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El Mundo
Madrid, 2 de noviembre de 1998
 
Hoy Lunes

Agapito Maestre
Un filósofo ejemplar

Excepto su escepticismo, en la mejor tradición materialista de todos los tiempos, no comparto casi nada de la filosofía de Gustavo Bueno, pero reconozco en él a un gran pensador que me ha enseñado precisamente, a eso, a pensar. Gustavo Bueno me mostró los caminos de la historia del pensamiento con una honradez sólo comparable a mi maestro Habermas. Sólo por eso me solidarizo y firmo donde haya que firmar para que Gustavo Bueno siga dando clases en la Universidad. Es trágico que el mayor defensor de la Academia filosófica, es decir, de la necesidad de las Facultades de Filosofía para el libre desarrollo de la reflexión sea, ahora, expulsado por una de ellas. Si no fuera por el drama intelectual que este hecho encierra para España, sería para reírse de la ridiculez y estrechez mental de la Universidad, reducida ya a poco más que una malsana institución estabuladora del pensamiento que se produce fuera de aquí. La bajeza que han exhibido ciertos mandarines de la filosofía española con Gustavo Bueno no tiene comparación. La última es la apoteosis de la miseria humana: pretenden echarlo de la Universidad por un absurdo problema burocrático. No voy a entrar en los estúpidos motivos esgrimidos para la expulsión de Bueno, porque sería como descender al lodazal de los imbéciles, pero sí reconocer que, contra los pesebreros de la ética y el pensamiento correcto, Gustavo Bueno es un filósofo español, el gran filósofo, al que se le impide enseñar en la Universidad. Por desgracia, la historia tiene precedentes ilustres en nuestros país, por no ir más lejos, el más reciente fue la ignominia a que fue sometido Emilio Lledó para que no entrara en la Complutense. Ningunear a los que piensan es la especialidad de la Academia española. ¡La bajeza de ésta ha tocado fondo! Y sin embargo, Gustavo Bueno no es otra cosa que filósofo. Manuel Sacristán y Gustavo Bueno, después de la Guerra Civil española, son los dos filósofos más importantes de España. Todo lo demás es –o somos– relleno, pompas de jabón, mala historia de la filosofía para aventajados bachilleres de nuevas escolásticas. Nadie puede pensar en España con cierto rigor y falibilidad sin pasar por la obra de estos dos «racionalistas», a veces muy a sus pesares, de procedencia materialista. Y esto, y no otras zarandajas de carácter personalista, es lo que molesta, dicho lisa y llanamente, a los burócratas de la Academia y a los vendidos al capital por sus melifluos ensayos, por sus gruesos tochos al dictado de la moda vigente o dejándose querer por el burócrata de turno... Pero lo más trágico de todo es que esta expulsión de un filósofo de la Universidad no será la última... ¡Vaya que se repetirá!

 


Fundación Gustavo Bueno
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