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La Nueva España
Miércoles, 28 de diciembre de 1994
Cultura
páginas 46-47

Gustavo Bueno Martínez: Catedrático emérito de Filosofía de la Universidad de Oviedo

«Conde va a la cárcel para que la buena gente vea que los ricos también lloran»

«Las tertulias de la radio son esencialmente conservadoras, no se discute la entrada en Europa, la democracia y la Constitución; la crítica sólo consiste en decir que no se aplican las normas» «La cultura es el opio del pueblo»

Gustavo Bueno juega con uno de sus gatos en la antojana de su casa de Niembro.
Niembro (Llanes), Javier Neira / Fotos: Nacho Vela

Gustavo Bueno Martínez sostiene que la filosofía se construye sobre los datos y los problemas cotidianos, sean los de la ciencia o los conflictos humanos, sobre la realidad, sobre la actualidad. Así que nada mejor que una entrevista en torno a la actualidad más inmediata: Mario Conde y compañía.

En su casa de Niembro, una edificación de ilustrado alemán con jardín epicúreo, Bueno repasa la actualidad y enseña sus joyas bibliográficas. Por ejemplo un tomo con el «Cursus teologicus» de Juan de Santo Tomás, «el Suárez de los dominicos», aclara Bueno, confesor de Felipe IV y una de las cumbres del tomismo español. «Estudié mucho este libro en el Consejo, en Madrid. Aún tengo nostalgia de aquellas sesiones» indica. Y es que, como señala, «la filosofía ha perdido la escolástica que equivale al solfeo en la música. Kant es el último que toca el órgano de la escolástica».

— Usted es un seguidor de las tertulias radiofónicas. ¿Cuál es su opinión al respecto?

— Incluso la palabra tertulia se ha popularizado entre gentes que no la usaban. Tertulia, tertulianos... Los que llaman por teléfono a la radio, gente analfabeta en muchos casos, utiliza la palabra tertuliano. No se lo que entenderán por tertuliano. El concepto empezó en los siglos XVI o XVII en torno al teatro, pero eso se ha perdido. En el siglo pasado era cosa de burgueses que tenían tiempo para hablar y discutir y tomaban café y hacían tertulia. Es una palabra y un concepto español. Ahora la tertulia se hace en la radio. En la tertulia de Onda Cero, de Julia Otero, intervine varias veces. Me llaman para ver qué opino sobre la venganza o el luto. Son temas abstractos e intemporales. Sobre la venganza les dije que era un derecho natural y que había que incluirla entre los derechos humanos. Interviene gente como Verstrynge o la duquesa de Medinasidonia. Esas cuestiones abstractas son interesantísimas. Esas tertulias tienen un nivel de un debate universitario que se hace cara al público. El medio impone no hacer ninguna referencia libresca. Sería ridículo hablar de Aristóteles o de Wittgenstein. Allí vas a las cosas mismas, como diría Husserl. A lo sumo, como yo hice, que dije que la felicidad era de plebeyos y me contestaron, «pero, hombre, como dice eso» y «¡ojo!», contesté, «que eso lo dijo Goethe». En esas tertulias está la filosofía de nuestro tiempo. Le dije a Julia Otero que su tertulia era como el «Gorgias» de Platón, los mismos personajes, los mismos temas.

«La ideología de los tertulianos es ser la cumbre de la conciencia crítica»

— ¿Y del resto de las tertulias?

— El resto de las tertulias son de tipo político, las de la Cope, la de la SER. Los tertulianos suelen ser gente muy competente. No se quién me decía que cómo perdía el tiempo con las tertulias y no es así, no estoy de acuerdo, esa era mi postura inicial. Conocen perfectamente la historia política de los últimos años, conocen las reglas de juego. Pero las referencias son siempre tópicas y rutinarias. Miden bien la gravedad del asunto de que se trata y hacen consideraciones generales que es donde está la filosofía política y moral funcionando continuamente. Es gente que tiene una gran capacidad para captar lo que dicen otros, gente que tiene sutileza. Estas tertulias marcan el criterio. Llegan a la gente mucho más que los periódicos, su influencia es enorme.

— ¿Cuál es la ideología de esas tertulias?

— Están inmersas en una ideología y con las típicas limitaciones de esa ideología. O sea, su ideología es ser la cumbre de la conciencia crítica. No cabe una crítica más libre ni más aguda. Y el dogma es la democracia, pero no se discute qué se entiende por democracia. La democracia entienden que es la Constitución del 78, que implica la monarquía. Hace un mes asistí a un debate en la tertulia de Luis del Olmo entre Puente Ojea y Pedro J. y calé a Pedro J., no se pudo escurrir. Ojea pidió permiso para hacer un manifiesto republicano, lo hizo, y Pedro J. dijo que era una barbaridad, que la monarquía era resultado de un referéndum y que lo había querido el pueblo. Es la idea dominante, el respeto a los demás que impide discutir lo importante. Y eso llega al colmo en Radio Nacional con Julio César Iglesias que cree en los extraterrestres. Las tertulias son esencialmente conservadoras, no se discute la entrada en Europa, la democracia y la Constitución. La crítica consiste en decir que no se aplican las normas. Esto unido a que los tertulianos se consideran lo más avanzado de la crítica da como resultado que sean profundamente reaccionarias. Son la propia negación de la filosofía, aunque ejercen esas funciones. Son un sucedáneo. Son los sofistas en los términos de Platón, que sin embargo los respetaba. Protágoras era la opinión pública, llegaba a Atenas y decían «¡ha llegado Protágoras!» Es como si ahora dijeran «¡ha llegado Luis del Olmo!» Dictamina lo que es prudente Y lo que no es prudente. Existe entre los tertulianos un respeto gremial, no se atacan, pues sería de mal gusto, así que dan la imagen de un grupo que está dentro del sistema, por decirlo en las palabras de Conde. Influyen mucho en la opinión del público, contra el Gobierno, de ahí lo del sindicato del crimen que me parece que fue una denominación que dio Girón a un grupo de universitarios. Lo peor que les puede pasar es que se diga que apoyan a Felipe o a Aznar, pues son el intelectual libre, son los típicos intelectuales. Su voluntad y su definición es la libertad. Pero están sometidos a las reglas del grupo y a unas premisas, la democracia, la monarquía, el altar. La crítica se dirige al incumplimiento de las reglas, y eso es tremendo para el Gobierno, que las incumple constantemente.

«Mario Conde tiene una formación escolástica muy importante»

— Mario Conde en la cárcel.

— Me pareció vergonzoso lo de meterlo en la cárcel para Navidad. Parece una conjura. Va a la cárcel para que la buena gente vea que los ricos también lloran.

— ¿Leyó su libro «El sistema»?

— Sí, leí «El sistema» porque en las entrevistas de Jesús Quintero salió poco después que yo. Tenía escasas referencias, un banquero, Banesto... no me interesaba. Me sorprendió en televisión que tiene una formación escolástica muy importante. Dominaba todas las triquiñuelas.

— ¿Y el libro de Mario Conde?

— Compré el libro y me defraudó. Más que el sistema la banda. Tiene errores de bulto, atribuye a Octavio Paz una cita de Marx. Es el quiero, pero no puedo. Quiere hacer un libro como Maquiavelo, de teoría del Estado, del sistema; pero no tiene referencias al contrario que Trevijano. Su mundo ideal es el tercer curso de Derecho en Deusto cuando fue delegado de curso e intervino en muchos debates. Y da pena. Propone lo que le dijo al Papa, vamos que el sistema capitalista es la libertad, así la humanidad se desarrolla y el único límite es la justicia social. Vamos, nada. Con el libro le toman miedo, se muestra como un ideólogo frente a Romaní o De la Rosa que sólo son especuladores, trapisondistas.

— ¿Cómo llegó a tener tanto poder?

— Leyendo el libro se ve que no hay enigma ninguno. Algunas personas se preguntan qué es lo que quería, ya que teniendo dinero y poder quería aún más. Pero eso es prejuzgar. Tiene una voluntad de poder, se ve en el libro. No me parece mal la ambición, como se dice a veces.

— Primero admirado y después vilipendiado.

— El público no le conoce. Y defrauda mucho cuando se descubre que también es un trapisondista, caer en eso. En el ascenso de Conde seguramente el tercer curso de Derecho fue muy importante. El grupo que le rodea. Era un líder, vendía apuntes. Toda su biografía fue la de un líder. Siempre tuvo pretensiones y no de hacerse rico, sino de ser un hombre del Renacimiento. Tiene el ideal de un condotiero y su afición es política. Pero su ideología es muy pobre. Quizá le dio ánimos el hundimiento de la Unión Soviética de ese modelo. No se detuvo, cogió Banesto, medios de comunicación. Y ahora a la cárcel. Vienen a cuento esos versos que le aplicaban a Primo de Ribera: «España entera está loca / porque no recapacita / que está más sucia la escoba / que la basura que quita». Se pueden aplicar a muchos de los que critican a Conde.

Gustavo Bueno muestra un ejemplar del «Corpus teologicus» de Juan de Santo Tomás, confesor de Felipe IV.

— ¿Qué le pareció el libro de Anson sobre don Juan?

— Me pareció inconsistente y repugnante. Formalmente está muy bien construido, es muy ameno. Tiene documentos de primera mano, cuenta muy bien la película de los hechos. Pero es contradictorio en sus tesis fundamentales y es tramposo. Se presenta como un texto libre y crítico, pero resulta que don Juan se justifica por el hijo. El hijo es el padre. Es una apología de don Juan Carlos con el nombre del padre y saltando todo el proceso por el cual el padre se convierte en el hijo. Es como el misterio de la Santísima Trinidad. El paralelo es este, aunque no lo dice así: la monarquía actual es fruto de una restauración que equivale a la de Cánovas. En este caso la hizo Sainz Rodríguez. Jugó en dos frentes y logró la síntesis, por eso podemos estar satisfechos. Pero hay muchos interrogantes. ¿Por qué no abdicó don Juan? Es un libro apologético de don Juan Carlos camuflado de una exposición a favor de don Juan. Una de las cosas que más me sorprendió y que me pareció más floja es el ataque terrible a Franco. Para Anson equivale a la carta en la que certifica que es demócrata. Presenta a Franco como un bobo de baba. Pero las pruebas que da no permiten hacerse ese juicio. Además, atacar a Franco a estas alturas...

— ¿Y el libro de Trevijano sobre la República?

— Coincido en muchos lugares con Trevijano. En este caso se trata de tesis compartidas. Leí su libro con mucha simpatía, tiene referencias académicas, es muy serio. Sus tesis son muy conocidas para mí. Me gusta su crítica al Estado de las autonomías que tiene gran coincidencia con lo que digo en la segunda edición de «Etnología y Utopía». Interesante y lógica su crítica a la partitocracia y su propuesta de un régimen presidencialista como en los EEUU. Claro que ahí aparece algo extraño, como si el presidente pudiese ser el Rey.

— ¿Qué opinión le mereció el último libro de Jesús Cacho?

— Lo leí más superficialmente. Es muy interesante. Descubre secretos y tiene anécdotas muy ilustrativas. Es muy importante porque permite conocer las tramas de poder.

«En la sociedad industrial el fútbol suple a la Iglesia»

— ¿Cómo ve a los periódicos nacionales en sí mismos y en relación al Gobierno?

— Hay que ver niveles. Por ejemplo la prensa controlada por el Gobierno, como el caso de «El País». Está directísimamente ligada al poder aunque muy camuflado. «El País» ha sido uno de los instrumentos más importantes del sistema para entontecer a España, esa pedantería que se ve hasta en el estilo. Un estilo superpedante, abstracto e impersonal que parece que están traduciendo del alemán. LA NUEVA ESPAÑA es un oasis realmente. «El Mundo», Pedro J. es paisano mío, tiene la conciencia crítica de ser el periódico de la libertad, pero la verdad es que está mediatizado como todo el mundo; su posición es la defensa de la democracia parlamentaria y eso es muy fuerte, pues si hace esa defensa a ultranza deja de ser libre. «ABC» ya sabemos lo que es. Todos los periódicos son conservadores, prudentes, mantienen el «status quo». Sus críticas son al funcionamiento de las reglas. En cuanto a la independencia, por ejemplo LA NUEVA ESPANA tiene rasgos de independencia más notables que otros periódicos.

— ¿Quién hace ensayo en España en torno a la actualidad?

— Muchos de los libros comentados son de ensayo, como el de Trevijano.

— ¿Por qué no se hace más?

— Es que realmente hay muchas categorías de ensayo. Como prototipo, quien los inventó en España fue Feijoo. El fue quien forjó el género en España. Se necesita un conocimiento, si no es literatura. Cardín, por ejemplo, era un buen ensayista.

— ¿Qué es la cultura?

«La Lotería es la versión mecanizada del calvinismo»

— La cultura es el opio del pueblo. Se trata de algo ideológico, es la idea más fuerte de nuestro tiempo. Es la palabra capital, sobre todo en Europa. Por encima incluso de la libertad. Procede de Bismarck. Fichte llega a hablar de Estado de Cultura. Durante la II República es la ideología de la izquierda por oposición a la Iglesia. La palabra aparece en el siglo XVIII ¿de dónde viene? ¿a cuál sustituye? Viene de la transformación de la idea del reino de la gracia, de una idea medieval. Sin gracia un hombre es un desgraciado. Como se decía, todas las virtudes de los paganos sin gracia son vicios. Se opone a naturaleza y se dice que es lo distintivo del hombre. Pero el descubrimiento de las culturas animales dio el golpe de gracia a la cultura. Es una palabra equívoca con planos que se confunden. Tiene muchos significados que se contraponen. La cultura no es lo que dignifica al hombre pues hay contenidos culturales degradantes. En Roma una persona vestida de Mercurio y con un caduceo de oro remataba a los gladiadores. O el circo con lo leones. O las prácticas caníbales. La cultura está hipervalorada por razones funcionales. Pero no está en crisis. Se ve en el fútbol. En la sociedad industrial suple a la Iglesia. Sirve para medir el tiempo, que ya no tiene como referencia el Corpus Christi y otras fiestas si no la Copa de Europa y demás; fija los distintos lugares, con los mundiales de EEUU o los campeonatos de donde sea. El fútbol es de los pocos ámbitos donde aún existen las naciones. Además hay que saber al menos 200 nombres, conocer al goal-average, seguir cuentas de puntos... un débil mental no podría. Su funcionalismo es extraordinario, resuelve incluso los domingos. Otro funcionalismo es la lotería. Es la versión mecanizada del calvinismo. En España quemaron a todos los calvinistas. El Dios católico era como el Derecho romano, «do ut des», doy para que me des. El dios del contrato, propio de un pueblo agrícola. Pero el dios de Lutero y Calvino es atrabiliario. Tiene una lógica distinta. Las buenas obras no tienen valor. En la misa en mi menor de Bach se habla de la buena voluntad y se nota que Bach no lo creía. La lotería transforma en bombo al dios calvinista. España es ya un país calvinista, mecanizado por la lotería.

 


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