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La Nueva España
Oviedo, domingo 25 de enero de 2004
Sociedad y Cultura
páginas 48 y 49

Gustavo Bueno
Filósofo, autor del libro «Panfleto contra la democracia realmente existente»

 
«Si no existe el mercado,
no existe la democracia»

 
«En las elecciones el pueblo tiene la ilusión de ejercer el poder,
pero no es así, claro, no hay voluntad general, ésa es una idea metafísica»
«El error de IU es seguir pensando en términos comunistas»

Gustavo Bueno, fotografiado por Luisma Murias Oviedo, Javier Neira (Fotos: Luisma Murias)
El filósofo asturiano Gustavo Bueno acaba de publicar un ensayo titulado «Panfleto contra la democracia realmente existente». Un libro complejo que trata de acabar con falsas ideas sobre una institución clave. Un estudio que salva la democracia a costa de desacralizarla. Un libro del que el catedrático de la Universidad Complutense Gabriel Albiac dijo el pasado viernes en Madrid que era «la obra mayor de teoría política escrita en castellano en muchas décadas». La idea central es que sólo puede haber democracia donde hay mercado. De ahí las correlaciones entre mercado, capitalismo, liberalismo, cristianismo y democracia salen solas. ¿O no? En esta entrevista Bueno se explica.

Habla de la democracia realmente existente.

—Tiene un sentido irónico evidente ya que lo realmente existente es lo único que hay. Está sacado de Suslov, del comunismo realmente existente. El problema es muy complejo.

Pues ponga ejemplos.

—El libro no va contra la democracia, sino contra el fundamentalismo democrático. Un término que se usa, pero que no se define. O se define ideológicamente, como hace Juan Luis Cebrián en El País, que acusa de fundamentalismo democrático a los antiguos franquistas que ahora se disfrazarían. Pero ése es un enfoque secundario.

¿Entonces?

—Un ejemplo lo ofrece el cristianismo. El fundamentalismo cristiano sostiene que el fundamento de la fe es el Cristo de la fe. La segunda persona de la Trinidad, encarnada en el hijo de María. Pero esa encarnación, al tomar contacto con la realidad, miserable y prosaica, se corrompe. La historia de la Iglesia es entonces la historia de una perpetua desviación y corrupción. Sin embargo, dicen, el cristianismo permanece intacto. El cristianismo realmente existente es un conjunto de déficits, así que no hay que perder la esperanza de que se recupere. Pero el funcionalista cristiano no tiene problemas en explicar los déficits porque no hay tales déficits. El cristianismo es el cristianismo que hay.

Otro ejemplo.

—El del perpetuum mobile. El fundamentalista dirá que el motor perpetuo es una idea pura. El motor se realimenta y funciona eternamente. Pero el motor perpetuo realmente existente se encuentra con rozamientos y otros problemas. Por eso mucha gente presenta patentes de perpetuum mobile y se las rechazan, pero no pierden la esperanza. Hace poco me vino a ver un señor que había descubierto el perpetuum mobile. Era muy simpático. Y me sucedió otra vez en Salamanca con un médico al que le llevé la contraria y dijo que era un pedante. Conozco dos casos por lo menos. Los fundamentalistas reconocen que no puede existir el motor perpetuo, pero sólo por razones empíricas. Como me decía este señor del otro día: «Me falta un cinco por ciento, pero no puedo superarlo.» Claro, por eso no hay perpetuum mobile, siempre faltará algo. Pero no pierden la esperanza. El funcionalista, sin embargo, dice que no hay perpetuum mobile, que sólo hay motores finitos no perpetuos. Solo idealizándolos se puede uno imaginar un perpetuum mobile.

¿Y en relación a la democracia?

—El fundamentalista parte de una idea pura. La sociedad democrática es la que se da a sí misma una Constitución libre que representa la forma más perfecta de la libertad perfecta, pues son los individuos los que se sostienen a sí mismos... Pero llega la realidad y le impone una serie de déficits explicables como los rozamientos de la mecánica. Piensa entonces que a lo mejor el Gobierno siguiente logra superarlos. El funcionalista, sin embargo, dice que esa idea de democracia es límite, que no hay tal posibilidad. La sociedad democrática hay que entenderla con una referencia concreta. Como los motores. La sociedad democrática no es prístina, sino tardía.

¿Tardía?

—La democracia sólo aparece en la sociedad política después de otras formas. Eso lleva a considerar a fondo la democracia ateniense, algo que irrita a mucha gente, pues creen que Pericles es el demócrata por excelencia.

Una democracia esclavista.

—Claro, esclavista. No había tal democracia. Se fundaba en la solidaridad, que es siempre contra terceros. Los terceros en ese caso eran los esclavos, los metecos, las mujeres y, sobre todo, los persas. Empieza la democracia cuando amenazan los persas. Ortega dice que la democracia griega se forma cuando un conjunto de varones da la espalda al campo y se pone a hablar: así aparece el ágora. Muy bonito. Tan bonito como las cosas de Kant. ¿Pero de qué hablaban? De milicia, de estar en forma en los gimnasios para someter rebeliones y enfrentarse a los persas. Adrados se sorprende de que Atenas recurriese a Alejandro, a los macedonios, que eran, según esa visión, lo más parecido a los fascistas. Un imperio militar. Pero no tenían más remedio ante los persas.

Se abusa del término.

—Hay que distinguir, por ejemplo, la democracia procedimental, que es sólo el consenso por mayoría. Es el caso de una comunidad de vecinos. Pero eso no es democracia, porque no tiene materia política. Es sólo democracia procedimental. Mi crítica se dirige a las democracias fundamentalistas que suponen que las democracias reales tienen déficit. Pero no hay tal déficit. Las que cuentan son las democracias de España, Francia o EE UU. No hay otras. Pero para el fundamentalista son sólo modelos a los que aún les falta mucho. Los fundamentalistas, hablando de la España actual, dicen que la Monarquía es un déficit democrático que conculca el principio de igualdad de oportunidades. Los funcionalistas dicen, por el contrario, que si no hubiese sido por la Monarquía ahora no habría democracia. La Monarquía fue la condición en 1978 para construir esta democracia. Es real politik.

Conceptualmente el origen es griego.

—La democracia es tributaria de Aristóteles. San Agustín era fundamentalista jerárquico. Platón también era fundamentalista. San Agustín dice que la Ciudad de Dios es la única sociedad donde se practica la justicia, es una sociedad política real. Y Babilonia, o sea, Roma, es una banda de ladrones, no es una sociedad política. La única sociedad perfecta es la Iglesia. La sociedad política sólo funciona cuando está sometida a la Iglesia. Santo Tomás supone, frente a eso y siguiendo a Aristóteles, un gran avance. Dice que la sociedad política es perfecta en su género. Que hay dos sociedades distintas. Santo Tomás sería un funcionalista. En cuanto a la democracia, el fundamentalista considera que es evidente y brilla por sí misma. Pero, desde el punto de vista dialéctico, es una idea que sólo tiene sentido frente a otras ideas. Es lo que propone Aristóteles, aunque esa taxonomía ya está en Platón: monarquías, oligarquías, democracias... o manda uno, monarquía; o unos pocos, oligarquía, o todos, democracia.

Aristóteles...

—Aristóteles, como no es fundamentalista, habla de monarquía y a su lado la tiranía, como forma degenerada; aristocracia y su forma degenerada, la oligarquía; democracia y su forma degenerada, la demagogia. Se corresponde con las proposiciones universales, particulares y singulares. En lógica, a los cuantificadores: universal, particular, individual. Pero cuando decimos que gobiernan algunos ¿cuántos son? Ahí naufraga Aristóteles. No votan todos. Habla de la mayoría que representa al todo. Pericles mantiene sus dos sofismas: dice que en Atenas no gobiernan unos pocos en provecho propio y supone que todos gobiernan siempre en provecho común. Aristóteles afirma que unos pocos pueden gobernar en función del bien común, caso de la aristocracia o en el propio, la oligarquía. Todos pueden gobernar muy mal, es el caso de la demagogia. Y uno puede gobernar en función del bien común, democracia, o en el propio, tiranía. Deshace los planteamientos de Pericles. Platón es el martillo de la democracia ateniense porque esa democracia había matado a Sócrates. Aristóteles en absoluto defiende la democracia como única forma que lleva a la sociedad al bien común porque puede degenerar. Lo que yo critico en ese esquema es el uno, hay que descartarlo, no existe, es una idea solo lógica. Siempre hay un grupo. Unos pocos. Luego mono arquías. Propongo el término pauriarquía, de ahí sale la palabra «pocos». La diferencia es que en la monarquía hay una sola jerarquía y arriba uno solo. En la pauriarquía hay varios grupos que gobiernan, como los partidos políticos ahora, como las partitocracias.

Explíquelo.

—La idea es ésta: en una democracia homologada no cabe decir que del pueblo soberano sale el Gobierno. No puede ser por incapacidad del pueblo. No entiende las leyes. No entiende los programas, se los dan hechos. Aunque los lea no los entiende. El gobierno de una sociedad compleja supone unos elevados conocimientos. Es como si metes a un individuo cualquiera en una central nuclear. No puede hacer nada, no sabe. Es imposible. Y tampoco entiende lo que sucede en una sociedad política. El pueblo no se da las reglas de juego, están dadas de forma determinista: la monarquía en España no fue una regla de juego, venía impuesta por la realidad. La democracia es pues un sistema en que unas pauriarquías se han ido contrapesando y así se llega a un sistema artificioso pero práctico que consiste en someterse cada cuatro o cinco años a un control. No se sabe si es o no prudente ese control. Pero hay que rebasarlo. Las elecciones son una ceremonia que supone un control, los que están en el Gobierno pueden ser cambiados. Pero no porque dependa del pueblo. Los mecanismos son aleatorios ya que sabe Dios por qué acaba sucediendo lo que sucede. En las elecciones la gente no va a confirmar un Gobierno o no porque lo haga bien o mal. El pueblo anónimo, no categorizado como sucede en las democracias orgánicas vía soviet, familia o Universidad, pues eso, el pueblo anónimo, indiferenciado, vota. El pueblo tiene entonces la ilusión de tener el poder. Pero no es así, claro. No hay voluntad general, ésa es una idea metafísica.

Gustavo Bueno, fotografiado por Luisma Murias

¿Qué es entonces la democracia?

—La esencia de la democracia es la libertad. El fundamentalista por libertad entiende la libertad del individuo. El fundamentalista viene a decir que la libertad depende de que soberanamente elijan esta o la otra ley. Pero no se elige así.

¿Cómo?

—Equiparo la democracia parlamentaria con el mercado pletórico, cuya esencia es la desigualdad, no la igualdad. El mercado pletórico es un concepto estructural que da mucho juego. Es un mercado donde hay superabundancia de especies de bienes y de número de bienes. Muchas marcas de coches y un elevado número de coches. Uno puede elegir. No hace falta que tenga libertad subjetiva de elegir. La libertad se da a nivel de clase no de individuo. Tiras un dado y es determinista. Pero si tiras varios hay aleatoriedad. El azar de los dados es la libertad del mercado pletórico. Muchos individuos van a comprar y a nivel de clase se produce una libertad objetiva. Eso ocurre también con la libertad de elegir en un sistema democrático. Se necesitan varios partidos. La libertad de elegir en las urnas es como la libertad de elegir en el mercado. Hace falta mercado, de bienes o de candidatos. Para eso hacen falta industrias trabajando y ofreciendo bienes. La democracia depende del mercado. Si no existe el mercado no existe la democracia. La libertad objetiva se funda en eso salvo para el fundamentalista, que la funda en una libertad metafísica. El mercado es el que forma la libertad objetiva del individuo. La libertad no viene de una voluntad libre sino de que se pueda elegir. Es la clásica distinción entre libertad «de» y libertad «para». La libertad «de» está en función de la libertad «para». Si no procede aquella pregunta de Lenin, ¿libertad para qué? La democracia es una forma de una materia, pero la forma tiene que brotar de la materia. No hay democracia formal. La democracia tiene que salir de la propia estructura material de las sociedades y esa estructura básica es el mercado que hace que los individuos puedan elegir objetivamente. En Cuba es imposible, todos muertos de hambre. El mercado educa pero sobre todo conforma la libertad siempre que se niegue la libertad subjetiva, el libre arbitrio, que no existe.

¿Gustavo Bueno liberal?

—Sí, claro. Se ve. Liberal es una palabra que aparece en España. Los liberales y los serviles. Los liberales procedían de las artes liberales y los serviles de las artes mecánicas. Liberal también era el hombre generoso. Un liberal es un hombre instruido. Sólo puede decir con otros liberales. Coexiste con otros liberales. Con un animal de bellota es imposible. Así que debe procurar que la sociedad en que vive sea de gente instruida y educada.

Liga democracia y mercado, luego también capitalismo.

—Exacto. Las democracias homologadas son las del hemisferio norte, capitalista. El error de IU es seguir pensando en términos comunistas, eso ha desaparecido.

Es el hemisferio cristiano.

—Sí, claro, por supuesto. Un liberal es incompatible con la inmolación de los musulmanes. El liberalismo que cuenta no sería el puramente negativo, el francés y su definición de libertad: hacer lo que se quiera siempre que no se interfiera con la libertad de los demás. Es una visión superficial porque siempre se interfiere con los demás. Libertad es hacer lo que hay que hacer y ya veremos cómo se resuelven las interferencias.

Gustavo Bueno, fotografiado por Luisma Murias

«Los jueces nos llevan al caos,
a la catástrofe total»

Oviedo, J. N.

¿Y el Estado de derecho?

—Los constitucionalistas son como los teólogos que parten de unas premisas positivas, de las verdades de la fe, de la revelación. Con esas premisas organizan un sistema y un órgano de control, sea la Curia o el Papa, que vigila la legitimidad de las conclusiones que se sacan. La teología es garantista, nadie puede inventar normas. Pues lo mismo sucede con la Constitución. Una garantía para frenar la hemorragia de leyes. Los constitucionalistas crean un mecanismo de cierre postulatorio en base al término juridicidad. La infracción de la Constitución, dicen, es un delito jurídico. Pero eso es como lo del barón de Münchausen, que tiraba de sus propios cabellos hacia arriba para levantarse. Es como la teología. Así la Constitución es cerrada y hay unos agentes como el Tribunal Constitucional que en virtud de ir de la ley a la ley por la propia fuerza de la ley hacen funcionar a la democracia. Los jueces se consideran como el Papa, por encima de todo, y creen que por sus dictámenes funciona todo. Ignoran que sin el Ejecutivo sus sentencias son papel mojado. Del dicho famoso «Hágase la justicia, perezca el mundo» se podría pasar al «Hágase el mundo, perezcan los jueces». Los jueces nos llevan al caos, a la catástrofe total. Se ve en el País Vasco. Pero los postuladores del Estado de derecho, los que piensan como Habermas, creen que sencillamente hablando el Derecho por sí mismo operará.

¿La democracia española tiene alguna característica especial?

—La democracia siempre está referida a una sociedad política dada. Como cuando alguien dice que es republicano pero ¿de qué República? ¿de Albania? En España la democracia es la Constitución, las leyes, el estado de Derecho, dicen. Pero la Constitución es española. Si se quita la referencia de España desaparece la democracia. Incluso el mercado. Un argumento contra Maragall. El idioma, además, es esencial porque el mercado es el que unifica el idioma. En el mercado se producen todos los intercambios. En España no se ha entendido la constitución por culpa de los legistas. Por culpa del patriotismo constitucional que dice Habermas. Es algo absurdo. La patria es la tierra de la que se ha apropiado una sociedad. Sin territorio no hay sociedad política. No cabe una sociedad política de nómadas.

 


Fundación Gustavo Bueno
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