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La Nueva España
Jueves, 28 de febrero de 2002
Cultura nº 560
páginas I-II

Bueno y la «telebasura»
El nuevo libro del filósofo y catedrático emérito de la Universidad de Oviedo analiza las razones del éxito de un programa como «Gran Hermano»
Bueno emplea un estilo ágil, con humor y multitud de ejemplos. Es una nueva faceta del filósofo, que hasta ahora sólo había aparecido en pasajes aislados de sus libros
«Todo lo que va en menoscabo de la comunidad de electores libres es 'telebasura'»
«La historia le puede acarrear al autor enemigos, porque emplea humor e ironía»
Gustavo Bueno e Ivan Armesto
Gustavo Bueno e Iván Armesto, concursante de «Gran hermano», en la presentación del libro
la pasada semana en Madrid.
Felicísimo Valbuena de la Fuente

Si a finales del 2000 Gustavo Bueno nos ofrecía sus reflexiones sistemáticas sobre la televisión, un año después irrumpe con otro libro que ha escrito en un tiempo récord.

Ediciones B le encargó que escribiera sobre un término que es de uso común en universidades, periódicos, tertulias y conversaciones privadas: «telebasura».

Estilo ágil, multitud de ejemplos, humor. Es una nueva faceta del filósofo, que hasta ahora sólo había aparecido en las entrevistas y en pasajes aislados de sus densos libros.

Partiendo del término «televisión basura», el filósofo va subiendo en varias fases; primero, identifica a quienes emplean este término como personas que clasifican según criterios pragmáticos de intención inequívoca. Quieren separar determinados programas, pero no se oponen a que sigan siendo el pasto de la. plebe frumentaria. Ahí inicia. Bueno su ataque a la jerarquía de valores de esos críticos. A Bueno le parece que el término es un concepto «basura», porque quienes lo emplean no saben exactamente qué quieren decir cuando se les piden explicaciones. Quienes lo emplean tienen una filosofía pesimista sobre el predominio del mal y de la decadencia en este mundo. Quienes, por el contrario, «comprenden» todo tipo de televisión, mantienen una filosofía optimista y piensan que la cultura se impondrá a la basura. Estas dos metafísicas son, para Bueno, puros delirios.

Se enfrenta el autor al concepto de «calidad» aplicado a la televisión, puesto que los programas de calidad son el polar opuesto de los llamados programas-basura.

Distingue entre telebasura fabricada y telebasura desvelada. Dentro de la fabricada, entre la telebasura diseñada y la telebasura derivada o resultante. Muestra la fecundidad de estas distinciones cuando aporta ejemplos que el lector conoce por experiencia cuando ve televisión. Lo que logra Bueno es que caigamos en la cuenta y sepamos qué está ocurriendo delante de nuestros ojos.

Al ocuparse de la telebasura desvelada, somete a crítica la premisa implícita de que la verdad debe ser siempre manifestada, puesto que esa premisa carece de todo fundamento.

Según el autor, a más televisión, más «telebasura». La probabilidad de un incremento de la televisión basura crece en función del número de cadenas que vayan creándose y que compitan por la audiencia y en función del número de horas que se vean obligadas a mantenerse activas. El crecimiento de estas variables determinará una demanda también creciente de alimento cuyo nivel de calidad será imposible mantener. La televisión basura tenderá a ir desplazando progresivamente a la televisión limpia, a medida que aumenta la oferta televisiva.

La propuesta. de Bueno es que no basta con hablar de «telebasura» en general; es preciso analizar los contenidos concretos. Algunos ejemplos de telebasura objetiva: un programa que se orienta hacia la. apología de las drogas destructivas; los programas que contienen mensajes destinados a orientar a los jóvenes hacia formas de vida incompatibles con la sociedad de electores libres de mercado; las series y programas racistas; todo programa televisivo que implique una justificación, y aún una incitación, al suicidio, la publicidad falsa de productos ofrecidos por el mercado...

«Telebasura e intimidad» es el título del capítulo III. Reconoce Bueno que la intimidad es un hecho y un hecho que hace derecho, pero, ¿cuál es su fundamento? Hay una ideología sacralizadora del concepto de intimidad, que la hace equivaler a soledad. La intimidad se conforma gracias a la opacidad, porque si todo fuese transparente, la intimidad sería imposible. La intimidad del grupo es previa a la intimidad del individuo, puesto que la intimidad estrictamente individual se formaría a partir de la intimidad grupal.

La televisión formal es el desvelamiento de la intimidad.

Donde Bueno vuelve a navegar contra la corriente es cuando emplea el procedimiento de las distinciones diversas: la televisión delictiva no es, por sí misma, televisión basura; la televisión obscena no es necesariamente televisión basura; la obscenidad es el desvelamiento consentido de la intimidad; «Gran hermano» es el prototipo de la televisión obscena.

Bueno afirma que no existe hasta la fecha un análisis teórico sistemático de las relaciones entre la televisión y la sociedad política en general y, por tanto, tampoco de las relaciones de la televisión con las sociedades democráticas. Sencillamente, la televisión no ha sido todavía asimilada por la teoría política. Lo que hace Bueno es aplicar su propia teoría política, Primer ensayo sobre las categorías de la ciencia política (1991), y que ha continuado en sus artículos «La ética desde la izquierda» (1994) y «La democracia como ideología» (1977).

La sociedad democrática discurre a través de cuatro círculos dialécticos: genéticos, estructurales, entrelazados y secantes.

Para explicar el círculo genético o constituyente de una sociedad democrática, Bueno se vale de una comparación: la constitución democrática se comporta, respecto de las sociedades, a la manera como se comporta la gramática escrita de un lenguaje de palabras que ya se hablaba antes de que esa gramática fuese escrita y publicada. El fundamento, renovado diariamente, de la sociedad democrática es, según esto, la sociedad de consumidores individuales que a la vez determinan la producción mediante su demanda. En consecuencia, la génesis de la democracia política puede entenderse históricamente como resultado de la extensión, hasta cierto punto metafórica, de la estructura de mercado libre de bienes a la propia sociedad política.

La manera específica de contribuir la televisión a la formación de la libertad de elección de los ciudadanos es ofreciéndose como un bien público en torno al cual el ciudadano pueda elegir. El telemando y el zapeo permiten ejercitar la posibilidad de elección y, por tanto, contribuyen a la existencia sostenible de los contenidos ofrecidos. La TV y la publicidad son dos de los procedimientos más eficaces para mantener vertebradas las masas de las sociedades democráticas contemporáneas.

Todo aquello que pueda obrar en menoscabo de la comunidad de electores-consumidores libres habrá de considerarse «telebasura».

Los círculos estructurales son los que se dibujan en la estructura interna de la sociedad democrática. A la dialéctica de la delegación o representación democrática corresponden las incompatibilidades entre una representación ideal del pueblo o sociedad civil como un todo y las partes en que está fraccionado. Esto lleva a ponderar esas partes, evaluar la abstención de alguna de esas partes y la conformación de las mayorías.

La televisión juega un papel decisivo en los procesos electorales, porque sólo gracias a la televisión el cuerpo electoral puede tener delante a los candidatos.

Un régimen democrático de televisión plural muy probablemente generará subproductos de telebasura objetiva. Los casos de corrupción electoral pueden contribuir a aumentar la abstención, el escepticismo entre los electores. Es un ejemplo de telebasura desvelada. Telebasura fabricada es la intersección de la publicidad con la propaganda política en las contiendas electorales.

Los círculos entrelazados tienen que ver con las estructuras periféricas o envolventes, que le son inseparables. El llamado ocio democrático es, desde esta perspectiva, tan básico como el trabajo, porque conforma al individuo libre como consumidor libre con opiniones propias.

La televisión coopera continuamente con la sociedad democrática de mercado de muchas maneras. Presenta concursos que disciernen premios según la sabiduría o los méritos de los concursantes y ofrece partidos de fútbol, porque sólo a través de la televisión los miles de ciudadanos de los estadios se transforman en millones.

La tolerancia inherente al pluralismo de mercado constitutivo de esta sociedad abre posibilidades indefinidas para los subproductos basura de la televisión integrada en esta sociedad. Las tertulias y debates democráticos en televisión dan una impresión de libertad engañosa. Estos pseudodebates suelen ser, en rigor, «telebasura», puesto que quienes los diseñan parten del principio abstracto de la tolerancia y del principio abstracto del diálogo. Hay opiniones intolerables, por gratuitas y estúpidas, que no merecen el menor respeto.

También son «telebasura» los concursos en los que se entregan premios millonarios enteramente desproporcionados al saber del concursante; premios aleatorios pero encubiertos bajo la capa de un premio al conocimiento.

Los círculos secantes desarrollan las relaciones con otras sociedades, democráticas o no.

Una televisión que, de manera directa o sutil, favoreciera la xenofobia atentaría contra las virtualidades del mercado, al excluir a los extranjeros. Igualmente, quienes fabrican los programas que contienen relaciones con sociedades no humanas y que pueden provocar suicidios colectivos.

Una historia de la televisión basura y un apéndice que puede acarrear a Bueno enemigos, porque emplea distintos registros de humor, desde la ironía fina al sarcasmo, completan el libro.

Felicísimo Valbuena de la Fuente es catedrático de Teoría General de la Información de la Universidad Complutense de Madrid.

 


Fundación Gustavo Bueno
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