendo diversos, los enlaza de un modo necesario) a la idea de Presente, tanto como el Presente implica, por sinexión causal, al Pretérito. Y ambos influyen en el Porvenir.
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Desde esta perspectiva, el porvenir (infecto, que no está hecho) no es algo amorfo, sino conformado por determinadas pautas que presuponemos o utilizamos como evidentes para el porvenir. Suponemos que ese porvenir infecto tiene cosas en común con el presente que nos permiten hacer determinadas predicciones.
Un caso interesante de este porvenir infecto es el que llamamos “porvenir aureolar”: que tiene lugar cuando proponemos planes y programas de porvenir suponiendo que éstos están ya realizados en el presente (infecto), de manera que este supuesto viene a ser una especie de “halo” o “aureola” (petición de principio) que señala algo que hay que tener en cuenta como si estuviera ya repercutiendo en nuestro presente.
Un “porvenir aureolar” deseable para la filosofía crítica consistiría en el diseño de unos planes del tipo de aquellas “propuestas para el milenio” que Bueno sugirió en el año 1995. En este sentido la propuesta aquella de una reorganización del “Estado de las autonomías” orientada a subrayar la unidad cultural y lingüística de España sigue estando hoy totalmente vigente. Porque para que la filosofía crítica pueda tener futuro ha de contarse necesariamente con una lengua de pensamiento en la que puedan expresarse las Ideas que decíamos que resultaban de confrontar conceptos. Y resulta que el español, como lengua de segundo orden, es el vehículo idóneo para tal fin. Contra quienes dudan de la capacidad del español para la filosofía, no está de más que recordemos la gran riqueza del vocabulario abstracto de la lengua española, que en cuanto lengua ordinaria (no académica) cuenta con series de vocabularios correspondiente a Ideas ontológicas como, “ser”, “estar”, “unidad”, “criatura”, “nada”, realidad”, “cosa”, “espacio”, “tiempo”, “causa”, “relación”, “sustancia”, “accidente”, “contingencia”, “posibilidad” , “necesidad”, “finalidad”, “semejanza”, “igualdad”, “identidad”, “fundamento”, “orden”; cuenta con palabras que expresan totalidades atributivas, construidas con el sufijo –ario: “arenario”, “ideario”, “imaginario”; cuenta con palabras que en su forma plural expresan totalidades distributivas: cuando, por ejemplo, decimos ”hombres”, “animales”, “peces”, “insectos”. Encontramos palabras de uso común como “género”, “especie”, “clase”, “particular”, “singular”, “coherencia”, “discurso”, “verdadero”, “falso”, “dudoso”… propias del vocabulario lógico, gnoseológico o metalinguístico. La gran cantidad de términos abstractos es tan evidente que parece imposible “hablar español sin filosofar”.
Defender por todos los medios el español como lengua común sería el primer objetivo que habría que conseguir. De no hacerlo, la filosofía crítica (en el sentido estricto en el que aquí la hemos entendido) tenderá a desaparecer sustituida por una filosofía asturiana, una filosofía gallega, vasca, catalana, balear… expresada en las lenguas particulares de las respectivas autonomías.
Dentro de este supuesto “porvenir aureolar” haría falta, además, una política orientada a conseguir un mínimo de lectores de libros escritos en español, sobre temática científica o filosófica (el Proyecto Filosofía en español, iniciado en enero de 1996 constituye un potente instrumento para tal fin); para lograrlo sería indispensable una política educativa que, contra los medios que utiliza la actual democracia para dirigir la opinión pública, forme ciudadanos capacitados para tener, no ya opiniones subjetivas, sino teorías críticas, opiniones sistematizadas.
También sería muy apetecible en el diseño de planes de futuro aureolar la eliminación de rótulos que contienen ideas metafísicas y oscurantistas como las de Cultura, Memoria o Igualdad (incluidos en los actuales Ministerios) sustituyéndolos por otros más precisos.
Pero dado el curso y la deriva de nuestro presente político en marcha, es evidente que tales propuestas serían totalmente inviables. Su mero esbozo supondría una gravísima ofensa para la actual democracia, cuyos partidarios verían en ellas una clara muestra de intolerancia que habría que combatir enérgicamente.
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Si como hemos dicho antes el porvenir de la filosofía en relación a su esencia, es decir, en cuanto a sus contenidos o “posibilidades”, es hoy abrumador en lo que tiene de tareas pendientes que salen del desarrollo de las ciencias y tecnologías, no ocurre lo mismo con el porvenir de la filosofía referido a su existencia, es decir, a las condiciones de entorno o de coexistencia de la filosofía con otras corrientes sociales o políticas institucionalizadas.
Hemos subrayado como función de la filosofía crítica la de deshacer muchos saberes que van ligados a determinadas maneras hacer. Este “deshacer” no consiste en eliminar unas apariencias para mostrar una verdad que estuviera oculta (esto sería pura metafísica) sino en disponer de un sistema de ideas desde el cual levantar ese mapamundi al que antes me he referido. Lo que ocurre es que un sistema de ideas bien organizadas es algo muy complejo que requiere estudio y atención, y por eso resulta dificilísimo que pueda conectar con los intereses inmediatos del pueblo. No debemos olvidar que la filosofía estricta, hecha desde un determinado sistema filosófico, ha sido siempre cosa de minorías que a la gran mayoría no interesa en absoluto. No es que esa mayoría no pueda entender un sistema, sino que sencillamente no quiere hacer ningún esfuerzo por entenderlo porque está completamente fuera de sus intereses. Porque lo que interesa son “haceres” prácticos inmediatos que faciliten la vida. El mapamundi que la filosofía ofrece, no interesa ni a los gobiernos, ni a los ciudadanos porque para resolver problemas urgentes les basta confiar en la ciencia y en la tecnología, en las opiniones de los “intelectuales” y en las recomendaciones de comunicadores, artistas, periodistas y tertulianos que inculcan virtudes democráticas y preparan esa “papilla ideológica” que hace “filósofos” a todos los ciudadanos. Una característica esencial de la actual democracia es dar por sentado que cada ciudadano puede decidir libremente sobre cuestiones como un estatuto de autonomía, la implantación de la eutanasia, la aplicación del código penal, &c. Se supone que como ciudadanos dotados de voto tienen derecho a emitir sus opiniones sin necesidad de recurrir a la filosofía tradicional (donde por cierto, ya se han discutido esas cuestiones). Si al vulgo le ha llegado la opinión de que “todos somos filósofos”, no es de extrañar su desdén hacia la filosofía académica. El panorama de futuro que nos espera, desde este presente es prácticamente nulo. En todos los ámbitos podemos comprobar el rechazo y la aversión hacia la filosofía estricta, el desprecio por los métodos escolásticos, por la lógica, por el rigor, por las artes memorísticas… y la inclinación creciente hacia la literatura de autoayuda, hacia las novelas que exaltan lo simple y lo convencional; y en general, por todo eso que tiene que ver con la cultura circunscrita.
La actual democracia ha implantado ya su filosofía adjetiva en todas sus instituciones. Los actuales Ministerios se ocupan de ideas tan vagas y abstractas como son las ideas de “derechos sociales”, “diálogo”, “progreso”, “memoria democrática”, “igualdad”, “transición ecológica”, “inclusión”, “España vaciada”, “consumo”. Tratadas desde la racionalidad simplista más ramplona, estas ideas consideradas “sublimes” están difundidas en todas las instituciones públicas. Deshacerlas o simplemente ponerlas en duda será signo de intolerancia. La filosofía crítica representará para el demócrata una vuelta a la autocracia, al fascismo.
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Es evidente que la situación actual de la filosofía crítica es una situación de crisis global. Como podemos comprobar, la filosofía académica ha quedado adscrita a departamentos de Universidades y a Instituciones dedicadas a hacer Historia o Filología. Además, la filosofía académica-administrada ha quedado desgajada en especialidades: Lógica, Ética, Teoría del lenguaje, Teoría del conocimiento… Por eso, si la filosofía crítica puede tener alguna continuidad en el porvenir, no será por su difusión a través de instituciones públicas como Universidades, Academias, Institutos, Escuelas… sino por vía de instituciones privadas que tengan a bien promover la confrontación entre saberes. La Fundación Gustavo Bueno y todos los proyectos que desde sus inicios viene desarrollando es, por el momento, el cauce más potente para que podamos seguir hablando de filosofía crítica, es decir, de verdadera filosofía. El futuro que desde aquí pueda vislumbrarse dependerá del tipo de alianzas que se realicen. Puesto que la filosofía crítica tienen como función la de deshacer, y siendo conscientes de que esta filosofía trituradora no tiene fuerza motora por sí misma, es evidente que necesita aliados. De ellos dependerá, en buena medida, el futuro que cabe esperar. Es necesario, por tanto, saber elegir entre aquellas alianzas más ventajosas en función de las diferentes circunstancias. Será la práctica de la frónesis, es decir, de la prudencia, la que en última instancia indique la vía a seguir.
“Sabemos que la gran mayoría de la sociedad no está en condiciones de practicar el análisis abstracto de la realidad. Pero también creemos saber que sin la acción de una minoría dispersa (¿un 1%?, un 0,5%?) capaz de enfrentarse a estas ideas con la disciplina característica de la teoría filosófica abstracta, la sociedad, en su conjunto, falta de toda crítica interna, descendería hacia los niveles más bajos del infantilismo en el plano público” (Gustavo Bueno, prólogo a El sentido de la vida).