Proyecto Filosofía en español Hemeroteca
El País
Madrid, 19 de abril de 1997
Babelia
Escáner, página 16

Eduardo Haro Tecglen
Cultura, Mito

Copio de Gustavo Bueno: «El alma humana es el campo virgen que, mediante la ocupación y el aprendizaje, se cultiva y adquiere unos hábitos que se sobreañaden a su naturaleza.» El ilustre filósofo no es muy leído en España; o no lo es en la medida en que es un escritor necesario. Ha elegido una cierta distancia: geográfica –Oviedo– y de escritura sin concesiones, a veces muy difícil. Está en una izquierda cósmica, si el Cosmos tiene derecha e izquierda, arriba y abajo. Es más fácil encontrarse con citas de Popper, sobre todo desde que creyó que el centro de irradiación de la ldea era Estados Unidos, que de Gustavo Bueno. El libro de ahora es «El mito de la cultura» (Prensa Ibérica): y el mito de Ia cultura es todo lo que no está en la objetividad de ese sobreañadido a la naturaleza: hay una cultura de clases, o de élites, una cultura de valoraciones, de conducción, o de imposición. Una guerra, también de culturas: las de los nacionalismos, menores y mayores. Soy un decepcionado de la cultura. Cuando nací (el mismo año en que Gustavo Bueno), o cuando me incorporé, la cultura era una reivindicación frente a lo que el profesor llama mito, o forma de dominio. Se entendía que las clases dirigentes eran tales porque poseían la cultura: y la información, y la comunicación, que entonces eran microscópicas. Había que apoderarse de las culturas «reales»: a partir de la lucha contra el analfabetismo, a partir de las primeras lecturas. Lo impulsaban tres fuerzas: la meramente republicana, krausista, institucionalista o de ilustrados sabios, que eran pesimistas con respecto al pueblo y lo que querían era cambiar la cultura política (general) del poder; la comunista, muy especializada, muy economicista, muy avara de su única revolución y de su única ciencia, y la ácrata, extensa y literaria, que se refería a las formas de vida y de relación humanas. Las tres se enfrentaron en la guerra civil, se acusaron mutuamente, y naufragaron juntamente. La cultura de la posguerra fue la de Franco: estrictamente la de la derecha, la de la religión y la raza y la hispanidad.

No hay una cultura de esta democracia. A no ser la que significa un ministerio y una propiedad de los medios de difusión. Incluso las clases dirigentes renuncian a ella para sí mismos: el instrumento del poder es la fuerza, y la fuerza escribe sólo en el «Boletín Oficial».

(No se me debe atender: se debe leer a Gustavo Bueno. Con o sin unanimidad, o acuerdo: porque añade mucho a nuestra naturaleza, incluso a la que ya tenemos deformada).

 


Fundación Gustavo Bueno
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