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La Nueva España
Martes, 25 de enero de 2000 [edición Gijón]
Gijón
página 8

«La única posibilidad de entendimiento con ETA es por vía penal, o metiendo los tanques como en Chechenia». Para Gustavo Bueno cualquier otro canal de diálogo con el nacionalismo radical vasco, y más tras el último asesinato de ETA, está cerrado porque «todos los conceptos están confundidos», incluso en el bando constitucional. Así lo defendió ayer antes de presentar su obra «España frente a Europa», publicada por la Editorial Alba, perteneciente al mismo grupo empresarial que La Nueva España. Bueno ofreció su última obra como «un instrumento de reflexión» sobre patriotismo, nacionalismo, imperio y el de «España entendida como un problema filosófico que afecta al género humano».

Bueno: «Para entenderse con ETA, o la vía penal o meter los tanques como en Chechenia»

El Filósofo criticó el nacionalismo «secesionista» y «una Constitución que permite partidos que van contra ella», en la presentación de su último libro en el Ateneo Jovellanos

Gustavo Bueno, en un momento de la charla que ofreció en el Ateneo Jovellanos
J. C. GEA

El estado de la cuestión nacionalista, y en particular la vasca tras el último asesinato de ETA, constituyó el telón de fondo –implícito en todo momento, pero en ocasiones muy explícito–, de la conferencia que ayer ofreció Gustavo Bueno ante el público que abarrotaba el teatro de la Cátedra Jovellanos. De hecho, antes de ser presentado al público por la concejala de Cultura, Mercedes Álvarez, el filósofo insistió a pie de estrado en sus conocidas posiciones contra el nacionalismo independentista vasco, personificado en ETA pero también en el PNV que, dijo Bueno, «suspende, pero no rompe relaciones con ETA porque lo único que quiere es la secesión, no la autodeterminación, y eso le permite aliarse con ETA, al margen de que los abertzales quieran implantar una República albanesa marxista-leninista, y que eso no pegue nada con el nacionalismo burgués y del BBV».

Gustavo Bueno hizo estas declaraciones antes de la presentación de su libro «España frente a Europa», publicado por la Editorial Alba, perteneciente al mismo grupo empresarial que La Nueva España.

Pero Gustavo Bueno también tuvo palabras críticas para el resto de las formaciones políticas y para una parte de los ciudadanos que el domingo salieron a la calle contra ETA. A los primeros, les recordó que «no tiene ni pies ni cabeza que una Constitución permita partidos que van contra ella», y les reprochó «una confusión entre el principio idealista, mal interpretado, entre el derecho a pensar lo que se quiera individualmente y el derecho a formar un partido anticonstitucional».

A los ciudadanos, el filósofo les diagnosticó otra «confusión» distinta: aquella en la que, según él, incurren cuando muestran su rechazo a ETA apelando a los Derechos Humanos. «No es suficiente salir a la calle con las manos blancas, como diciendo “yo no he sido” e invocando los Derechos Humanos y la no violencia. Aquí no se está discutiendo sobre Derechos Humanos, sino sobre España», argumentó Gustavo Bueno.

Aspecto del patio de butacas del teatro de la Cátedra de Extensión Universitaria, abarrotado de público.

Pero la batería de críticas de mayor calibre fue, como suele ser habitual en Bueno, para las posiciones de lo que el pensador ha descrito como «nacionalismo fraccionario, aquél que partiendo de estados constituidos quiere escindirse y fundar nuevas naciones a imitación de los Estados de los que procede, falsificando la historia».

A quienes engloba en general en semejante tendencia «fraccionaria», Gustavo Bueno les recordó, ya en su charla, que «la identidad y la unidad no es cuestión de opiniones y mucho menos de sentimientos», sino que «estamos limitados por la propia estructura racional y lógica de la realidad». Para Gustavo Bueno, «se está entoteciendo a la mitad de los jóvenes haciéndoles creer que opiniones y sentimientos son el máximo criterio» en un proceso de «estupidización».

Como anécdota, el conferenciante recordó lo sucedido hace unos días en Bilbao, cuando un oyente proclamó ante él «sentirse vasco, y no español». Bueno reclamó entonces, por su parte, su derecho «a sentirse registrador de la propiedad».

Pero, descendiendo a líderes, partidos y «nacionalismos fraccionarios» concretos, el filósofo personificó su conflicto opiniones-razones en el presidente del PNV, Javier Arzallus, con un símil del que ya echase mano poco después del asesinato del concejal de Ermua Miguel Ángel Blanco: «Esperar entenderse con argumentos con Arzallus es como esperar que un perro aprenda dándole a comer libros», manifestó. «Cuando el único argumento que se puede utilizar contra los abertzales y los terroristas los trata igual que si fueran un asesino cromosómico, y que esa violencia no tuviese componentes políticos, estamos obligados a reflexionar sobre lo que es España», concluyó el conferenciante.

Gustavo Bueno llevó la cuestión a otro punto de vista –la perspectiva de Europa– para arremeter contra quienes «se incrustan en Europa a través de España, pero luego hacen desaparecer a España». También a los que, desde el concepto de integración económica y monetaria, enfocan el problema de España «como algo accidental, una reliquia o el pelo de la dehesa del que hay que avergonzarse».

Para Bueno, esta posición «que incluso olvida el idioma» es particularmente aguda en las izquierdas.

«Los derechos humanos parten de la mentira de que todos nacemos iguales»
J.C.G.

Una de las palestras centrales en las que Gustavo Bueno bate sus argumentos contra los «nacionalismos fraccionarios» y contra quienes se oponen a ellos apelando al derecho a la vida o al actual orden constitucional es el de los derechos de los ciudadanos como tales.

Bueno defendió que responder a la pregunta filosófica y política sobre qué sea España es algo que afecta directamente «a la contradicción en la que se cae continuamente cuando se confunden los derechos del hombre con los derechos del ciudadano». Aclarar y reconstruir el concepto de nación, de patriotismo, de imperio y de pueblo proporciona base para sustentar estos últimos.

Esa fundamentación es imprescindible para Bueno desde el momento en que el filósofo considera, como ayer defendió, que «los derechos humanos parten de una mentira: que todos los hombres nacen iguales», cuando «la realidad histórica es partir de los pueblos».

«La vida no es el valor supremo. Una vida no fundada en valores es tanto como la vida de un gorila», argumentó, además, Gustavo Bueno. Esos valores provienen, en parte, del ejercicio político en una ciudad «que se origina cuando se han superado las etnias». Por el contrario, en la transición española se privilegió el concepto de nación, «una trampa en la hemos caído en la Constitución». Para salir de ella, Gustavo Bueno brindó ayer su libro como «instrumento de reflexión».

 


Fundación Gustavo Bueno
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